Por Guillermo Romero Salamanca

Tomado del CPB

“La victoria de la antorcha”, es lo que significa su nombre, en resumidas cuentas. Ella lee y lo hace en demasía. Aunque está de trasteo para su nueva residencia en Fusagasugá, sigue leyendo. Ha donado decenas de sus amados libros y aún le quedan otros 300 para darlos a quienes amen las letras tanto como ella.

Difícil tarea.

Más de la mitad de su vida la ha pasado al frente de una máquina de escribir o de un computador. Son cientos y cientos de notas, miles. Ni ella misma sabe cuántos artículos ha redactado.

A las 3 y 30 de cada mañana se levanta y se enfrenta a la pantalla o a uno de sus libros. “En esos momentos tengo la mente fresca, puedo ver las cosas mejor, con claridad”.

Es una mujer de una actividad permanente. Hasta hace seis años corría unos 15 kilómetro diarios, pero una fractura en una de sus piernas le impidió seguir. Tenía ese “vicio” y hoy mantiene otros tres: la lectura, el arte y la chocolatina Jet. Así como escribe, pinta, organiza, pega madera, limpia acá y allá, pero lo analiza todo.

En estos días de manifestaciones, vio desde la ventana de su apartamento, en un doceavo piso, cómo casi queman y destrozan una oficina del ICETEX; a los encapuchados aterrorizando a una multitud en el Parque de los Periodistas y sintió el estallido de un centenar de papas bomba.

Para ella su vida profesional ha sido un regalo de Dios, por el que da gracias todos los días. Comenzó a trabajar desde el primer año de Periodismo en la Javeriana y cuando terminó ya tenía cinco años de experiencia y había pagado el préstamo para estudiar que le dio el ICETEX. Fue redactora de “Diálogos Universitarios”; de las Revistas “Vea”, donde tuvo una columna e hizo reportajes, y de la latinoamericana Médico Moderno, donde cubrió cultura y libros; También, fue reportera de RCN, donde consiguió un trabajo de 4 de la mañana hasta el mediodía, antes de comenzar la Universidad, entre las 2 y las 8pm.

Obtuvo una beca para especializarse en España y, al regresar, la inventiva y la pasión le ayudaron a ingresar a El Tiempo, donde no conocía a nadie.

Es quizá la periodista colombiana que más sabe sobre la Amazonia y que tiene una teoría clara sobre las recientes manifestaciones en América Latina.

Ha recorrido Brasil, de norte a sur, conoce su problemática y, tras conversar con respetados sociólogos e investigadores afirma que “el mundo enfrenta la posibilidad de una crisis económica. Hay problemas graves en todos los países. Las grandes potencias necesitan no solo que sus empresas sigan creciendo sino mantener el poder y el control. En América Latina están las mayores reservas naturales del Planeta como agua, biodiversidad o minerales como cobre, y litio, este último, esencial para el desarrollo de las industrias de computadores, celulares y carros eléctricos de las que China, Japón, y Estados Unidos y otros son algunos de los mayores productores mundiales.

Todas las recientes manifestaciones sociales en América Latina han incluido a los encapuchados depredadores y campañas para alimentar el miedo y el llamado terror psicológico. También, se trata de sembrar el odio para que se crea que es una feroz disputa ideológica entre la izquierda y la derecha, cuando en realidad es una cuestión económica. Divide y vencerás o divide y reinarás, las dos máximas latinas que se aplican como anillo al dedo en estos momentos, condimentadas con terror y con violencia. Todo bien “cocinado” hasta que estemos lo suficientemente asustados como para entregarlo todo a cambio de la paz: país, democracia y recursos naturales, todo”, agrega.

Lo tiene claro.

Gloria Helena es comunicadora social y periodista de la Universidad Javeriana de Bogotá, con dos especializaciones en las Universidades de Navarra, España y en la Escuela de Periodismo de París CPJ, en Francia, socia del CPB, primera mujer en ganar el Premio de Periodismo Simón Bolívar, directora de las llamadas “páginas femeninas” de El Tiempo, que transformó en “Vida de hoy”, corresponsal pionera de agencias internacionales de prensa como The Associated Press, a donde ingresó el 17 de agosto de 1980-87 siendo la primera y única mujer latinoamericana en ese cargo. “En los 80, las agencias contaban como con menos de una docena de mujeres latinas en sus servicios”.

