Por Esteban Jaramillo O.
 
Valdano lo llamó el fútbol Industrial. El mismo de las jornadas tediosas propiciadas por equipos irresolutos, sin ataque y temblorosos.
 
Aquellos que proclaman la táctica defensiva como  única y fundamental razón  del juego. Que se empecinan en correr, en destruir, en maniatar a los rivales,  en despojarlos de la pelota, sin importar qué hacer con ella.
 
Como todo en la cancha pasa por el estilo y la firma de un entrenador, sus ideas y caprichos, las tardes con ovaciones estruendosas y no con rechiflas monumentales, los días con gloria y goles, con triunfo y felicidad, serán, los preferidos.
 
El fútbol se debe privilegiar desde el espectáculo, desde las gambetas, habilidades y goles. Y no desde la vulgaridad de las patadas, que disfrazan carencias, en tardes de tedio y bostezo.
 
Son comunes, en la actualidad, los partidos cerrados, con interrupciones y fricciones, con futbolistas soldados que van a la guerra con los ojos brotados, los dientes apretados, los taches arriba y los planteos  miedosos.
 
Con  pizarras rayadas de flechas y señales, de entrenadores arquitectos del  sufrimiento, del que llaman fútbol científico, que  inventaron  el juego sin balón, que agregaron «matemática pura con logaritmos y raíces cuadradas», para  acelerar la destrucción, que miden el rendimiento de sus jugadores en mapas de calor y no por  sus habilidades.
 
¿Algún día  jugaron fútbol?
 
La técnica, la táctica y  la estrategia y, especialmente, la mente, son factores fundamentales en el fútbol. Aquellos que defienden y atacan con la misma intensidad, abonan el camino del éxito.  
 
Los grandes golpes de opinión en los estadios, con delirio incluido, nacen en el gol, sus elaboraciones técnicas y las celebraciones.
 
Meterse atrás, rifar la pelota, cerrar espacios con tumultos, con espíritu  conformista, es jugar para sobrevivir, en el fútbol negocio.
 
Por ello se disfrutan las maniobras y las caricias al balón de Yamal, Mbappe, Luis Díaz, Haaland, Rodri, Vinicius Jr, Rayan Cherki, Bernardo Silva, Bellingham y Vitinha.
 
Las de Linda Caicedo, Manuela Vanegas, Mayra Ramirez, Leyci Santos, “El gordo” Cardona, Daniel Muñoz, Santiago Mosquera y John Arias.
 
El gol es la magia, es la esencia del espectáculo. Y no me vengan con majaderías, afirmando que el partido perfecto es el  del cero a cero.
 
Hace años me enseñaron que “quien se defiende por necesidad pierde por obligación” y que el triunfo es para los ambiciosos. También que, como dijo Distefano, “un partido sin gol equivale a una tarde sin sol”
 
Déjenme ser romántico de pura cepa. Sé que cada vez somos menos. Como dijo Eduardo Galeano, “mendigos de fútbol”.

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