
Por Gabriel Ortiz
Nunca antes un presidente, o un político sensato se habían atrevido tanto. ¿Estaba borracho, dopado o drogado? se preguntaron el país entero y varias naciones, cuando ese 28 de septiembre se dispararon las redes, teléfonos y en general los medios de comunicación, para revelar la hazaña del presidente Petro -el de Colombia- en una calle de Nueva York, al ordenar al mundo entero conformar un ejército que marcharía para defender a Palestina y a todos los puntos en guerra del Oriente Medio.
En esos momentos Petro ya no tenía visa para ingresar a terreno norteamericano, porque se disparató y ordenó al ejército norteamericano, desobedecer las órdenes del presidente Trump, su Comandante en Jefe, sí trataba de intervenir en la guerra de Gaza.
Con su garganta profunda, exclamó que quería defender esa región del mundo de las matanzas y de todos los atropellos que comete Israel, Estados Unidos y otras naciones de derecha. Y fue más allá: vociferó sobre su valentía y experiencia de combatiente, quizá recordando sus actuaciones beligerantes, cuando actuó no muy brioso ni audaz en la guerrilla del M19. Alguien comentó: “se le revivió la espada de Bolívar” y espíritu incendiario.
Algo deglutió durante el vuelo de regreso, porque su animosidad era incontenible, no se sabe si por la cancelación de la visa norteamericana o por sus pelafustanezcas y frenéticas apariciones en las calles de Nueva York.
Estaba orgulloso de sus apariciones en el foro de las Naciones Unidas, organismo al cual quiso desprestigiar, injuriar y cambiar su sede. Creyó estar reencarnando al finado ruso Nikita Kruschev, cuando se quitó en plena sesión los “ferragamo” y zapateó la tapa del escritorio.
¡Pues nada! el avión -ese de todos los colombianos que solo él utiliza- regresó con todo y delegación. Alguien le “sopló” aquello de la cancelación de la visa, que supuestamente poco le importó, porque posee una por su ascendencia italiana, para cuando quiera salir del país a gozar de todo cuanto puede lograr con lo atesorado durante su gobierno. Solo se limitó a decir la visa solo la necesitaría para ir al Tolima, sin enterarse de lo que simultáneamente estaba ocurriendo en la tierra del Maestro Echandía.
Nada más y nada menos que -como es de permanente ocurrencia- se había registrado un genocidio en Palestina. Eso ni lo imputó, ni impulsó a salir y ordenar a ese ejército multinacional que propone ocuparse de partir hacia el Medio Oriente a defender a las víctimas de esa Palestina. Pero alguien, a tiempo, le informó que la matanza era en P A L E S T I N A, la nuestra, la del Huila, Colombia.
Eso tranquilizó a Petro. Era en la vereda Samaria, en medio de la guerra en que vivimos. Ni siquiera llamó a su ministro Sánchez, a ordenarle intervenir. Ese ataque, ese genocidio no le atañe, incumbe o interesa al presidente de Colombia. No fue en Palestina (Medio Oriente), sino en el Huila y los muertos fueron colombianos que no tienen sangre árabe, no son de izquierda y no votaran por el “petrismo” en el 26.
Ese es nuestro presidente, el que lucha contra los genocidios, siempre y cuando no ocurran en este territorio colombiano lleno de guerrillas, inseguro y en poder del creciente narcotráfico. Es el que le miente a la ONU, cuando indica que estamos en un país en paz, pleno desarrollo, sin narcocultivos y riqueza.
BLANCO: Se ha puesto en duda al Dane, por sus últimas encuestas. Se afirma que el desempleo bajó, por la enorme nómina de empleados que ni tiene oficina, ni laboran, que ha montado Petro para buscar votos para el 26.
NEGRO: Se está descubriendo que el ministro de salud y el presidente de Ecopetrol, ocultan sus actuaciones que violaron los topes de la campaña, con las negociaciones de los vuelos.
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