El presidente de los Estados Unidos vive de escándalo en escándalo.

El diciembre del 2019 Washington reunió a medios del mundo entero por un juicio contra Donald Trump.  Nancy Pelosi, presidente de la Cámara, intentaba demostrar que el presidente había cometido un acto de abuso de poder y otro, una obstrucción al mismísimo Congreso.

Para el Comité Judicial de la Cámara de Representantes, él abusó de su poder al presionar a Ucrania para que le colaborara en su campaña de reelección al dañar la imagen de Joe Biden, su principal rival demócrata. Trump le sugeriría al presidente Zelensky, que, si se investigaba a Biden, habría ayuda militar de EE UU. En caso contrario, Ucrania se quedaría sin esa financiación.

Sobre el segundo cargo el Comité Judicial de la Cámara de Representantes sostuvo que Trump bloqueó testimonios y se negó a proporcionar documentos solicitados por la Cámara para una posible investigación que resultara en un impeachment.

La votación le dio un “si” para el juicio en el Senado.

ABSOLUCIÓN DEL CASO

El 5 de febrero los senadores absolvieron a Trump. Era previsible. Para una condena se requeriría una mayoría de dos tercios. Los republicanos del Senado impusieron su mayoría.

De esta manera, finalizaba el tercer juicio de destitución en el Senado de un presidente en funciones en la historia de EE.UU.

Era un borrón y cuenta nueva.

LLEGA LA PANDEMIA

Donald Trump, en un principio, acató las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud, tal como lo hicieron muchos países en el mundo. Es decir, que ese brote de coronavirus, no sería una pandemia.

La OMS, por indicaciones de China, demoró dos semanas en declarar la pandemia y las consecuencias fueron fatales.

La super potencia China se libró de su maldito virus, pero infectó al mundo entero.

Trump comenzó a dudar de las informaciones de la organización de la salud y en abril suspendió los pagos como socio. De igual forma, la cifra de muertos llegaba a los 50 mil y Nueva York mostraba al mundo un infierno en temas de salud, cementerios improvisados que se llenaban con cientos de cadáveres y noticias de otros estados crecían a cada momento.

Hoy, los Estados Unidos llegan a los cien mil muertos y casi un millón 800 mil infectados. El presidente no ha sido fuerte con las cuarentenas y más bien ha facilitado que las empresas sigan trabajando y que las personas continúen infectándose.

Se mostró también la vulnerabilidad del sistema de salud de los Estados Unidos. El presidente le ha achacado el problema a la OMS y hasta al mismísimo Barack Obama.

LOS PROBLEMAS CON TWITTER

Desde su campaña presidencial Donald Trump ha estado alejado de los medios de comunicación. Él piensa que con enviar sus mensajes a través de Twitter podría imponer su criterio. Al fin y al cabo, unos 80 millones de personas leen sus comentarios que lanza todo el día sobre diversos temas.

No obstante, la última semana de mayo ocurrió lo impensable. Twitter señaló que tres mensajes del presidente norteamericano contenían mensajes o promovían la violencia.

Aunque Twitter promueve una libertad de expresión, censuró varios mensajes del presidente. Situación que prendió las alarmas de la credibilidad del mandatario. La red está dispuesta a cortarle sus mensajes.

EL ASESINATO DE GEORGE FLOYD

El 25 de mayo, la Policía detuvo al exjugador de fútbol americano George Floyd en la comunidad Powderhorn de Minneapolis en el estado de Minnesota. Se le acusaba de usar un billete falso de 20 dólares.

En el arresto, Derek Chauvin, un oficial de policía de Minneapolis le puso la rodilla en el cuello de Floyd durante 8 minutos y 46 segundos.

Este primero de junio de 2020 una autopsia independiente encontró que la muerte de George Floyd fue un homicidio por “asfixia por presión sostenida”.

DESÓRDENES POR DOQUIER

Desde el mismo 25 de mayo, miles de afroamericanos, deportistas, grupos multiétnicos, organizaciones pro libertades salieron a las calles a protestar.

El tema del racismo en Estados Unidos es latente. Unas veces auspiciado por personas de extrema derecha y otras, por agitadores sociales.

Las redes sociales y los medios de comunicación han llevado al mundo las marchas pacíficas y otras que con palos, pinturas y bombas incendiarias han atacado a la Policía, a las estaciones y a la misma Casablanca, sede del gobierno central.

En Washington debieron guarecer al mismo Donald Trump en un bunker, mientras en las calles la policía dispersaba a los manifestantes con gases lacrimógenos.

BOMBAS DE TIEMPO

La situación no es fácil en estos momentos en los Estados Unidos, entre la pandemia y el agite social.

Mientras Donald Trump estimula a los extremistas blancos, trata a los manifestantes de izquierda, amenaza con echarles los perros de la Casa blanca, por otro lado, gente con hambre, desempleados, delincuentes que asaltan residencias, chavistas venezolanos y de otros países toman revancha en estos momentos.

Las manifestaciones no tienen una voz y el líder no posee la inteligencia para entender su papel en este momento tan crucial.

El número de marchas aumenta día a día. Lo único que las ha podido sofocar han sido las reacciones de agentes de la Policía que con rodilla en el piso han pedido perdón por lo que le ocurrió a Floyd.

Sin embargo, noche a noche se suman más ciudades para el desmadre. Este 1 de junio ordenó toque de queda para varias ciudades y el envío de tropas para controlar los desórdenes.

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