Por Eduardo Frontado Sánchez
Mi carrera como columnista me hizo descubrir una pasión por la escritura que va más allá de lo que cualquier ser humano pueda imaginar. No solo porque representa una vía de desahogo personal, sino porque constituye la forma más clara y tangible de trabajar por el bien común de una sociedad.
Desde hace tiempo, animado por personas influyentes en mi vida profesional, tuve en mente la idea de escribir un libro. Esa idea se materializó el pasado 20 de agosto con la publicación en Amazon de mi primera obra, titulada Desde mi esquina.
Este libro busca derribar barreras y abordar, de manera sencilla pero profunda, temas tan complejos como la humanización, el liderazgo, la inclusión laboral, la empatía y los afectos. Porque estoy convencido de que las letras son una herramienta poderosa para sembrar pensamiento crítico y, sobre todo, para invitar a repensarnos como sociedad.
Hace más de diez años descubrí mi propósito de vida: ayudar a otros a través de mi experiencia. Compartir una perspectiva que permita a cada persona convertirse en agente de cambio positivo siempre ha sido mi norte. Con Desde mi esquina ofrezco al lector una mirada humana de lo que significa vivir no sólo con cualidades distintas, sino también con las actitudes que una sociedad como la nuestra suele adoptar frente a todo aquello que considera “diferente”.

Escribir este libro no fue una tarea sencilla. Nunca lo es, y menos cuando la intención es romper paradigmas, desafiar prejuicios y trascender en una sociedad cada vez más invadida por la inmediatez tecnológica. La escritura exige más que sentarse a redactar: implica desnudarse, enfrentar miedos, elegir con cuidado hasta el título. En mi caso, Desde mi esquina nació de una vivencia: cuando una sociedad no está preparada para abrazar la diferencia, arrincona. Y, aunque parezca un acto de exclusión, ese rincón puede transformarse en un espacio fértil desde el cual pensar, crear y aportar.
Confieso que me llena de felicidad que este libro sea bautizado en Caracas este 3 de octubre y próximamente en Bogotá – Colombia. Lo asumo como una oportunidad para aportar un grano de arena a la construcción de un país más humano, menos prejuiciado y más consciente del valor de la diferencia y de las capacidades que todos poseemos.
Convertir la experiencia personal y profesional en un motor de cambio es fascinante. Descubrir que la escritura puede ser no solo testimonio, sino también acción transformadora, me ha reafirmado en la idea de que cada uno de nosotros puede —y debe— encontrar su propio camino, incluso cuando las circunstancias nos colocan etiquetas o limitaciones.
No me acompleja mi condición física: me acompaña. Y esa compañía, lejos de limitarme, me ha enseñado que las metas se conquistan con trabajo, esfuerzo y perseverancia. Al final, resulta sabroso comprobar cómo los obstáculos no nos detienen, sino que nos reformulan el camino y nos llevan a descubrir senderos insospechados.
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