El cacao de Santa Isabel, al suroeste de Antioquia, una historia ancestral

Las historias familiares tienen un pasado enriquecedor, y mucho más, cuando una sola propiedad rural, con más de 200 años, sigue perteneciendo al mismo apellido, el López Londoño.

A través de cinco generaciones ha sobrevivido Santa Isabel, una finca maravillosa que ha vivido en su historia, matrimonios a conveniencia, que han logrado conformar familias enteras, como la primera que llegó a estas tierras, hace más de dos siglos.

Santa Isabel es una propiedad rural, que hace parte de la historia de la vereda Quiebra de Guamito, en Santa Bárbara, municipio ubicado al suroeste de Antioquia y conocido en el departamento como Cuna de la Cordialidad Balcón de Bellos Paisajes.  

En la finca Santa Isabel, donde tuvo origen Cacao Guillé, estuvieron primero otras actividades económicas. En los terrenos de la familia López Londoño, antes hubo producción ganadera, cultivo de caña, fabricación de panela y hasta cultivo y alisamiento de tabaco.

Sin embargo, la historia también cuenta, que en los últimos 100 años, Santa Isabel fue una tierra rica en café, mango (en Santa Bárbara se celebran las fiestas del Mango), cítricos, maíz y frijol. El cacao por su parte, ha sido un cultivo más para la producción y consumo familiar, a lo largo de la historia.

Para lograr el objetivo con el cacao y que este fuera solo para el uso interno de los integrantes de la familia; los hombres lo cultivaban y seguían todos los procesos requeridos de fermentación y secado. Luego, las mujeres lo tostaban en leña y sobre callanas (recipientes de barro) lo molían, para después armar las bolitas y guardarlas en el granero, dentro de recipientes de barro o madera y así irlo usando en la medida necesaria.

Cuando se volvió un cultivo principal

Hace unos 40 años aproximadamente, todos los esfuerzos en la finca Santa Isabel, se concentraron en el cultivo de cacao, como una opción de producción y venta. “La roya fue llegando y acabando con muchos cultivos de café en el departamento”, cuenta Ruby, hija de don Guillermo López, uno de los herederos de la generación de cultivadores.

Fue entonces, como una situación adversa le empezó a abrir las puertas un proyecto diferente, en el que los agricultores, encontraron una diversificación de la economía.

Guillermo López, ese heredero de la tradición en Santa Isabel, fue pionero en el tema del cultivo de cacao y también contó en su momento con el respaldo de la Casa Luker, a quien le aceptó la ayuda, para aumentar su cultivo de cacao y convertirlo transformarlo entonces para fines productivos y económicos.

Se sembraron aproximadamente 3.000 árboles entre criollos, forasteros y trinitarios.

Cuentan sus descendientes, que por cuatro décadas, el cacao fue el cultivo consentido de Don Guillo, como lo llamaban sus familiares, constantemente podado y fertilizado con las cáscaras de las mazorcas; esos granos secos que lograban obtener, eran vendidos a la Nacional de Chocolates o La Casa Luker, mejorando de esta forma, la economía familiar.

Un acontecimiento familiar

En tiempos de cosecha, la transformación de cacao en chocolate, se convertía en todo un acontecimiento para la familia. “Mientras mi mamá lo tostaba, nosotros descascarillábamos y molíamos, y ella seguía con el armado de las bolitas”, recuerda Ruby López.

Siempre, después de ese proceso, en la familia guardaban una cantidad precisa, para hacer un delicioso postre de cacao, agregándole panela, maíz, harina, y después lo aromatizaban con jengibre y lo disfrutaban en Santa Isabel.

Con el paso del tiempo, Don Guillo envejeció, y en el agosto de 2017, partió a la eternidad, con sus 91 años bien cumplidos. “Nosotros como herederos debíamos tomar una decisión, continuar o vender. Fue entonces cuando retomamos la historia de aquellos encuentros familiares y decidimos seguir con su legado”, añade Ruby.

Una apuesta por el consentido

Luego de la desaparición de Don Guillo, sus herederos decidieron apostarle a no dejar morir la tradición del cultivo de cacao. En los dos últimos años, se han presentado buenas cosechas, dos  grandes en cada año, reportando unos 2.600 kilos aproximadamente en el año, y además, hay constantemente mazorcar en los árboles.

