Por Esteban Jaramillo Osorio.

No triunfa cualquiera. Lo logran solo los elegidos, los que quedan en la historia, como Farah y Cabal, en el mítico Wimbledon. La pareja es la mejor del mundo con una conquista inédita e histórica.

Sacuden ellos el ambiente deportivo en el país, como lo hacen los ciclistas siempre que compiten, hoy en tensa y nerviosa espera de las etapas de cuesta, las que definen el tour. Egan y Nairo son nuestros protagonistas.

O como Caterine y Mariana, cada vez que van a las pistas; o como los beisbolistas, Quintana, Urshela, Alfaro o Teherán, que llenan de gozo a los costeños. O los deportistas con discapacidad, siempre silenciosos, con gloria y sin publicidad.

Colombia país de atletas como dicen en Coldeportes.

Resulta, sinembargo, inevitable referirnos al balón y sus protagonistas, por la influencia popular que tienen. Cerradas las heridas de la Copa América, la selección ya prepara compromisos de fogueo programados para comienzos de septiembre. Se espera que en ellos se consoliden los relevos de Falcao, Cuadrado y algunos más que dan muestras de fatiga competitiva. Que sean los dos juegos, contra Venezuela y Brasil, banco de pruebas ideal para mirar alternativas  e impulsar la renovación.

En nuestro medio la liga está en marcha, en periodo de ajuste, sin retoques con renombre, con el propósito de adaptar los clubes a las realidades financieras actuales. Deprimido ha sido el mercado de transferencias. Colombia, en fútbol, es un país vendedor y no comprador.

El compás de espera para entrenadores y jugadores es pequeño por la impaciencia que originan los resultados.

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