Aunque suele considerarse un problema que debe evitarse, el aburrimiento en la infancia puede convertirse en una herramienta poderosa para el desarrollo emocional y cognitivo de los niños. Según especialistas, estos momentos permiten fortalecer la creatividad, la capacidad de adaptación y la autonomía.

“El aburrimiento no es sinónimo de desinterés. Muchas veces refleja la necesidad de compañía, atención o afecto. Cuando lo entendemos y lo acompañamos, se transforma en una oportunidad para que los niños descubran nuevas formas de aprender y crear”, explica Margarita Acosta, psicóloga educativa y miembro del equipo de profesionales del Centro Terapéutico Salud Mental y Emocional adscrito a Colsanitas.
De acuerdo con la experta, a partir de los seis años los niños empiezan a buscar propósito en sus actividades, y en ese proceso el aburrimiento juega un papel crucial. Lejos de ser un obstáculo, este estado les brinda la posibilidad de imaginar, resolver problemas y enfrentarse a la frustración de una manera constructiva. No obstante, Acosta advierte que en muchos hogares se busca eliminar de inmediato el aburrimiento con pantallas o actividades programadas. Si bien los dispositivos digitales ofrecen satisfacción rápida, también pueden limitar la capacidad de los niños para gestionar la incomodidad y encontrar soluciones creativas.
La psicóloga sugiere acompañar el aburrimiento de los niños desde la escucha y el respeto, en lugar de verlo como un vacío que hay que llenar. Algunas de sus recomendaciones prácticas son:
- Escuchar activamente: dedicar tiempo a oír lo que los niños sienten y piensan sin juzgarlos.
- Evitar la sobreestimulación digital: no recurrir siempre a dispositivos como solución inmediata frente al aburrimiento.
- Fomentar la autonomía: dar espacio para que los niños exploren sus propios intereses y generen ideas por sí mismos.
- Aceptar la incomodidad: enseñar que el aburrimiento es parte de la vida y que puede transformarse en aprendizaje.
- Promover actividades abiertas: juegos creativos, dibujo, lectura o exploración del entorno que no tengan un guión rígido.
Permitir que los niños se aburran no significa dejarlos solos, sino darles la posibilidad de descubrir sus propios recursos internos. Cuando cuentan con adultos que acompañan con paciencia y escucha, el aburrimiento deja de ser un vacío y se convierte en un motor de creatividad, aprendizaje y crecimiento emocional.
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