Por Guillermo Romero Salamanca
“Siempre me impresionó la fe que tenía Jairo Varela por su talento. Yo, no le creía. Él me hablaba de su futuro en escenarios en Nueva York, Miami, Madrid, Los Ángeles o México y yo me quedaba callado”, cuenta ahora el periodista Ricardo Bicenty.
Quizá nadie conocía tanto la carrera Séptima de Bogotá en los años ochenta como Jairo Varela. Caminaba desde la Avenida Jiménez hasta la calle 26, día y tarde, primero porque estaba cerca de su residencia en el barrio Santa Fe, segundo porque allí estaba el estudio de Brando, un productor con el cual hizo sus primeras maquetas musicales y estaban las oficinas de Discos Daro, la disquera que le había prestado atención.
Sabía dónde vendían tinto, dónde conseguir cigarrillos económicos y era el punto de encuentro con sus paisanos: Nino Caicedo y Alexis Lozano, con quienes conformaría su agrupación bautizada como Niche.
Ricardo trabajaba en RCN Radio como editor nocturno, pero también colaboraba con reportajes, entrevistas y crónicas para el magazín Candilejas del diario caleño El Pueblo.
Un día visitó a Josefita Orozco, jefe de prensa de Daro, quien le manifestó que habría un lanzamiento de un disco de salsa del Grupo Niche.
–¿Y eso qué es?, le preguntó intrigado.
–Es la orquesta de Jairo Varela.
–¿Y él quién es?, volvió a interrogarlo.
–Mañana viene y lo podrá entrevistar.
En efecto, Ricardo acudió para escuchar a Jairo Varela. Fueron a una cafetería cercana y entonces Jairo le comentó sobre cómo había comenzado en Quibdó y le habló de sus sueños que le habían inspirado sus padres. Por un lado, la profesora, poeta, dramaturga, novelista e intelectual del Chocó Teresa Martínez de Varela y por el otro, el comerciante Pedro Antonio Varela Restrepo.
Le contó también que su nombre completo era Jairo de Fátima. Él era el quinto hijo de la familia Varela Martínez, pero cuando nació, el 9 de diciembre de 1949, los médicos le encontraron una gastroenteritis severa. No le dieron muchas esperanzas de vida, pero, igual, doña Teresa le pidió a la Virgen su salvación y como promesa le comentó que llevaría también su nombre. Por eso, el día de su bautizo fue llamado como Jairo de Fátima.
Ricardo prestaba atención a la historia de Jairo y de cómo aprendió a cantar, pero sobre todo a escribir sus canciones. Hasta ahí, bien, pero cuando le oía que llegaría con su música a los más grandes escenarios, musicales de televisión, ventas millonarias de discos, premios internacionales, lo miraba con incredulidad.
“Yo veo que estamos haciendo revolución con la música en Colombia”, le decía una y otra vez.
“Él creía que era Fania, El Combo de Puerto Rico y hasta The Beatles. Tenía una fe pasmosa en su trabajo”, rememora el periodista.
Ricardo invitó a Jairo a un programa en RCN Radio. “Era un sábado en la noche y claro, la idea era hacer una nota, pero resultó que presentó todo el álbum de ocho canciones. Ese hombre estaba feliz y me consideraba como un ídolo. Luego le hice unas notas para El Pueblo”.
Un día hubo un revolcón en RCN. Salió Orlando Cadavid Correa como director y entonces Ricardo también pasó a la calle. En uno de sus recorridos por la carrera Séptima apareció Jairo Varela. Al contarle que estaba sin trabajo, el músico le comentó: “En Daro necesitan a un promotor, yo lo recomiendo”.
En efecto, Ricardo ingresó a Daro, hizo mayor amistad con el productor artístico del momento, Alfonso “El conejo” Barrios. “Yo promovía además del Grupo Niche a Yolandita, Álvaro González, Mile y Willie Salcedo”.
