Durante siglos, las sanguijuelas han ocupado un lugar peculiar en la historia de la medicina.

Desde las antiguas civilizaciones hasta la Edad Media, estas criaturas fueron empleadas para realizar sangrías y restablecer el equilibrio de los «humores» en el cuerpo, una práctica que marcó el devenir de la terapéutica premoderna.

Un Remedio Basado en la Teoría de los Humores

En la antigüedad se creía que la salud dependía del balance entre cuatro fluidos esenciales –sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra–. Los médicos de la época, siguiendo las enseñanzas de Hipócrates y Galeno, sostenían que un exceso o deficiencia de alguno de estos humores podía desencadenar enfermedades. Para «restablecer» el equilibrio, se recurría a la sangría, un procedimiento que en muchos casos se realizaba mediante la aplicación de sanguijuelas. Estas, gracias a su capacidad para extraer sangre de forma gradual y sin dolor, ofrecían una alternativa menos traumática a los cortes directos con instrumentos cortantes.

El Mecanismo Científico Detrás de la Terapia

La eficacia de las sanguijuelas no residía únicamente en su capacidad para extraer sangre, sino también en las propiedades de su saliva. Esta contiene varios compuestos bioactivos:

-Hirudina: Un potente anticoagulante que impide la coagulación de la sangre, permitiendo una sangría prolongada y eficaz.

-Vasodilatadores: Sustancias similares a la histamina que ensanchan los vasos sanguíneos y mejoran el flujo en la zona tratada.

-Anestésicos locales: Que reducen la sensación dolorosa durante la aplicación, haciendo el procedimiento prácticamente indoloro.

Estas propiedades permitían que, en condiciones en las que la sangre debía «purificarse» o eliminarse en exceso, la aplicación de sanguijuelas se convirtiera en una técnica terapéutica sofisticada para la época.

Práctica Médica a lo Largo de la Historia

Desde el Antiguo Egipto hasta Roma

Los orígenes del uso terapéutico de las sanguijuelas se remontan a las antiguas civilizaciones. En Egipto y Mesopotamia se practicaba el sangrado para aliviar dolencias, mientras que en Grecia y Roma se sistematizó como parte de la medicina humoral. La idea era sencilla: si el cuerpo tenía «demasiada» sangre, era necesario extraerla para eliminar los supuestos toxinas o excesos que provocaban enfermedades.

La Edad Media y el Auge de la Sangría

Durante la Edad Media, las sangrías se convirtieron en uno de los tratamientos más habituales. Con el advenimiento de la medicina islámica y la posterior transmisión de sus conocimientos a Europa, las técnicas de sangrado –incluyendo el uso de sanguijuelas– se refinaron y se difundieron ampliamente. Los médicos medievales, a menudo acompañados por barberos-cirujanos, aplicaban este método para tratar desde infecciones hasta problemas crónicos, siempre con la creencia de que la eliminación del «exceso de sangre» curaba la enfermedad.

El Declive y la Modernidad

El avance de la medicina científica y la llegada de nuevas terapias hicieron que, a finales del siglo XIX y principios del XX, el uso de sanguijuelas cayera en desuso. Sin embargo, en las últimas décadas se ha producido un resurgir de la hirudoterapia en ámbitos muy específicos, como la cirugía reconstructiva, donde la capacidad de las sanguijuelas para mejorar el flujo venoso resulta esencial para salvar colgajos y reimplantes.

Aunque hoy en día la práctica ha sido sustituida en gran medida por tratamientos farmacológicos y técnicas quirúrgicas avanzadas, el legado de la hirudoterapia sigue presente. La investigación sobre los componentes de la saliva de las sanguijuelas ha abierto la puerta a nuevos fármacos anticoagulantes, y su historia es un claro ejemplo de cómo la observación y la experiencia empírica dieron origen a tratamientos que, en su momento, representaron la cúspide del conocimiento médico.

También puede leer: