Por Guillermo Romero Salamanca

La única compañía que tiene el Papa Francisco está afuera de su pequeño cuarto de la Casa de Santa Marta en el Vaticano: es una imagen de san José recostado. Debajo de ella, el Pontífice 266 de la Iglesia Católica, suele poner escritos con solicitudes para que el padre putativo de Jesús, le resuelva.

Duerme unas seis horas y se levanta muy temprano a orar. Vuelve a su cuarto después de almuerzo, “porque debo hacer una siesta de 20 minutos”.

Su cuarto no tiene televisor. Ni quiera el salón que está al lado. Al sucesor de San Pedro no le interesa ver programas ni enterarse por ese medio sobre lo que sucede en el mundo. Fue una promesa que le hizo a la Virgen del Carmen el 15 de julio de 1990, cuando fue enviado por la Compañía de Jesús a Córdoba, Argentina y él definió esos años como de “purificación interior” y “como una noche, con alguna oscuridad interior”.

Come muy sencillo, toma mate –“porque es más liviano que el café y otras bebidas aromáticas”—le gasta unos diez minutos a leer el único periódico que pide: “La Repubblica”. Le gustan los alfajores y dulces de leche para degustar después del almuerzo y se los agradeció a la canciller Ángela Merkel cuando se los llevó en su visita del 17 de junio del 2017.

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Debajo de esa imagen, el Papa Francisco deja escritas sus preocupaciones. Foto YouTube.

Aunque el Papa Francisco ha solicitado a la Iglesia Católica estar presente en todo lo relacionado con las redes sociales y ha impulsado congresos de comunicaciones, nunca mira el internet. No sabe qué es el Facebook, ni ha manejado el Twitter, aunque tenga allí más de 40 millones de seguidores en unos 10 idiomas.

Le gusta el fútbol y un guardia suizo lo mantiene al tanto de los partidos en Argentina –sobre todo del San Lorenzo–España y otros países.

Cuando cumplió 5 años de su pontificado, el 13 de marzo del 2018, había visitado 34 países, recorrido los 4 continentes en sus 22 viajes internacionales.

Todos los días recibe a diversas personas, que van desde mandatarios, embajadores ante la Santa Sede, pasando por directores de diversas oficinas del Vaticano y de quienes presiden las diferentes comunidades religiosas, pero también le dan informaciones sobre lo que sucede en el mundo, las persecuciones a los sacerdotes, las peligrosas declaraciones del presidente de Filipinas o de las descocadas disertaciones de Maduro.

Quizá el Papa puede ser una de las personas más enteradas sobre la problemática mundial. Las guerras, las migraciones, las violaciones de los Derechos Humanos, las persecuciones, las injusticias sociales, las luchas de los desprotegidos, las muertes de las mujeres en México y los delitos de miembros de la Iglesia, le agobian a diario.

No puede llorar en público, aunque en varias oportunidades ha tenido más de una lágrima al borde de la mejilla. “Públicamente no lloro. Me pasó dos veces que estuve al límite, pero me pude frenar a tiempo. Estaba demasiado conmovido, incluso hubo algunas lágrimas que se escaparon, pero me hice el tonto y después de un rato me pasé la mano por la cara”. “Recuerdo una, la otra no. La que me acuerdo tuvo que ver con la persecución de los cristianos en Irak. Estaba hablando de eso y me conmoví profundamente» al «pensar en los chicos”, dijo en la famosa entrevista al diario argentino “La Voz del Pueblo”, publicada el 25 de mayo de 2015.

Son muchos los problemas que tiene el Papa, por eso, cuando se reúne con alguien, al finalizar una audiencia o dar su bendición de los domingos, después del Ángelus, suplica: “recen por mí”.

Este 17 de diciembre, el Papa llega a su cumpleaños 82, lleno de múltiples felicitaciones y desde luego, en muchos lugares del mundo habrá solidarios católicos que ofrecerán sus oraciones por el Papa que llegó del fin del mundo.

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