Por: Julián Escobar
A pesar de que en Colombia existen más de treinta variedades de papa, sólo se consumen alrededor de tres. Las demás son difíciles de obtener ya que sus semillas casi no se encuentran o se deben esperar varias semanas para que un proveedor las logre conseguir. El Biomuseo de la Papa Nativa ubicado en Ventaquemada, Boyacá, muestra varias de estas variedades que están casi extintas en el país.

En Colombia hay un auge de los chips de tubérculos. Ya restaurantes como Crepes & Waffles venden arracacha en esta presentación y Ara, paquetes producidos en Quindío de chips de yuca con batatas. Lo sorprendente es que los productos más conocidos de este ámbito son producidos en Ecuador y en Perú y pueden costar casi seis veces lo que cuesta un paquete de papas nacional. No solamente ocurre esto con papas o arracachas, sino con otros alimentos típicos de la gastronomía del altiplano cundiboyacense como las habas, que son importadas de Ecuador en paquetes muy atractivos y saborizadas con sal y pimienta. Resulta entonces contradictorio que, teniendo los mismos productos y sin la escasez de agua que tiene el Perú, Colombia no pueda generar valor agregado a sus productos.
Para comprender esta situación, lo primero que hizo esta investigación fue buscar semillas de papas distintas a las que usualmente se consumen en los supermercados de Colombia. Por lo tanto, las semillas que no fueran de la famosa papa criolla (Solanum phureja), papa sabanera (Solanum tuberosum) o papa pastusa (Pastusa suprema), se sembraron para ver su productividad. Fue imposible obtener estas semillas. Lo más cerca que se estuvo de encontrarlas fue en la plaza de mercado de Sogamoso (Boyacá), donde la espera para obtener semillas distintas, era de más de un mes y con la recomendación encima de que no era conveniente producirlas ya que poco se demandan y la venta sería muy complicada.

Buscando entonces las semillas ya con la advertencia de que tienen muy poca demanda, se descubrió el Biomuseo de la Papa Nativa en Ventaquemada, Boyacá. Este surge luego del viaje de un boyacense, Pedro Briceño, al Perú donde desde el aeropuerto de Lima se hablaba de museos temáticos sobre la papa. La sorpresa del viaje fue la simplicidad de los lugares, ya que no eran como el Louvre, sino casas muy humildes en lugares inesperados donde se mostraban papas moradas. Recordó entonces el viajero que, las mismas papas se producían en Boyacá y fueron abandonadas por cultivos más rentables y así se embarcó en rescatar las variedades de papas que alguna vez existieron.

Ha sido un trabajo de casi veinte años. Comenzó en 2007 y tiene más de treinta variedades de papas. Los colores van desde blanco a un morado profundo que raya con el negro. Unas han sido traídas de Nariño, otras de la Sierra Nevada de Santa Marta donde son producidas por indígenas, otras en Boyacá y la más curiosa es una variedad que un niño les entregó durante una feria y que se estaba produciendo en una pequeña parcela en La Calera, Cundinamarca. Cabe recordar que hay más de 2,900 variedades de papa registradas en las páginas del Ministerio de Agricultura, pero no todas se producen por temas de tamaño, sabor o productividad.
También puede leer: