Por Guillermo Romero Salamanca

Una vez le preguntaron al maestro Agustín Lara qué opinaba de Olga Guillot y no dudó en expresarse: «Después del cielo, Cuba; después de Cuba, Olga Guillot”.

Sin embargo, para el estudioso e investigador Jaime Rico Salazar, autor del libro “Los cien años del bolero”, sostenía que la bolerista más importante era María Luisa Landín y que era la verdadera Reina del Boleto en Latinoamérica. Este contrapunteo, desde luego, no le gustaba para nada a Olga Guillot.

En 1985 asistí a un concierto de Olga Guillot en el Hilton Fontainebleau de Miami. El empresario Fernando Plaza Cayón, que en paz descanse, vivía a unas cuadras del famoso hotel y todos los días, a las seis de la mañana salíamos a caminar por la playa desde 50 hasta la 22 de Miami Beach y de regreso, desayunábamos en uno de sus restaurantes. Con Club Sándwich o un continental hacíamos tertulia con los empleados del lugar. Un día nos invitaron al espectáculo que daría la reina del bolero.

A las 9 de la noche llegamos con nuestros mejores atuendos al salón donde además servían comida y mucho, mucho vino blanco frío. Se abrió el telón y apareció la gran Olga Guillot, acompañada por un fuerte grupo que ofreció el primer tema:

Cuando la brisa /de invierno se cuela, por mi ventanita, /oigo sonar, oigo sonar. Como si un ángel/ con mano de seda, en mis campanitas / tocara un madrigal, un madrigal. Tilín, tilín, tilín, /oye que bonito es el tilín, de mis campanitas de cristal. Tilín, tilín, tilán/ campanas que tañen para mí tan dulce canción.

Un éxito total. Terminó y una lluvia de aplausos inundó el lugar repleto de cubanos y mexicanos y señoras adornadas con sus galas de noche.

Foto Miami Herald.

Olga Guillot estaba vestida con un traje azul largo, peinado corto, acompañada de aretes grandes y pulseras que se quitó de un momento a otro porque hacían un ruido extraño al acercarse al micrófono.

Después llegó con “Miénteme” del maestro Armando Chamaco Domínguez. Voy viviendo ya de tus mentiras, sé que tu cariño no es sincero; sé que mientes al besar, y mientes al decir «te quiero», me conformo porque sé, que pago mi maldad de ayer”. Tremenda canción que fue entonada por más de la mitad de los asistentes. Ya me estaba animando.

Después vinieron “La gloria eres tú”, “La noche de anoche”, “La mentira”, “Contigo en la distancia”, “Sabor a mí”, “Alma mía”, “Bravo”, “Piel canela”, “Cuando estoy contigo”, “Adoro”, “la canción de mis canciones”, “Lágrimas negras”, “Qué sabes tú” y “La mentira”.

El vino blanco frío hizo efecto para la memoria, pero fueron más de dos horas de éxitos.

Ella se llamaba Publia Olga Guillot, había nacido el de octubre de 1922 en Santiago de Cuba, se casó en tres oportunidades, tuvo una hija –Olga María—que también canta—y desde 1946 hasta el 2002 grabó infinidad de boleros.

Tuvo el privilegio de cantar al lado de Frank Sinatra, Nat King Cole, Sara Vaughan y de la inmortal Edith Piaf. Cuando Fidel Castro llegó al poder y al presagiar que el barbudo nunca entregaría el poder y sometería a la isla al ostracismo, viajó a Venezuela, después a México y terminó viviendo en Miami, en los Estados Unidos.

Recorrió los más renombrados escenarios de América, desde Montreal hasta Buenos Aires. Fue amiga de centenares de cantantes y ofreció sus espectáculos a centenares de musicales de televisión.  En Miami era una de las figuras más reconocidas, aplaudidas y respetadas por su voz, su cariño por el bolero y por su bondad.

El 12 de julio del 2010 su corazón no resistió más y marchó al cielo de los músicos con la tristeza de no poder haber visto a su patria libre del socialismo.

Olga Guillot. Foto YouTube.
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