Pero para que se pudiera conservar el cacao, el cultivo más consentido de Don Guillo, su familia ha buscado apoyo de entidades como el Sena y la Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria, conocida en los territorios, como Umata.

“En el momento estamos realizando un censo del cultivo, una evaluación de cada uno de los árboles, el proceso de la poda, el mejoramiento del beneficiadero y adicionalmente, la unión con otros cacaocultores de la región, para crear una asociación”, explica Ruby, la hija de Don Guillo, y encargada de todo el proceso de transformación, luego de recibir de su hermano Ignacio, quien se encarga del cultivo, el cacao seco.

En la tradición está el amor

Cacao Guillé Ancestral, surgió entonces porque las raíces permanecen, en una familia que ha forjado su gusto y amor por la tierra, a través de varias generaciones, teniendo en la agricultura, la siembra y la producción de diferentes especies, como el cacao, el sustento y la economía de todos.

El nombre de este producto, es además, un respeto y un agradecimiento por el padre y la madre. El Guillé, en honor al patriarca que amó profundamente su cultivo de cacao y el término Ancestral, por el respeto a las tradiciones, los procesos artesanales, las enseñanzas y los diferentes sabores que ponía la madre, pero a todo se le junta el recuerdo de volver a la memoria, los encuentros familiares.

Durante la creación de la empresa, también se inició un proceso de investigación sobre el cacao y el chocolate, para identificar el diferencial en el producto, fue aquí, donde “encontramos los beneficios medicinales del cacao puro. Toda esta información nos llevó a México, donde los Olmecas, Aztecas y Mayas, lo procesaban y lo tomaban líquido, esa era la bebida de los guerreros y los líderes para darles salud, vigor y energía”, cuenta Ruby, con la pasión que siente por la marca, la misma que le imprime su esposo Jorge Álvarez, el encargado de la parte comercial de Cacao Guillé Ancestral y su hijo Juan José, el que le mete la creación gráfica y comunicacional al producto.  

La historia cuenta qué…

Hace muchos años, cuando se dinamizó el cultivo de cacao por Suramérica, este se convirtió en parte de la cultura oligarca del momento. Era necesario tomar bebidas a base de cacao puro, se volvió esencial en eventos sociales y reuniones de negocios.

Las familias adineradas, lo consumían diariamente, fue por esto que aparecieron unos personajes muy particulares y bonitos en la época, denominadas las molenderas, contratadas exclusivamente por las familias adineradas, para la labor del procesamiento de las semillas de cacao.

Estas molenderas, conocieron el proceso de los monjes y además, aprendieron el arte de curar con la bebida del cacao caliente. De esta forma empezaron a recetar a través de diferentes mezclas: cacao con jengibre, para los pulmones y la garganta; cacao con clavo, para el dolor de muela o curar heridas en la boca; cacao con canela, para calentar el cuerpo; cacao con algarroba, para los síntomas del “cierre de edad”; cacao con ají, para los hombres débiles y cacao con cúrcuma, para la inflamación de las coyunturas.

“Sin embargo, esta bebida milagrosa, fue reemplazada por las golosinas de chocolate llenas de azúcar y otras grasas que enloquecieron al mundo entero, olvidándose así todo el poder medicinal del cacao. A esto se sumó el auge del café por lo cual la bebida caliente de cacao fue relegada a ser el acompañante de los desayunos”, apunta Ruby, quien además, añade, que en la empresa que es bien familiar, también participan sus hermanas Dora y Nancy, desde la parte contable y administrativa, aunque esta última que es ingeniera forestal, también aporta en el cultivo y la conservación del bosque natural y el nacimiento del agua, para que se una economía circular, lo que les ha permitido estar en el programa Negocios verdes de Corantioquia.  

Gracias a la tradición, al consentido, a la familia, a los sabores de la madre, a las generaciones que los antecedieron, Cacao Guillé Ancestral, busca rescatar esas recetas ancestrales, y poder desde allí ofrecer con sus productos, todo el poder medicinal del cacao, con un proceso muy artesanal de la semilla completa, sin adición de grasas, ni saborizantes, ni colorantes, ni conservantes, buscando que el oficio de las molenderas, no se quede en el olvido y se recuerde en un producto que es muy nacional.

Por: Marcelo Montoya A.

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