por Claudio Ochoa
Nuevo lobby de algunas colombianas y colombianos, que ponen como ejemplo los “avances” ya alcanzados en otros países. Cuentan con el apoyo de reconocidas defensoras del tema desde los micrófonos radiales y televisivos, y consideran que ya tienen asegurada la despenalización de todas las formas de aborto asesino. ¿Añadirán otro capítulo a nuestro desprecio por la vida?
Alegan estas defensoras de más muerte que debe respetarse el derecho de la mujer a tomar sus propias decisiones sobre su cuerpo. Lo dicen con tal arrogancia, que casi convencen. Es que, al acabar con una vida en gestación, no solo están poniendo en riesgo la vida propia, sino terminando también con la existencia de un nuevo ser, así sea en formación. Es la vida ajena, no la propia.
¿No les basta a las y los abortistas con lo que han logrado? Las causales que la ley permite para el aborto no deben ampliarse. Son suficientes: Cuando existe peligro para la salud física o mental de la mujer, cuando exista grave malformación del feto que haga inviable su vida extrauterina, y en caso de acceso carnal violento, transferencia de óvulo fecundado o inseminación artificial no consentida. ¿Dónde los defensores de la vida? Que nos hagamos sentir.
Se acercan las elecciones a Congreso y presidente de la República, hasta debajo de las piedras surgen candidatos, y crecen en número los que dicen sentirse amenazados en su seguridad personal. Otros realmente lo necesitan. Hay que sabotear esta oportunidad en la descompuesta democracia, entonces a ocupar a la Policía en funciones de escoltas personales. Mientras tanto narcotraficar y seguir asesinando a cuanto policía y soldado se presente. ¿Quién protesta por estas vidas vilmente acabadas, prácticamente a diario? Como dicen popularmente: no son los hijos de altos capos de la política, ni de los ricos. Cierto, en su mayoría estos muertos, de lado y lado, de las fuerzas armadas, de la subversión y del narcotráfico (en su inmensa mayoría estos ilegales están allí contra su voluntad), son campesinos ignorados y despreciados hijos de nuestras urbes. ¿Qué importan sus vidas?
Esta desgracia no importa tampoco a los jubilados de las farc, los que tomaron otro nombre para apoyar desde la política a su revolución. Ya están perdonados por sus crímenes, con buena pensión, protección estatal y gozando de los capitales acumulados a lo largo de años en su “trabajo”. ¿No que hicieron la paz? Supuestos arrepentidos por sus crímenes, estos personajes deben ser los llamados a condenar y reparar por tanta vida eliminada. Pero no. Cuando uno hace SINCERAMENTE la paz es para contribuir a parar el desangre. Ellos parecen más bien complacidos ante la persistente muerte de policías, militares y “combatientes”. Todo por las enfermedades del poder y el odio, de las cuales definitivamente no piensan curarse.
¿Qué pasa con las organizaciones de “derechos humanos”, las vinculadas a la Corte Interamericana de ídems, las manipuladas ideológicamente desde el castrismo y sus discípulos? ¿Las que surgen y viven de apoyos en euros, dólares y bitcoins? Muy protestantes cada vez que algo malo ocurre con uno de los suyos o sus simpatizados, pero totalmente ajenas, ausentes, cuando se trata de las vidas eliminadas, de policías, soldados o civiles. Falta, mucha falta en verdaderas organizaciones que proclamen la vida como derecho sagrado, que tengan plena solidaridad con nuestros soldados y policías. Falta, mucha falta, revivir las manifestaciones callejeras por la defensa de la vida. Desgraciadamente nos hemos silenciado ante las “primeras líneas” y demás vándalos, amparados en el pisoteado derecho a la protesta.
Otras violaciones al derecho a la vida las vemos a diario a través de la mayoría de EPS e IPS. Impasibles, negando permanentemente la debida atención médica y de medicamentos, procedimientos y hospitalizaciones. A sabiendas de que están comprometidos a hacerlo, llevan al ciudadano al uso y abuso del derecho de petición y las tutelas. Saben que en medio de estos procedimientos es posible que el enfermo se fatigue ante su burla, o que producido el fallo de un juez, les admitan nuevos recursos para evadir o burlar a la Justicia. Ni hablar de la tolerancia que se siente desde la Supersalud. Casos hay en donde esta ha terminado favoreciendo a quienes poco a poco van minando la salud y vida de los colombianos.
Atracadores profesionales que desde los gobiernos se roban los presupuestos para la salud y la alimentación. Los primeros representados en carteles como el de la hemofilia, y no pasó, ni pasa nada. Lo segundos a través de los Programas de Alimentación Escolar, recursos que, al ser aprovechados por los cacos, no permiten la adecuada alimentación de niños y jóvenes, llevando al hambre, la desnutrición y pérdida de vidas, tempranamente.
La misma despreocupación por el derecho a la vida es evidente desde el Gobierno central y los gobiernos municipales y distritales. La mayoría de los casos parten desde el factor inseguridad. Gobernantes y cabezas policiales que permanentemente “ven” disminución en cifras de muertos y heridos. Cómo se manipula la estadística en Colombia. Corrupción e inoperancia policial, nada que la corrigen. Leyes que favorecen el delito, la muerte, y por tanto desestimulan la poca acción policial y judicial. La alcahuetería de la casa por cárcel, por ejemplo. Alcaldes que estimulan el uso de la bici y motocicleta, pero no educan a sus usuarios, llevando a crecientes pérdidas de vidas, dada la inseguridad vial.
Millones de vidas en permanente peligro. Millones no disfrutadas, injustamente acabadas, muchas de ellas tempranamente. Esta realidad parte desde los malos, pésimos gobiernos, desde las tres ramas del poder público. Ahora, entre marzo y mayo entrantes los colombianos podríamos dar un vuelco si votamos apoyando a quienes han defendido con sus ACCIONES la buena salud y la vida, y RECHAZAMOS a quienes han fomentado su pérdida, la muerte. A la hora de la verdad es fácil identificarlos, reciban sus sobornos, aunque esté mal, pero al depositar el voto búrlenlos, váyanse con los que al menos no hayan atentado contra la salud y la vida. Mejor si nos vamos con sus defensores, claro.
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