A VOLAR CON LA IMAGINACIÓN

La hija de doña Zoila Rosa Victoria y de don Benjamín comenzó a soñar con conocer el mundo y hablar varios idiomas, desde los 7 años, cuando se subía a al tejado de su casa en el barrio Restrepo en Bogotá.

“Me encaramaba con un atlas y con la vista y el deseo remontaba Monserrate y me preguntaba: ¿A dónde quieres irte hoy? y cerraba los ojos”.  Con uno de sus dedos marcaba un punto sobre el mapa: “África, por ejemplo y entonces, comenzaba a imaginar cómo sería la vida en esos pueblos, donde nadie me conocía, pero todos me identificaban por ser blanca. Me inventaba un idioma, hablaba con todos y vivía, por horas, aventuras imaginarias de todo tipo”. Otros días le atinaba a Brasil y “hablaba” en portugués, unos más, le pegaba a Francia y conversaba en un inventado francés. Eran sus sueños.

“En el tejado aprendí a volar y, todavía, me encaramo, imaginariamente, de vez en cuando, cuando mi alma lo necesita. Así comencé a conocer el mundo y a alimentar el entusiasmo de vivirlo y de estudiarlo”, dice hoy mientras acaricia a su protectora de día y de noche: Blanquita Caramelo, una perrita criolla cruzada con Golden, celosa, alegre y bullanguera.

Don Benjamín, un campesino que se crio cuidando cabras en su Santander del alma, le enseñó que estudiar era lo primordial. Él lo había hecho por correspondencia en las Escuelas Americanas pues eran muy pobres y, a lo largo de su vida, aprendió muchas otras cosas, gracias a los libros Un día, por ejemplo, le comentó que cambiaría su negocio de pequeño productor de café por los minerales.  “Tú no sabes nada de eso”, le refutó su hija, pero él le contestó: “Para eso están los libros y los que saben”. Entonces, se asoció con un joven químico de la Universidad Nacional y se convirtió en un experto.

Gloria Helena fue una excelente estudiante en el bachillerato, pero, cuando lo terminó, no sabía con claridad qué estudiar. Se presentó a la Universidad Javeriana para ser periodista y a la de Los Andes para ser ingeniera civil. “! ¡Qué desubique!” En la Javeriana pasó entre los últimos admitidos pues se salió de la entrevista con el decano Francisco Gil Tovar porque le preguntó, sobre todo, si su familia tenía plata, si la casa era propia, si pertenecían a algún club social y otras cosas por el estilo, que la molestaron. Ella entonces dio la entrevista por terminada y se retiró porque consideró que no hubo interés en el por qué quería estudiar esa profesión. Cuando ingresó, Gil Tovar cada vez que la veía le reprochaba con cariño: “Debe dejar ese mal genio Rey”.

En Los Andes, eligió, para ingresar a ingeniería, el examen de química, porque le encantaba. Le fue tan bien que paso en segundo lugar de toda la Universidad. Le repitieron la prueba y volvió a pasar con un puntaje altísimo. “Eso, explica, gracias a la química que nos enseñó nuestra profesora Conchita Rojas en el Colegio de la Asunción en Bogotá”.

LA PRIMERA LECCIÓN DE PERIODISMO

Gloria Helena, que se ha destacado por sus trabajos en El Tiempo, por sus corresponsalías para agencias internacionales de prensa como AP, AFP, La BBC de Londres, La Vanguardia y El Periódico, de Barcelona, La Opinión, de Los Ángeles, (CA) y otros, habla 4 idiomas y ha adelantado decenas de cursos por el mundo pues, como revela, ingresó al periodismo “con pasión. Me enamoré y sigo estando enamorada, aunque mal paguen, como en las rancheras”

A ella no la detiene nadie. Cuando se propone una idea la saca adelante con lucha, con tesón, con perseverancia. Cuando comenzaba la universidad, por ejemplo, “con la mayor cara de palo y orgullosamente amparada en que cursaba el primer semestre en la Javeriana, me presente a las oficinas de la revista Vea, que acababa de inaugurar el respetado periodista chileno Genaro Medina Vera, como director, con una nómina de estrellas periodísticas de la época como el escritor German Espinoza, Jairo Ruiz, Cristóbal González, Elkin Meza, Fausto Panesso y otros, que yo no conocía en el momento.

