En 1993, comencé a coleccionar cucharas con los escudos de las ciudades que visitaba, o con las banderas de los países.  Generalmente, esos recuerdos de viaje, “souvenires”, son, según el Diccionario de la Lengua Española, un “Objeto que sirve como recuerdo de la visita a algún lugar determinado”. En Colombia, la colección más grande de cucharas se encuentra en el Castillo Echeverría de Medellín.

Aunque generalmente las personas consiguen diferentes tipos de recordatorios de sus periplos, las cucharas son muy tradicionales en la mayoría de las ciudades del extranjero, pues también nos sirven para recordar los sabores de lo que consumimos durante el viaje. También hay cucharas conmemorativas de los Pontífices, los santos, personajes históricos, monumentos como la Torre Eiffel, etc.

La tradición, inicialmente surgió en el siglo XVI, cuando comenzó a llegar a Europa en masa la plata del Potosí Boliviano. En ese entonces, cuando el uso de los cubiertos no era algo expandido en los modales de la mesa, era usual que se diera paso a la costumbre de regalar a las personas mayores y, luego a los niños, cucharas para su uso personal.

Debido a la escasez de bienes materiales, muchos padres seleccionaban a los padrinos de bautizo de sus hijos, no solo con el propósito de contar con la asistencia de esa persona en el vínculo y parentesco espiritual, sino también, para obtener un regalo, que consistía en la cuchara que el niño o niña usaría, como símbolo para el futuro y de una vida dulce, salud y longevidad. También a ese regalo se le conocía como las “cucharas apostólicas”. Algunos consideran que su regalo tenía que ver con los reyes magos y, otros, que recibir una cuchara y ponerla en la cama del bebé lo protegería contra el mal de ojo y, por tanto, que la cuchara le traería también salud, suerte y prosperidad económica al ahijado.

Igualmente, existía la tradición de regalar, si no la había recibido antes, una cuchara al bebé al cual le estallara su primer diente. Con la cuchara, debía pegársele al diente, con el propósito imaginativo, que así podría cortar más fácilmente los alimentos con su futura dentadura.

Inicialmente, las cucharas podían ser de peltre, acero, cobre, hierro o aluminio. Si el padrino pertenecía a una clase más acomodada, estaría en condiciones de adquirir cucharas de plata para sus ahijados y, así, la persona que la poseyera tenía un regalo “higiénico”, por los usos de la plata metálica como agente esterilizador y, además una garantía y, es que, en tiempos de escasez, podría disponer de su cuchara para volverla dinero en efectivo, o empeñarla temporalmente.

También, existe otra tradición con las cucharas de plata y es que el novio le ha de presentar a la novia una cucharadita de plata grabada el día de su boda para simbolizar que nunca pasarán hambre. Incluso se cree que, si dos cucharas convergen en el mismo plato, es ese el símbolo de la pareja. El otro significado obvio de una cuchara regalada es “que siempre tengas comida en tu mesa”.

Se ha dicho, a veces, que una persona nace con «cuchara de plata en su boca», lo cual significa que ha nacido con riqueza y por tanto no tendría la necesidad de buscarla, por poseerla y, que no tendría nunca dificultades económicas o alimenticias.

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