Hernán Alejandro Olano García

Un personaje con presencia de Dios en su vida es “El Tigre” Radamel Falcao García, un “rayo” que relampaguea y hace tronar los intereses y directivas de otros equipos desde el popular Rayo de Vallecas, pero, otro Tigre rugió hace muchos años en Colombia. Se trata de Bill Martínez, conocido como “El Tigre Colombiano”, aunque también se le apodó Volante Bill o King Tiger.

¿Quién fue ese primer tigre? Pues un icónico campeón de la lucha libre. Para quienes crecimos leyendo las foto-historietas de “El Santo” y jugábamos en los recreos de los colegios a la lucha libre, Bill Martínez y su hermano, Jorge Martínez «el Rudo Martin», no dejan de ser unos desconocidos, ante un deporte que hoy no lo es tanto en Colombia y que, por única vez, vi en la famosa “Arena México” de la capital mexicana hace cuatro años.

Hijo del músico Salomón Martínez Quintero y de Ana Martínez Patiño, nació el 6 de marzo de 1930 en Barranquilla, iniciándose de muchacho como boxeador, pues en 1947 logró el título de subcampeón nacional de boxeo, luego participó en el Torneo Internacional de Jiu–Jitsu, celebrado en Bogotá en 1952 y, en 1960 logró ser el Campeón mundial de lucha libre en Münich, Alemania, bajo la batuta de su entrenador Iván Tarnowski, un luchador ruso, a quien conoció en 1950.

El Tigre Colombiano permaneció invicto muchos años, medía 1,75 cm, tuvo 17 fracturas y nueve operaciones; representó a Colombia en más de 47 países y vivió más de 90 años de vida. Algunos aún recuerdan en Youtube, su pelea de 1986 “El Tigre Colombiano y Rayo de Plata, contra Asesino Kuaikal y Destroyer”.

El Tigre llegó a ser cinta negra 10 dan en artes marciales mixtas, asesor instructor de curso especiales de sumisión y defensa personal y presidente vitalicio honoris causa de la Internacional Rozokai-do Colombia, como reconocimiento a esta leyenda. Su nieto, Javier Alberto Albarracín Martínez, instructor de artes marciales, es el heredero de este pionero. Este espectáculo deportivo comenzó a desarrollarse en Bogotá en la Plaza de Toros, luego fue su escenario el Teatro Olympia de Bogotá, después en la “Arena” del Barrio Restrepo y en las del “Policarpa” y del “San Fernando”, tal vez a nivel masivo, logró visibilidad como espectáculo de demostración en el Festival de Verano de 2003 en Bogotá.

Las máscaras brillantes de Héroes o villanos, las volteretas y golpes, la campana de cada round o asalto y el cuadrilátero se niegan a morir, al igual que otros nombres épicos como El Destroyer, Águila de plata, El Andarín, El Fantasma, El Chiclayano y los demás gladiadores modernos.

También puede leer:

Cambian los aplausos