Pedí trabajo de frente, sin ceremonias. Genaro me miró de arriba abajo, me dio la espalda y, se fue a su escritorio. Lo seguí y me senté en un sofá que había. Él no me prestó atención como por media hora y luego me dijo: “¿quiere ir a comprar un paquete de cigarrillos?”. Me ofendió y le respondí: Señor, usted necesita un mensajero, no un periodista. Seguí sentada otra media hora y el insistió: “¿Me compra los cigarrillos o no?” Le extendí la mano y medió el dinero. Regresé y fue entonces cuando comencé a trabajar”.

Irónico, Genaro me “presentó” una máquina de escribir, me mostró la primera cuartilla y me pidió: “Ahora siéntese y describa lo que vio desde que compró los cigarrillos hasta aquí. Así lo hice. Luego, me encomendó, para el día siguiente, una entrevista con la roya, que en la época acababa con los cultivos del café y sobre la que no sabía absolutamente nada. Le entregué la nota, gracias a amigos agrónomos y a lo que pude conseguir en la biblioteca y, entonces, me mandó a hacer un reportaje, mi primer reportaje, al leprocomio de Agua de Dios”.

“Sólo me dio un fotógrafo, el también chileno Víctor Macaya, quien al llegar al lugar me dio la segunda lección de periodismo: primero hablar con la gente, ir a los lugares, constatar lo que sucede y, sólo, al final, ya con argumentos, entrevistar a las autoridades. Grabé como 7 cintas, que demoré tres días en desgravar y, escribí la nota. Como 12 cuartillas. Se las llevé a Genaro y las rompió cuatro veces, diciendo que eran una mierda. Duré cuatro días sin salir de la revista hasta que me puse a llorar. Germán Espinoza me defendió y le pidió a Genaro que me enseñara y dejara de torturarme. Al final, todo salió bien: Portada, 6 páginas de la revista y un trabajo fijo: mi primer trabajo, con 250 pesos a la semana (que era muy poquito pero que me servía) por “Noticiero del mundo estudiantil”, una columna semanal”.

Y así empezó su periplo por la profesión que ella considera, no como un oficio, sino como un vicio y un vicio muy costoso. “Sigo pagando por escribir”, dice con sonrisa entre esperanzadora y triste.

Pero, ¿quién le impedía entonces y quién le impide ahora a Gloria Helena a seguir soñando y encaramándose al tejado como lo hacía antes con el Atlas? Es que a ella le gustaría morir “con un motín de sueños, sin el amor a crédito, con la ternura entera…solamente libre, solamente entera, solamente viva y solamente en paz”, como escribió un día en un poema.

LA INVENTIVA LE AYUDÓ A ENTRAR A EL TIEMPO

Un día de 1975 se propuso estudiar en el exterior y fue una de las 19 seleccionadas entre 350 periodistas graduados de América Latina para una beca en la Universidad de Navarra, en España.

Ha sido también una de los 33 profesionales entre más de 500 periodistas de todo el mundo para curso de la Comunidad Económica Europea, con beca otorgada por el gobierno alemán-occidental para estudiar en París. Se le cumplió también aquel sueño del tejado: conocer la ciudad luz.

En Brasil fue presidente de la Asociación de Corresponsales Extranjeros, durante los dramáticos tiempos de la ascensión y renuncia del presidente Fernando Collor entre 1991 y 1993.

Su trabajo como corresponsal fue bien recibido por la Embajada de Colombia en Brasil y el 1992 fue nominada como uno de los nacionales que se destacan en el exterior, en el marco del programa “Talentos”.

También fue postulada en el 2001 para premio Iberoamericano de periodismo por el ejercicio profesional de una vida por periodistas The Associeted Press, New York Times, Washington Post, “La Vanguardia” de Barcelona y la escuela de periodistas de París.

