Por Gabriel Ortiz

Antes de lo pensado, aflora en Petro la tiranía madurista. Aún le resta un año en la Casa de Nariño y ya se ha anticipado a destruir la democracia, minar los tres poderes y arrasar con las libertades a cualquier costo, para engrandecer su causa política.

No le ha bastado implantar con ansias, la abrumadora burocracia, imponer el despilfarro, la destrucción y la corrupción, para entronizar un estado M19, con todas las pléyades de sus bandas, camarillas, milicias y sectas.

Su objetivo es alcanzar el poder absoluto, con todos los protuberantes vicios, de poder conocidos.

Peló el cobre cuando las emprendió contra la prensa, los columnistas y todos los medios de comunicación que denunciaban la podredumbre en su actuar y su gobierno.

Un falso pastor que lo venía acompañando en el gabinete, le dio el impulso para eliminar todo lo que se llamara prensa, implantando la teoría de que el espectro electromagnético es de propiedad del Estado y del presidente en ejercicio. Así lo afirmó el día que destituyó a la canciller Laura, tras impedirle la contratación de los pasaportes. Ese asesor y sus más cercanos consejeros tienen a Petro en peor estado que el que le imprimen los alucinógenos de los que habla el excanciller Álvaro Leyva. Fue el que afirmó haber visto al Senador y excandidato Miguel Uribe brincando por los pasillos de la Santafé cuando agonizaba en una UCI. El mismo del que salió apresuradamente cuando se enteró que la procuraduría ordenaría destituirlo por pillaje con la compra de pasaportes.

Pero qué se le ocurrió a Petro: ultrajar a Brasil nombrándolo embajador de donde también saldrá depuesto por orden de la Procuraduría.

¿Qué sucede con los otros gubernamentales pillos que anidan disfrutando de contratos, negociados o posada y ciudadanía en embajadas? Nada. Petro pidió la extradición de Carlos R. su íntimo que acabó con la UNGRD.  

El Jefe de Estado deberá afinar su destreza para desmontar todas sus ilusiones, delirios y quimeras, como aquellas que dijo haber soñado en París cuando leía los tratados de Karl Marx.

Uno de esos tradicionales sueños le serviría para frenar la guerrilla que diezma a Colombia, con más de 20.000 facinerosos; para fortalecer el ejército y la fuerza pública, para sepultar la zona “de seguridad binacional” que quiere montar con Venezuela y Maduro, para exportar la droga del cartel de los soles.

Petro quiere implantar como cualquier Maduro, un estado que tapone, disfrace e imponga la corrupción y acabe con cualquier organismo electoral que garantice su reelección: un Petro modelo 26.

Si Colombia quiere recuperarse necesita implantar un Estado sin odio, sin engaño, con manejo correcto, con libertades y el cumplimiento de su Constitución.

Petro requiere terminar sus frecuentes sueños eliminando la libertad de prensa. El Canal Uno de TV tiene toda la legalidad y por varios años más. El espectro electromagnético no es de Petro: es del Estado y de todos los colombianos. El presidente tendrá que buscar otro medio, si quiere escapar a las críticas por su mal gobierno… y otra isla, si quiere una guerra con Perú.

BLANCO: Cien años de vida cumpliría Don Guillermo Cano, quien fue asesinado por el narcotráfico. Siempre ejerció un periodismo valiente y comprometido. Nunca desmayó durante su gestión de director de El Espectador, en el propósito de vida: luchar por la libertad de prensa. Quienes recibimos sus enseñanzas, nunca podremos olvidar a quien fue un héroe del ejercicio profesional que hoy quiere acabar el presidente Petro.

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