Por Mauricio Salgado Castilla

@salgadomg

El reloj parecía ir más rápido, cómo era posible que solo hace un par de minutos lo vio y ahora ya había pasado media hora, volvió a pensar en las opciones y todas sobrepasaba el dinero que tenía posible, es más aun el que no tenía disponible, de mala gana terminó comprado eso que podía pagar…

El ambiente navideño lleno de luces, de gigantes frascos de perfumes, Papás Noel muy jóvenes con barbas de algodón, almacenes llenos de aromas, personas caminando con bolsas decoradas, en lugar de animarlo, lo llenó de tristeza, de estar otra vez en navidad y no poder comprar lo que siempre deseaba, caminando malhumorado llegó a su casa, los adornos de muchos años brillaban a ratos con las luces parpadeantes, cómo si fuera su corazón que se apagaba a ratos…  

La Navidad se añora como una época de magia y encuentro, un momento en el que las luces deben brillar más y los corazones se deben llenar de esperanza. Sin embargo, en medio del ajetreo de la vida moderna, es fácil perder de vista lo que realmente importa. Este año, en medio de desesperanza y situaciones económicas difíciles, es fundamental recordar que el verdadero regalo no se encuentra envuelto bajo el árbol, sino en buenos momentos compartidos, el cariño, el amor y un buen abrazo.

Un regalo verdadero puede ser un buen abrazo, tomar el tiempo de pensar una frase con significado, que se pueda recordar cada vez que se está lejos, cada vez que hay un desacuerdo, cada vez que se quiere sonreír así se esté solo pero no en soledad.

Las familias hacen esfuerzos para encontrarse, quedando endeudados para el próximo año, luego lo que se espera de esas reuniones es que sean muy agradables, donde la cordialidad sea la base de todas las relaciones, que cada interacción sea llena de buen trato y sonrisas para que el ambiente se cargue de energía positiva y buenos recuerdos, que son el verdadero regalo en navidad.

Tristemente es más común de lo que debería, que en las reuniones de navidad haya recriminaciones por situaciones desafortunadas en los años anteriores, para los malos recuerdos “no hay alzhéimer”, reclamos por no visitar y llamar a menudo, en lugar de dar paso “solo” a gozar la oportunidad de estar juntos, de compartir el mismo café que ahora acompañado sabe distinto, sabe a ilusiones, a sueños posibles, a deseos de vivir mejor.

Muchas veces los regalos dados, se creen que son indicador de que tan bien se está, qué tan “exitoso se es”, obligando a las personas a comprar no lo mejor sino lo que se vea más caro, eso lo saben las empresas, de ahí, que los logos de las marcas son ahora más grandes, para que no haya dudas de que es “caro” de que lo logré. Se ven personas como vayas caminando con grandes letreros de Polo, Adidas, Nike, y el forro del celular debe tener una manzana que se vea.

En la mayoría de los casos los papás quedan preocupados por los costosos regalos que los hijos les dan y en muchos casos se preocupan por no poder corresponderles, las canas reflejan los años vividos y aunque las cosas pueden ser símbolos  de gratitud, acompañen y conozcan esfuerzos, estos pueden quedar sin valor, si no se acompaña de acciones coherentes, buen trato, un cariño, una llamada fugaz en medio del ajetreo del trabajo en las semanas, sin más motivo que decir te quiero, ¿cómo estás? y cuando finalmente se vean, un abrazo real, un sentido beso, tomarse de la mano, dar el brazo al caminar, aminorar el paso para estar juntos, eso son verdaderos regalos que perduran porque se llevan en el corazón y en la mente, se saben que producen efecto porque lo que queda es una sonrisa al recordar que no se pierde.   

El verdadero regalo para los hijos grandes es acompañarlos, que sepan que los padres estamos para ellos, así no lo necesiten para cosas materiales, expresarles lo orgullosos que estamos, alejarnos de lo que “se cree que es mejor para ellos”, los hijos no son una extensión de los papás, tiene mucho de nosotros, pero son personas diferentes.

El mundo ha cambiado y seguirá cambiando permanentemente, lo que antes era válido no necesariamente hoy se aplica al trabajo, a las relaciones laborales y a la forma de vivir. El verdadero regalo es abrazarlos, expresarles que nos fascina lo que hacen, que creemos en ellos, animarlos a seguir sus proyectos, sus ideas y a soñar…

Toda mi gratitud por tu compañía, por leerme, por tus comentarios de ánimo, por tu amistad y por dejarme una sonrisa cuando los pienso.

¡Feliz muy Feliz Navidad!

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