Tejidos generados mediante Bioingeniería

Al crearse con las células del paciente, no habrá rechazo al nuevo órgano y no serán necesarios inmunosupresores

Entre el 3 y el 4% de los pacientes en lista de espera para conseguir un nuevo hígado en España se muere antes de que éste llegue, un porcentaje que se dispara al 20-30% en países como Francia o Estados Unidos. Por eso se necesitan más órganos. Con este objetivo en mente, Pedro M. Baptista, de la Agencia Aragonesa para la Investigación y el Desarrollo (Araid) y líder del grupo del Instituto de Investigación Sanitaria de Aragón, y su equipo trabajan con un objetivo: crear órganos bioartificiales.

«En cinco-diez años serán realidad no ya los órganos sino el trasplante de órganos de Bioingeniería siempre y cuando la financiación no frene las investigaciones», ha afirmado Baptista durante la XVII Reunión Nacional de Coordinadores de Trasplantes y Profesionales de la Comunicación.

El científico está convencido de que será así al menos en el caso del hígado, «cuya necesidad es muy elevada. Los riñones también, pero son más complejos».

Un futuro que parece ciencia ficción y que traerá con él múltiples ventajas, ya que como explica el científico tras el evento, «al crearse el órgano con las células del propio paciente no habrá rechazo ni el paciente tendrá que usar inmunosupresores ni ningún otro tipo de fármacos», lo que a priori alarga la «vida» del órgano y del receptor. «El órgano creado mediante Bioingeniería durará lo mismo o eso esperamos que el propio paciente, aunque también hay que analizar por qué falló ese órgano en cuestión».

En cuanto a la técnica, Baptista precisa que se trata de coger un órgano de animal o de humano y descelularizarlo, un proceso que consiste en “lavar” todas las células para quedarnos con el esqueleto del hígado. Lo que hace que el órgano esté como descolorido. A continuación, se le añaden las células del paciente receptor y se le estimula o mejor dicho se perfusiona: el paso capilar de un fluido, a través del sistema circulatorio o el sistema linfático, a un órgano.

Trascurridos siete días, el órgano ya no está descelularizado y se puede trasplantar. El principal problema hoy es que «no logramos crear un complejo y funcional árbol vascular, lo que hace que las células en el órgano generado en el laboratorio se mueran», reconoce el experto. Los hígados son inmaduros, su función hoy no es igual que la de un órgano natural, pero se pueden «crear mini-órganos y si los hacemos grandes podremos realizar trasplantes de órganos a medida del paciente receptor».

Y mientras ese futuro que Baptista ve tan próximo al presente llega, otra importante línea de trabajo es la terapia celular para prevenir el rechazo de trasplante al administrar células reguladoras del tejido tímico del propio paciente, tal y como logró recientemente un equipo de investigadores del Hospital Gregorio Marañón. ¿El objetivo? Que una persona trasplantada pueda en un futuro estar sin inmunosupresores, aunque para eso «estamos aún muy lejos», reconoce Rafael Correa, líder del Laboratorio de Inmuno-regulación del citado hospital.

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