Por: Ricardo Andrés Roa-Castellanos, Ph. D.

Con la inesperada muerte del físico Stephen Hawking merecidos homenajes se rindieron por las diferentes líneas comunicativas con las que hoy cuenta la sociedad. Ciertos portales y medios llegaron a poner al occiso como creador de la Teoría del Big Bang. Incluso debido a los temas que abordó en su libro “Una breve historia del tiempo” un medio adscrito a Univisión llego a escribir[1]:

“En 1964, durante la ronda de preguntas de un charla de (Fred) Hoyle (quien “no creía” en la Teoría del Big Bang) en Cambridge, un joven delgado y de apariencia frágil se levantó y expuso sus cálculos, demostrando que la teoría de Hoyle estaba equivocada y que el universo realmente se expande. Hawking acababa de asentar la teoría del Big Bang y de paso se había ganado la eterna enemistad del orgulloso Hoyle.”

Pero muchos años antes (1927), lejos de Cambridge, un sacerdote católico, a la vez astrofísico, incluso contemporáneo y relacionado con Albert Einstein (ver Foto) había establecido con enjundiosas ecuaciones la Teoría del Big Bang. El científico se llamaba Georges Lemaître. Un Ph. D., también cura, astrónomo y profesor de física en la sección francesa de la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica[2].

Georges Lemaître y Albert Einstein

Hawking, excelente divulgador científico, no ha sido el único intento de omitir la autoría de tal hito intelectual. Con Edwin Hubble, en 1929, EE.UU buscó obtener la autoría del modelo teórico establecido por​ Lemaître, pues en este año, Hubble concibió el inicio de su constante (ley de Hubble) en la expansión del universo.

Que la ciencia hubiese encontrado que a nivel material, si hay un correlato de un Alfa (inicio, “huevo cósmico” también en palabras de Lemaître, o Big Bang para el universo en expansión[3]) y un Omega (Big crunch, final o implosión universal) no favorecía la narrativa ideológica de desvincular Ciencia con Fe.

Pero es que la raíz de la Ciencia, y la raíz de la Fe, son compartidas y compatibles: se basan en la capacidad de contemplación sobre los hechos observables de acuerdo con los principios de demostración de la Verdad.

Copérnico, quien con su revolución heliocéntrica inspiró a Galileo, en efecto, fue obispo de Warmia y animado a ahondar en sus estudios por la misma iglesia[4] devota a la verdad fáctica. 10 de los más notables astrónomos desde 1195 dC se dedicaron con doble ahínco a la vida contemplativa sobre el universo y aquello sobre-natural[5].

Dos activismos pseudocientíficos tampoco encajan bien con Hawking como estandarte de la ciencia. Su catastrofismo apocalíptico[6] no cuadra con su rol de científico (el catastrofismo es considerado por Bunge (2013) como una actitud de falsa ciencia pues de fondo la ciencia busca la resolución racional de problemas) y el ser fatalista, peor en términos religiosos, afeó su coherencia como ateo, condición de la cual se jactaba[7]. Descanse en paz Stephen Hawking y nuestra gratitud se eleve por las vocaciones científicas que exaltó, contándome entre ellas.

 

[1] URL: https://www.religionenlibertad.com/10-sacerdotes-cientificos-que-estudiaron-los-cielos-asi-avanzo-la-historia-44795.htm

[2] URL: https://www.elespectador.com/noticias/ciencia/el-apocalipsis-segun-stephen-hawking-articulo-744382

[3] URL: http://www.elmundo.es/ciencia/2014/09/21/541dbc12ca474104078b4577.html

[4] URL: https://es.gizmodo.com/del-big-bang-a-la-teoria-del-todo-el-increible-legado-1823758596

[5] URL: http://www.bbc.com/mundo/noticias-36469530

[6] URL: https://theculturetrip.com/europe/belgium/articles/georges-lemaitre-the-belgian-behind-the-big-bang-theory/

[7] URL: https://www.biografiasyvidas.com/biografia/c/copernico.htm

 




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