Un día Jairo llegó a la oficina de Eduardo Calle, dueño de Daro y le preguntó por la realización de un nuevo trabajo.
–No, Jairo, no haremos nada más. Ese disco no vendió. No dio resultado.
Desconsolado un tanto, invitó a Ricardo a tomar café, en su “oficina” como llamaba a una cafetería de Avenida 19.
–¿Usted tiene amigos en las disqueras de Medellín?, le preguntó Varela al comunicador.
–Claro, le contesto.
Pidieron unos discos para “promoción” y los enviaron a Medellín.
“De Discos Fuentes no hubo respuesta, de Sonolux tampoco, de Discos Victoria, menos. Pasaban los días y Jairo me preguntaba todos los días sobre alguna respuesta, pero yo no tenía nada qué decirle”, comenta el periodista que ahora recuerda todos esos momentos de tinto y cigarrillo.
Jairo me comentaba que, en un futuro, los presidentes de las grandes compañías de Colombia, los ejecutivos de las cadenas radiales, los periodistas de renombre del país y personalidades de la industria discográfica hablarían de su música y de sus canciones.
Otras veces hablaba sobre cómo había sido su niñez, escuchando música, jugando con la marimba, oyendo las canciones tradicionales de su amado Chocó. Otras veces sacaba uno de sus cuadernos con sus poesías y canciones y las interpretaba dando golpes a la mesa.
Le decía que un incendio en Quibdó aceleró su traslado a Bogotá.
Los demás comensales los miraban extrañados, pero así podían pasar horas hablando, contando historias de sus paseos por los ríos de Chocó, de sus aventuras, pero sobre todo de cómo serían los escenarios en el mundo.
Un día estaba en Daro cuando le dijeron al periodista que tenía una llamada de Medellín.
–Oiga Ricardo, váyase para la oficina de Codiscos en la calle 21 número 8-21, cuando esté allá le pide a Luz Marina que me llame y hablamos.
Salió presuroso por la carrera séptima y en cuestión de minutos estaba en el sitio indicado.
“Ricardo, le dijo Fernando López, recibí su disco, me gustó, eso suena bien, pero qué es eso del Grupo Niche…”
Emocionado le contó parte de la historia de la agrupación, de Jairo Varela y de algunos de los sueños que tenía el músico.
–Vente para Medellín con Jairo y hablamos más.
Ricardo, todavía nervioso, fue en búsqueda de Jairo a quien le contó sobre el interés de Codiscos por el Grupo Niche.
“Viajamos a Medellín, nos quedamos en la casa de mi hermano mayor, fuimos a Codiscos, les presenté a Jairo, hablaron sobre música y sueños. Ese día nació, de verdad, el Grupo Niche y ese día la salsa colombiana tomó otra dimensión. Cuando salimos de la disquera comprendí que no eran tan lejanos los sueños de los cuales me había hablado tantas veces”, dice.
“Todos los sueños de Jairo se cumplieron. Estuvo en los mejores escenarios. A Colombia y sobre todo a Santiago de Cali le conocen por sus canciones. Sus temas son interpretados por miles de orquestas. Ha recibido los mejores premios. Las emisoras pasan su música todo el día. Los mejores elogios le hacen a diario. Los presidentes de las grandes compañías hablan de su éxito y hasta han bailado sus canciones”, manifiesta.
“Cuando regresamos a Bogotá quiso comprar una flauta. Yo fui el fiador. Nunca la terminamos de pagar. Jairo era mi confidente, amigo, cómplice y yo era la primera persona a la cual le tarareaba sus composiciones. Hoy veo cómo admiran a Jairo en Sayco y le dan el majestuoso título de maestro. Y es verdad. Sus composiciones quedaron enmarcadas entre sollozos, llantos profundos, sueños, pero muchas risas al notar los éxitos. “Como decía su primer trabajo para Codiscos: Querer es poder”.
Lo dice Ricardo.
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Gratitud por siempre al maestro de las letras