Hernán Alejandro Olano García. Miembro de la Academia de Genealogía, Nobleza y Armas «Alfonso XIII» de Madrid.

En la primavera del año 2013, el anterior Jefe del Gobierno español, Mariano Rajoy Brey, expresó: «Su Majestad el rey ha prestado grandes servicios a este país en la Transición y el golpe de Estado del 23-F»; sin embargo, aunque es una gran verdad, debido al hecho de haber instaurado las libertades y la democracia en España, esto hizo que muchos, más que monárquicos, los españoles fuesen «Juancarlistas».

La reconciliación entre el régimen franquista y el nuevo estilo constitucional, sólo pudo hacerla un líder de la concordia, pero ¿sería justo únicamente recordar a don Juan Carlos por sus amantes o por una cacería de elefantes en Botsuana? ¿Por ser un poco díscolo ante la actitud prudente de una gran dama como lo es doña Sofía? ¿Por haber dado largas a sus hijas para contraer matrimonios morganáticos que sólo han generado para ellas y el Estado escándalos por sus escaladores maridos Marichalar y Urdangarín?

La historia de España que ha corrido desde 1975 no puede ser censurada por actuaciones de un hombre, nacido en Roma, durante el exilio de su familia, que llegó el 9 de abril de 1948, siendo un niño, a la estación de Atocha de Madrid, para quedar bajo la tutela del Generalísimo y tenerse que disputar en 1969 con Javier de Borbón Parma y con su primo Alfonso de Borbón Dampierre, la candidatura en la terna de nobles que deseaban la sucesión de la Jefatura del Estado español, que había sido reconocido nuevamente como una monarquía por el propio Franco en 1947.

El matrimonio de don Alfonso de Borbón, con la «nietísima» Carmen Martínez Bordiú, actual Duquesa de Franco, hizo peligrar la continuidad de don Juan Carlos en su carrera dentro de lo que algunos han denominado como la creación de la dinastía «Franco-Borbónica». Pero la nulidad de esa unión permitió a Franco decantarse por la pareja Borbón y Grecia y no por sus otroras Altezas Reales Borbón- Martínez, o incluso, por las conspiraciones del Conde de Barcelona, quien desde Estoril, Portugal, donde los legitimistas le hacían reverencia como Juan III, seguía reclamando su heredad, hasta que éste, en 1977 se presentó frente a Juan Carlos, abdicó sus derechos al trono como hijo de Alfonso XIII y con toda solemnidad dijo: «¡Majestad, por España, todo por España, viva España, viva el rey!».

Juan Carlos de Borbón y de Borbón llegó a ser rey de España, porque Franco lo decidió así, aunque parecía que nunca se llegaría al «hecho biológico» del fallecimiento del gallego, para que Juan Carlos, quien no fue Príncipe de Asturias, sino que ostentó el título de Príncipe de España, llegando a asumir el trono constitucional, bajo el amparo de lo que sería legitimizado en la Constitución de 1978.

El almirante Carrero Blanco, había dicho: «Juan Carlos podrá ser un buen rey con la ayuda de Dios», la cual, al parecer lo acompañó sólo hasta 2014 cuando abdicó y comenzó su declive. Previamente, su actitud fuerte tras el golpe de 1981; sus frecuentes visitas por las comunidades autónomas; la legalización del Partido Comunista; los Pactos de la Moncloa que permitieron realizar elecciones abiertas casi en un siglo sin efectuarse; la lucha demócrata contra los terroristas de ETA; su presencia en los funerales de las víctimas del Yak-42 y del 11-M; etc., son razones para analizar el papel de Juan Carlos Primero (y único) en la España del «destape».

El rey volado vive ahora en Emiratos Árabes.

El rey siempre transmitió sensación de soledad; primero, porque sus padres lo «cedieron» al dictador siendo un niño, acompañado de su hermano, que falleció en un accidente con un arma que Juan Carlos manipulaba, ante lo cual, Franco dijo: «A la gente no le gustan los príncipes con mala suerte». Luego, siguió siendo el gran solitario, cuando tuvo que ir a buscar novia en un crucero para príncipes «casamenteros», donde encontró a Sofía; después, viviendo apartado del mundo, por orden de Franco, en «La Zarzuela», para no dejarse «contaminar» y, más adelante, como un «Campechano», que según el diccionario, significa: «Franco, dispuesto para bromas y diversiones. Afable, sencillo, que no muestra interés alguno por las ceremonias y formulismos», quiso ser uno más de su pueblo, pegándose escapaditas en moto hasta Madrid para tener encuentros furtivos, hábilmente cubiertos por los propios medios de comunicación, los cuales tácitamente habían acordado no hablar mal del rey. Sin embargo, los Rubalcaba, los Sánchez, los González, los Rufián, los Iglesias, los Zapateros, etc., llegarían para cuestionar la institución monárquica, hoy en cabeza de Felipe VI, por los errores seniles de don Juan Carlos.

Las críticas de los detractores del rey Juan Carlos, que en realidad no es rey emérito, sino rey para conservar su fuero ante algunas demandas de paternidad, también están fundadas en que fue entronizado el 27 de noviembre y luego, el 22 de diciembre de 1975, juró como monarca «por Dios y sobre los Santos Evangelios», mientras que el 19 de junio de 2014, su hijo juró sobre la Constitución, eliminando los símbolos religiosos del ceremonial, para la Iglesia, al parecer por influencia de la reina Letizia, para quien la devoción católica no posee el mismo peso que lo tiene para la conversa reina Sofía, otrora ortodoxa griega.

Corinna Larsen zu Sayn-Wittgenstein, la ‘amiga entrañable’ del rey; Sol Bacharach, Bárbara Rey, Olghina de Robilant, Carmen Díez de Rivera, conocida como ‘La musa de la Transición’; Raffaela Carrá, la atractiva ragazza; así como otras damas de menor figuración, hacen parte del gusto extramarital de don Juan Carlos por la belleza femenina, así como previamente lo tuvo por la princesa María Gabriela de Saboya, de quien estaba enamorado antes de conocer a Sofía, «la fiel».

En una carta a su hijo, se despidieron treinta y nueve años de historia de España. Siempre se habló de la «natural astucia» de don Juan Carlos y de su intuición para la conformación del gobierno parlamentario, así como uno de los momentos estelares de su vida pública, cuando como «padre» de los presidentes hispanoamericanos, reprendió a Hugo Chávez con el «¿Por qué no te callas?». Ahora muchos se preguntan: ¿Por qué no te quedas?

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