Por Guillermo Romero Salamanca

Para el líder comunitario Héctor Ospina, las corralejas de El Espinal pertenecen a una tradición centenaria. “En varias oportunidades han intentado quitarlas, pero la gente no lo ha permitido y entonces, el alcalde debe hacer todo lo posible para que se realicen unas fiestas donde la lechona, los tamales y el aguardiente acompañan los jolgorios.

Luego de dos años de la pandemia del Covid-19, el público de El Espinal y del norte del Tolima esperaba con ansiedad la realización de sus festividades, para interpretar una vez más “San Pedro en El Espinal”, un bambuco de Milciades Garvito, que levanta aún más los ánimos y enciende las venas.

De hecho, la banda de El Espinal es quizá una de las más populares en Colombia, o, al menos, en el interior del país y que ha acompañado a las celebraciones que comienzan el 24 de junio con la Fiesta de San Juan, donde miles de muchachos compiten por bailar el exigente sanjuanero.

Los restaurantes hacen también sus fiestas para vender los codiciados tamales. Los hay de dos clases: los comerciales que llevan pollo y los especiales que se hacen con hojas de plátano cachaco, gallina y en hornos de leña.

Desde luego porciones de lechona son apetecidas por espinalunos y cientos de turistas en la tierra del algodón y del arroz. En la región están las más grandes trilladoras del centro del país que compiten con las de los Llanos Orientales.

Hay quienes piden las “moñonas” que son opíparos platos que conjugan el tamal con la lechona.

Aguardiente Tapa Roja y cerveza Póker acompañan a los comensales mientras sudan por el calor del medio ambiente que oscila entre los 35 y 40 grados.

Las plazas de toros van de pueblo en pueblo y se levantan en cuestiones de horas. Son de tradición. En varias oportunidades trataron de eliminarlas e incluso, luego de la tragedia de Planadas, cerca de El Espinal, el 21 de julio de 2008, montaron unas plazas metálicas, seguras, pero el público debía pagar la entrada.

Así fue la tragedia en Planadas, Tolima en el 2008.

“Esto no les gustó a las personas que preferían los palcos para apreciar cómo los toros embisten a los espontáneos borrachos provistos de un pedazo de trapo rojo”, comentó Héctor Ospina.

Los castados son llevados desde varias ganaderías y son expuestos a la osadía de los arriesgados toreros que emocionados enfrentan a los animales. Es una pelea desigual porque los manteros también llevan puñales para asestarles cortes en medio de las contiendas. Al final, muchos de ellos buscan quedarse con la carne de los animales.

“La gente paga por un palco a donde les llevan comida, pasabocas y desde luego licor. Es una manera de diversión que tiene el pueblo de El Espinal y claro, si no hay muertos, dicen que estuvieron malas las fiestas”, agrega el líder.

Por el afán de presentar estas fiestas en El Espinal, este 26 de junio se vino abajo una parte de los palcos dejando como resultado cuatro personas fallecidas y más de 20 heridas.

Después del colapso, varios manteros luchaban con un animal sin importar los heridos que permanecían debajo de los palos.

“Unos dicen que hicieron falta las pruebas de resistencia materiales antes de la inauguración, otros que templetes y unos más aseguran que todo ocurrió porque las guaduas estaban verdes o “biches”, agrega.

El Espinal está de luto, el alcalde enfrenta ahora investigaciones por parte de la Procuraduría. Los dolientes despiden a sus familiares, otros visitan a los heridos en los hospitales.

Por otra parte, decenas personas quedaron perjudicadas y las demandas le llegarán al Estado no sólo por los fallecidos y heridos, sino por todos los microempresarios que perdieron sus ventas porque todos los clientes salieron despavoridos.

La historia apenas comienza.

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