Ha tenido otros reconocimientos como una de las mejores periodistas que trabajan en medios hispánicos de Estados Unidos, por parte de la National Association of Hispanic Publications en Las Vegas en el 2003.

En el 2011 el Círculo de Periodistas de Bogotá la postuló para el Premio María Moors Cabot, el más antiguo reconocimiento internacional al periodismo, administrado por la Universidad de Columbia.

Ha sido jurado del CPB, ha dictado conferencias en decenas de universidades y en entidades oficiales nacionales e internacionales.

Coordinadora y realizadora de seminarios, conferencias y catedrática universitaria. Ha pertenecido a instituciones como “Corporación Jorge Child”, Index, Colombia cívica y de la Red Internacional de apoyo del Colegio de Periodistas de Barcelona.

– ¿Cómo ingresó a El Tiempo?, le preguntamos y se le agolpan decenas de recuerdos de su trabajo en el diario.

– Le pedí una cita a Don Enrique Santos Castillo con la disculpa de una entrevista para un periódico alemán, en el que yo no trabajaba, pero fue la única salida que encontré entonces para conseguir trabajo porque no conocía a nadie en el periódico. Don Enrique, ser maravilloso al quien recuerdo con inmenso cariño y considero mi padre profesional, me recibió durante cuatro horas y, al final me dijo lo esperado: “chinita, ¿no quiere trabajar aquí?”.  Yo sentí mucha vergüenza porque le había mentido. Así que le agradecí y le dije que no podía porque ya tenía un trabajo. El insistió en que dejará mis datos con Leonor, su secretaria y así lo hice, pero, salí muy triste pues me acababa de tirar la gran oportunidad de mi vida de trabajar en El Tiempo”.

“No obstante, y sin saberlo, mi esposo, el periodista español José Fajardo, se había encontrado con Hernando Santos, quien, a su vez, enterado que yo estaba buscando puesto como periodista, le dijo que podía entrar a trabajar como directora de las Paginas Femeninas pues Silvia Jaramillo, mi querida amiga y colega, acababa de renunciar. Por eso, cuando llegué a mi casa, sin proponérmelo, ya tenía trabajo en El Tiempo, pero, por otra vía”, recuerda con detalle.

“Aquí comienzan mis agradecimientos a Dios. También, agradeceré eternamente a Don Hernando Santos por haberme abierto las puertas y a Don Enrique por haberme dado la confianza y la libertad para escribir durante los años que trabajé allí. Mis agradecimientos se mantendrán de pie hasta que me llamen a presentar el reportaje final, el de mi vida”, manifiesta hoy la periodista.

“En la Páginas Femeninas empecé a escribir de todo, de ciencia, economía, tecnología, de todo. Hice un acuerdo con Don Enrique para hacer los sábados lo que él me pedía: moda, cocina y maquillaje a cambio de que el domingo me diera una página para reportajes. Aceptó y allí escribí la serie de crónicas sobre “La otra cara de Bogotá”, inspirados en lo que Gay Talese hizo para Nueva York, y con las que obtuve el premio nacional de periodismo, Simón Bolívar”.

POR UNOS OJAZOS VERDES

Tiene muy presente el 17 de agosto de 1980 cuando llegó con su esposo, por primera vez a Brasil. Desde entonces, se necesitarían cientos de horas para leer los miles de artículos que escribió en sus diversas corresponsalías, pero, recuerda con picardía y emoción la primera nota que tuvo que hacer como corresponsal de la AP.

Francisco Buarque de Hollanda

Era el final de la dictadura militar de 21 años y el general Joao Figueiredo era el presidente. Todavía se respiraba miedo y temor en las calles. “El poeta, compositor e interprete portugués, Sergio Godinho, acababa de llegar al aeropuerto internacional de Galeao de Rio y había sido detenido con marihuana. Era amigo de Chico Buarque, el gran compositor brasileño y se lo habían llevado al DOI CODI, centro de operaciones de defensa, comandado por el ejército, y tenido como lugar de interrogatorios y torturas.

