El cáncer de hígado es la cuarta causa más común de muerte por cáncer en todo el mundo y está creciendo rápidamente debido al aumento espectacular de la diabetes y la obesidad en la población mundial.

Un nuevo estudio proporciona claros indicios de que realizar una cantidad suficiente de ejercicio físico podría ayudar a prevenir el tipo más común de cáncer de hígado, el carcinoma hepatocelular, e identifica las vías de señalización molecular involucradas.

La enfermedad del hígado graso es común con la obesidad y la diabetes y contribuye al rápido aumento de las tasas de cáncer de hígado en todo el mundo. Más de 800.000 personas en todo el mundo son diagnosticadas con este cáncer cada año. También es una de las principales causas de muerte por cáncer, con más de 700.000 muertes anuales en todo el mundo.

“Algunos datos de población sugieren que las personas que hacen ejercicio regularmente tienen menos probabilidades de desarrollar cáncer de hígado, pero los estudios para tratar de determinar si esto tiene una base biológica real y, en caso afirmativo, de identificar el mecanismo molecular que produce ese efecto protector, son pocos y los resultados no han sido concluyentes”, explica el Dr. Geoffrey C. Farrell, de la Escuela Médica de la Universidad Nacional Australiana y coautor de la nueva investigación.

El equipo del Dr. Farrell estudió si el ejercicio físico reduce el desarrollo de cáncer de hígado en ratones obesos o diabéticos. Unos ratones, genéticamente impulsados a comer hasta volverse obesos y desarrollar diabetes de tipo 2 al poco de alcanzar la adultez, recibieron a corta edad una dosis baja de un agente causante de cáncer. A la mitad de los ratones se les permitió el acceso regular a una rueda de correr; a la otra mitad no se les permitió y permanecieron sedentarios. Los ratones con acceso a la rueda que les permitía hacer ejercicio físico corrían hasta 40 kilómetros por día, medidos por las rotaciones de dicha rueda. Esto ralentizó su aumento de peso durante tres meses, pero después de los seis meses incluso los ratones que hacían ejercicio eran obesos. Lo llamativo es que, a los seis meses, la mayoría de los ratones sedentarios tenían cáncer de hígado mientras que ninguno de los ratones que hacían ejercicio lo había desarrollado.

Esta investigación muestra que el ejercicio físico puede detener el desarrollo de cáncer de hígado en ratones que tienen una enfermedad de hígado graso relacionada con la obesidad y la diabetes de tipo 2. Es significativo el hecho de que mientras que casi todos los ratones sedentarios desarrollaron cáncer de hígado en un plazo de seis meses, los ratones que se ejercitaron regularmente no lo hicieron. Estaban bien protegidos contra el desarrollo de cáncer de hígado en el marco de estos experimentos. El peso no influía en el riesgo de tener cáncer de hígado, pero sí lo hacía la cantidad de ejercicio físico realizado.

Los investigadores también llevaron a cabo análisis que aclararon en parte cómo el ejercicio puede prevenir el cáncer de hígado. Constataron que los efectos beneficiosos del ejercicio se ejercían a través de vías de señalización molecular, dos de las cuales fueron identificadas como el gen supresor de tumores llamado p53 y la proteína quinasa JNK1 activada por estrés.

Los investigadores demostraron en primer lugar que la activación de la JNK1 es un factor clave que puede “desactivarse” mediante el ejercicio físico y demostraron su implicación mediante estudios separados en ratones obesos que carecían de JNK1. También demostraron que el p53 activado, a menudo apodado popularmente como “guardián de la célula” o “policía de los oncogenes”, es importante para la regulación de un inhibidor del ciclo celular, el p27, deteniendo así el crecimiento persistente de las células alteradas destinadas a volverse cancerosas.

Textos y fotos: elmundoalinstante.com

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