El Ictus —también conocido como accidente cerebrovascular (ACV)—, es una de las principales causas de muerte y discapacidad en el mundo. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, más de 12 millones de personas sufren un ACV cada año, y una de cada cuatro lo experimentará al menos una vez en su vida. En América Latina, este tipo de eventos se presenta con mayor frecuencia en personas en edad productiva, lo que representa un gran reto para la salud pública.

El ictus ocurre cuando el flujo sanguíneo que llega al cerebro se interrumpe total o parcialmente, impidiendo que las células cerebrales reciban oxígeno y nutrientes. Puede ser isquémico, por obstrucción de una arteria cerebral, o hemorrágico, cuando un vaso sanguíneo se rompe. En ambos casos, el tiempo de atención es decisivo para evitar secuelas graves o incluso la muerte.

“El ictus es una emergencia médica donde cada minuto cuenta. La rápida identificación de síntomas como debilidad en un lado del cuerpo, dificultad para hablar o sonreír, pérdida repentina de visión o dolor de cabeza intenso puede marcar la diferencia entre una recuperación funcional y una discapacidad permanente”, explica la doctora Alexandra Vega, gerente Médica y de Farmacovigilancia de Genfar.

Hipertensión y diabetes: los principales factores de riesgo

La hipertensión arterial es el principal detonante del ictus, pues daña de forma progresiva los vasos sanguíneos y aumenta la probabilidad de coágulos o rupturas arteriales. La diabetes mellitus, por su parte, multiplica entre 1, 8 y 6 veces el riesgo de un evento cerebrovascular, especialmente cuando se combina con obesidad, colesterol alto o sedentarismo.

Controlar adecuadamente estas condiciones no solo reduce el riesgo de ictus, sino que mejora la salud cardiovascular. Mantener un estilo de vida saludable, asistir a controles médicos y cumplir con los tratamientos prescritos son acciones clave.

“La adherencia a los medicamentos y el acompañamiento médico son esenciales para mantener la presión arterial y los niveles de glucosa en rangos seguros, y así prevenir complicaciones graves”, agrega la doctora Vega.

Otros factores que incrementan el riesgo incluyen la edad, el tabaquismo, el sedentarismo, el estrés, la obesidad y enfermedades cardíacas como la fibrilación auricular. Sin embargo, la mayoría puede prevenirse o controlarse con educación y hábitos saludables.

Identificar a tiempo puede salvar vidas

Reconocer los signos de alarma puede marcar la diferencia. El método FAST, por sus siglas en inglés (Face, Arms, Speech, Time), es una herramienta sencilla que puede salvar vidas:

●        F (Face / Cara): Pide a la persona que sonría. ¿Un lado de la cara está caído?

●        A (Arms / Brazos): Pide que levante ambos brazos. ¿Uno cae o no puede levantarlo?

●        S (Speech / Habla): Pide que repita una frase sencilla. ¿Habla arrastrado o incoherente?

●        T (Time / Tiempo): Llama inmediatamente al servicio de urgencias. La rapidez en la atención es vital.

La prevención empieza con pequeños cambios

La especialista insta a las personas a tomar decisiones informadas para cuidar su salud. Controlar la presión arterial, mantener un peso saludable, alimentarse bien, reducir el consumo de sal, tabaco y alcohol, y realizar actividad física regularmente son acciones simples que pueden evitar consecuencias irreversibles.

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