Por Guillermo Romero Salamanca

Un día de 1973 se presentó en Medellín un joven músico con todos los deseos de surgir y Gustavo “el Loko” Quintero, le preguntó, en su entrevista para incluirlo en Los Graduados: “¿Vos cómo te llamás?”. “Jairo Antonio Mercado Paternina”, le contestó tímidamente y con acento de Planeta Rica, Córdoba. “Pues con ese nombre, no triunfarás, de ahora en adelante serás, simplemente “Jairo Paternina”.

Y en efecto. Desde ese instante, Medellín, Colombia y varios países, incluyendo buena parte de la colonia hispana en Estados Unidos, le conocieron con ese nombre y simplemente le agregaron “el indio”, por sus facciones nativas.

Humberto Muriel nació para la música. Viajó desde su natal Amagá a Medellín, donde encontró el sitio ideal para formar su futuro. Comenzó cantando al lado de Rodolfo Aicardi en el Grupo Miramar. Julio Estrada “Fruko” lo convenció para grabar uno de los primeros temas de salsa que se hiciera en el país: “Tesura”. Después pasó por Los Corraleros de Majagual y estaba en una gira por México cuando lo llamó Álvaro Velásquez para conformar “El Combo de las Estrellas”.

La nómina era increíble: Jairo Paternina, Álvaro Velásquez, Germán Carreño, May González, Diego del Real, Freddy Ferrer y Humberto.

En Codiscos les prestaron atención y grabaron “Te lo juro yo”, con la voz de Jairo. “Mira que te llevo dentro de mi corazón, por la saludcita de la madre mía te lo juro yo. Mira que pa’ mí en el mundo no hay na más que tú y mis pobres ojos si digo mentiras se queden sin luz. Por ti contaría la arena del mar, por ti yo sería capaz de matar. Y si te miento me castigue Dios. Eso con la mano sobre el evangelio te lo juro yo. 

El maestro Humberto Muriel en Ecuador, pendiente de cada uno de los detalles de sus presentaciones. «El público merece lo mejor», dice.Foto Marlon Muriel Muriel.

Tremendo éxito.

Después vinieron otros como hits como “Limosna de amores”, “Pequeñita”, “Piel de luna”, “Plegaria Vallenata”, “Vanidosa, “Ojos verdes”, Nadie muere de amor”, “María Puñales”, “Las colombianas”, “Las campanas del olvido”, “Lágrimas de escarcha”, “La pedigüeña”, “La bonita Soledad”, “La bien pagá”, “Fiesta”, “Tiburón comelón”, “El cóndor legendario”, “El canelazo”, Corazones partidos”, “Como gaviotas”, “Bahión Chilí” y Jairo era una máquina de éxitos, pero el 23 de septiembre de 1989 la maldad llegó hasta la tarima donde se presentaba y desapareció esta gigantesca figura de la música tropical colombiana.

Sus compañeros de equipo no sabían qué hacer, cómo orientar su carrera o terminar con la agrupación, pero Humberto Muriel, el percusionista de Amagá, dijo al igual que el presidente de su tierra, Belisario Betancur: “Si se puede”.

Y siguieron produciendo laureles: “Con el alma enamorada”, “Esposa mía”, “En silencio siempre te amaré”, “Presagio”, “Gaviota”, “Agobio”, “Estos sí es amor”, “Confundido”, “Que nunca me faltes”, “Te conquistaré”, “Soledad”, “Qué importa que murmuren”, “El amor que te doy”, “Cómo te quiero Medellín”, “Me voy para Medellín”, “Feliz contigo” y “Cuando me quieras”, entre otros.

Han recibido reconocimientos de todos los lugares donde se han presentado como en Estados Unidos, donde hace más de 30 años hacen al menos una gira por varias ciudades, en Ecuador y en México.

Ahora las voces son Alejandro González –hijo del gran May González–, Jorge Díaz –hijo de Alcides “El revoliático” Díaz, Julio Lozano y Rubén Valencia.

Humberto y su hijo

Humberto es un perfeccionista. Su orquesta suena en vivo como si se estuviera oyendo una grabación. Está pendiente a cada instante de la consola, del sonido, del movimiento de sus artistas en tarima. Es el hombre de los 200 éxitos.

UNA ANÉCDOTA

En medio de una presentación en Rionegro, cuando le montaron la boa en el hombro de Humberto. Tremendo susto que se pegó…Foto archivo personal de Pedro Muriel. Al fondo el autor de la nota.

En la carátula de “Tesura” Humberto aparece al lado de Fruko Estrada con un pastor negro. Un día nos pareció increíble tomarle una foto para la revista Viernes Cultural con alguna mascota, le contamos al maestro y dio su aprobación y en una presentación en el coliseo de Rionegro se dio la oportunidad. Apareció un tipo con una boa gigante y entonces, sin consultarle a Humberto, se la pusimos en el cuello. El susto fue tan grande que dejó de hablarnos por varios minutos y cuando volvió del baño, se tomó un aguardiente doble, el único que había tomado en años.

 

 

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