Por Rubén Darío Arcila, Rubencho

El verde seguido por el desierto, el Jordán y el Mar Muerto y…¡Jerusalen!. Ahí está la tierra prometida, el objetivo del Giro de Italia 2018-la carrera rosa- que espera con los brazos cruzados la llegada de Christopher Froome, el “pecador”, caído por positivo de Salbutamol, dispuesto a escalar el Muro de los lamentos y el arrepentimiento.

Paseando por las callejuelas de Jerusalén, el británico se estará preguntando siempre lo mismo: ¿Qué camino elijo? Elijo recordar que en esta tierra el Verbo se hizo carne y ¡¡Ahora está entre nosotros!! Creer que en cualquier situación, incluso negativa, Dios está ahí.

Cuando la resistencia ética y moral se rompen, la UCI prefirió lavarse las manos y dejar el fallo en manos del TAS (Tribual Arbitral del Deporte) que estará pensando a esta hora cómo falsear la memoria de lo que realmente ocurrió con la tal sobredosis del hombre más visible del espectáculo y del equipo Sky.

A ciertos elegidos, bendecidos por un gran talento, se les presenta muy pronto, la oportunidad de decidir qué tipo de personaje quiere proyectar o cómo quieren ser recordados. En el caso de Froome todo señala que no entrará al reino celestial de los cinco Tours ganados, su gran ambición.

Ante las dudas, vivirá un auténtico calvario entre Tierra Santa y Roma, agobiado, acosado por las preguntas afiladas del periodismo-¡vaya corona de espinas!- que serán sus verdugos en el largo trayecto y en cada rueda de prensa.

Antes del 4 de mayo, dormirá a unos kilómetros de Belén esperando la llegada de los Reyes Magos del TAS que lo resuciten y tengamos a Chris para rato, respirando un nuevo oxígeno y el incienso de sus admiradores. Debe estar muy atento, el cuatro veces ganador del Tour, porque de pronto aparece un Miguel Ángel y le pinta la cara con su genio y escultural silueta de gran campeón: Miguel Ángel López. La cima del Zoncolán – etapa 5 estrellas -tiene la última palabra.





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