“Los corresponsales de todos los periódicos del mundo concurrimos al lugar. El ejército mandó la caballería, nos hizo correr despavoridos, nos dispersó y acordonó el lugar. De pronto quedé aislada y me vi al lado de unos hermosos y expresivos ojos verdes. Era Chico Buarque. Conversamos, sobre todo, menos sobre Godinho, los militares o lo que profesionalmente me debía interesar. Mis amigos corresponsales me hacían señas desde el otro lado, pero, no las entendía o no quería hacerlo. No lo sé. Dejaron salir a Chico y, cuando terminó el cerco, todos vinieron a preguntarme novedades sobre Godinho pero yo no sabía nada. Soy la peor periodista, les dije. Y, Chico, ¿dijo algo?, preguntaron. No, me perdí en sus ojos, respondí”.

PASOS AMARGOS

Gloria Helena también ha tenido decenas de experiencias amargas en su vida como cuando tuvieron que salir corriendo de Colombia por amenazas de muerte y cuando asesinaron en Sao Paulo, Brasil, a su esposo, el periodista español José Fajardo que, en la época escribía “América Latina, un continente en llamas”, libro que despareció junto con todas sus pertenencias después que un carro a altísima velocidad lo embistiera en contravía en la Avenida Ipiranga. Quedó destrozada. Se presentó a la beca de París y salió de Brasil por la primera vez.

Durante el curso de París, se quedó ciega, pero se recuperó. Algo atacó su sistema nervioso central y afectó el nervio óptico de sus ojos, pero terminó el curso y, lentamente, fue recuperando la visión, aunque perdió el 50 por ciento de su ojo izquierdo. “Me exigí demasiado”, concluye.

Terminada la especialización francesa, no sabía si regresar a Colombia o volver a Brasil. Le habían dado un año sabático en la AP de Río, pero no estaba muy segura si quería regresar. Doña Zoila le insistió en que volviera al país, pero Don Benjamín le dijo que no, que regresara a Brasil. Que cuando uno se rompe las rodillas, se levanta, las limpia y comienza otra historia. Que era necesario volver para dejar ir a los fantasmas, impedir que se comieran todos los recuerdos y liberarse de ellos para continuar.

Regresó a Brasil, por la segunda vez, como corresponsal del diario La Vanguardia, de Barcelona para quienes escribió, entre otras muchas cosas, sobre la Amazonia, una región hermosa, riquísima, prodigiosa pero azotada por todo tipo de mafias y por toda clase de tráficos. Hizo un viaje de más de dos meses y regresó viva porque “Dios es muy grande”. Fue amenazada varias veces de muerte, entre ellas, con un revolver sobre su cabeza, cuando hacía un reportaje en el medio del Rio Madeira, el principal afluente del Amazonas, en donde un barrio, de por lo menos mil dragas flotantes, extraían el fino oro del lecho del Rio y lo amalgamaban con mercurio, lanzando luego los residuos a sus aguas, contaminándolo todo: comida y mares. El Amazonas vierte sobre el océano el 15 por ciento de las aguas dulces.

Hace seis años, por andar corriendo, se cayó por las escaleras de su apto, se fracturó la pierna izquierda y el pie le quedó al revés: el talón para adelante y los dedos para atrás. La tibia se salía por su tobillo interior. Se arrastraba. No podía alcanzar el teléfono o el citófono para pedir ayuda.

Una amiga, la periodista Helda Martínez, había quedado a recogerla, pero, para que la auxiliaran, tendría que volver a subir todos los escalones, desatrancar y abrir la puerta de entrada. Se amarró la pierna con una bufanda y, entre oraciones, subió las escaleras con sus dos manos, sosteniéndose en una rodilla. “Dios me ayudó de nuevo. Mi amiga Helda no se fue, se quedó parada en la puerta, y cuando le abrí y me vio, fue un choque para ella, me auxilió de inmediato”.

Mientras espera los resultados para una posible y cuarta intervención, sigue planeando su futuro. Blanquita la ampara. Cualquier visitante es analizado y observado al detalle por la pequeña perrita, que imaginamos que, también, debe considerar a su ama, como una de las grandes periodistas de Colombia.

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