
Por Álvaro Ayala
Militares y policías de Colombia: no se dejen matar ni secuestrar. La cuota de sangre y muerte no la pueden seguir aportando ustedes a cambio de nada y de impunidad. No mueran por el presidente, la patria, ni la democracia. Esos son valores subjetivos creados para organizar la sociedad y garantizar el orden y la convivencia. Las tres cabezas del poder público quebraron dichos mandamientos, por lo tanto, vivimos en una institucionalidad disfuncional.
No se entrega la vida o la salud por un presidente ni por su gobierno, en donde los delincuentes tienen más garantías que una sociedad decente. La vida hay solo una y es para disfrutarla con la familia. La vida no tiene repuesto. Cuando a los soldados y policías los asesinan, en este mundo se quedan llorando sus padres, viudas, huérfanos y demás familiares. Nadie más vuelve a recordarlos.
La patria, la democracia y lo que se llama estado social de derecho se rompe cuando no se garantiza la vida y la dignidad de todos sus ciudadanos. En el organigrama social los soldados y policías ocupan el último nivel y únicamente los tienen en cuenta para ir a la guerra en inferioridad de condiciones. Aquí las cabezas del poder público rompieron y desintegraron el compromiso que los obliga a ser decentes. Ejecutivo, Congreso y poder judicial violaron el pacto del buen comportamiento.
Algunas de las pruebas son las siguientes. Colombia es el único país del mundo donde existe el cartel de la toga. Todavía está prófugo el genocida jurídico Leónidas Bustos, expresidente de la C.S.J. También está prófugo Carlos Ladrón González, el viejo mejor amigo de Petro. Le siguen Bonilla, Pinilla y su pandilla. Otra emblemática figura del crimen organizado es la ex consejera presidencial, Sandra Ortiz. Le siguen las cabezas de Senado y Cámara, Name y Calle, sobornados por el gobierno Petro a cambio de tramitar y aprobar leyes.
La Corte Constitucional está en deuda con el país. No han declarado inexequibles las leyes fruto de ese concierto para delinquir entre ejecutivo y legislativo. Una ley parida por un cohecho no puede estar sacando pecho. Por no abortar esos monstruos nos clavaron otra reforma tributaria. Ahí está el flujo de caja para la campaña al siguiente congreso. Los nuevos impuestos ya están repartidos, mitad se los roba el ejecutivo y la otra mitad es para mermelada. Mientras tanto, policías y soldados con rifles de la primera guerra mundial les ponen el pecho a las balas.
Militares y policías, exijan garantías de seguridad o abandonen uniformes y filas. No se trata de un golpe de Estado. El presidente se queda hasta el 7 de agosto de 2026. El Guardia Presidencial que lo proteja hasta ese día. En ninguna parte, en ningún código, en ninguna Constitución está escrito que policías y soldados tienen que morir por defender al gobernante y la patria.
La patria no existe cuando el jefe de Estado, sus ministros, congresistas y jueces son corruptos e indolentes. Esto no es democracia, es una mesa de negocios. Los últimos negocios, socios, son las conversaciones de paz en Catar. ¿Eso quién lo entiende? ¿Quién lo audita y verifica? De los narcos invisibles pasamos a los negociadores invisibles. Petro cree que el pueblo es ciego. El mundial de Catar fue en 2022 y todavía nos siguen metiendo autogoles.
También Colombia es el único país del mundo donde la población secuestra a sus soldados y policías sin que pase nada. Los narcoguerrilleros inventaron esa trampa para cuando se ven atrapados o para evitar que les destruyan los laboratorios y cultivos de coca. Algunos miembros de esas comunidades actúan como cómplices de los narcos o son narcoguerrilleros. Lo desalentador es que cuando hay capturas el poder judicial los deja libres por falta de pruebas o aprehensión ilegal. Exceso de garantías para los criminales, dicen en la calle. ¿Cuántos delincuentes hay procesados por el secuestro de los 33 militares la semana pasada en el Guaviare?
En nombre de algo tan etéreo llamado patria, policías y soldados no tienen que seguir dejando viudas y huérfanos. El llamado también es para las esposas y los hijos de los policías y militares. Anímalos a abandonar la profesión. Se van a quedar sin papá y sin mamá ahora que las mujeres son parte importante de la fuerza pública.
Es mejor soldado y policía sin trabajo, que entre un cajón de madera. El rezago presupuestal para el ministerio de defensa en este gobierno es deplorable. El arquitecto de esa trinchera es el exministro de la indefensa Iván Velásquez, hoy buscando el beneplácito de embajador en la Santa Sede. Ni viajando de rodillas Bogotá – Roma, se le alcanzan a borrar los pecados que cometió contra el país y las Fuerzas Armadas.
A las guerras de hoy van los drones, no los soldados y policías que solo sirven de carne de cañón para los terroristas. Vale más un dron volando que cien soldados atacando. Mientras las guerrillas atacan con drones adquiridos clandestinamente con los dólares de la cocaína, el ministerio de defensa espera presupuesto para comprarlos en las rebajas de Pepe Ganga.
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