Por Guillermo Romero Salamanca

Cada año sale a relucir el cuento: Un hombre golpea en la puerta. Sale una señora y le pregunta qué desea. “Es que llevo varios días sin comer”, le manifiesta. “¿Quiere natilla y buñuelos?”, le inquiere la dama. “Ay, no. Ni natilla ni buñuelos, en todas partes sólo me ofrecen esos platos”, contesta. “¿Le gusta el pescado?”, le ofrece la dueña de casa. “Ah eso sí me gusta, claro, claro”, le responde el hambriento. “Entonces vuelva en Semana Santa, porque estamos en diciembre”, le grita la anfitriona.

En una casona, viejo cuento conocido también, una familia preparaba una tremenda natilla en la cocina de leña. Estaban batiendo la paila cuando se cae del zarzo un gato mugriento, viejo y medio pelado. Se revolcó en el manjar y obviamente la dañó. Las señoras, además, de echarle madres al animal, no sabían cómo deshacerse de esa comida. Pasó el bobo del pueblo, lo llamaron y le ofrecieron el dulce. “Ve, Gustavo, ¿llévate toda esta natilla, te la regalamos? Y el convidado les dice: “Na, no señoras, de eso tan bueno, no dan tanto”.

Tiendas, locales y supermercados están adornados ahora con miles de cajas de natilla, uno de los platos colombianos más consumidos en época navideña. Cada región tiene su forma de prepararla. En algunas partes le agregan canela, clavos, uvas pasas y las hay claritas, medio morenas y negritas.

La preparación se hace en cinco minutos, la cocción en 20, el reposo en 40, la servida en 3 y el consumo en dos.

Cuando se llenan los estantes con esas cajas, llegan los malos presagios: luchas por un nuevo salario mínimo, pagar matrículas y pensiones, alistar regalos y gastos del último mes.

Lo cierto es que la natilla la trajeron a Colombia los españoles. La crema hecha con leche, yemas de huevo, azúcar y aromatizada con vainilla o limón se comenzó a consumir después de 1492. Las cocineras criollas le dieron un elemento más: harina de maíz y endulzaron con panela, productos que no se producían en la mal llamada “madre patria”.

Se reparte en oficinas, reuniones familiares, novenas y, desde luego, la noche de Navidad. La mejor, sin lugar a dudas, es la que preparan las abuelas, que les ponen un ingrediente adicional: besos para ir probando la cantidad de dulce.

En Costa Rica es común la natilla para untar en el pan, en Uruguay le agregan crema de leche o chocolate, en Perú la endulzan con miel de chancaca y en Estados Unidos, Inglaterra y Japón son saladas y se presenta en porciones individuales.

En Venezuela, natilla es la crema que queda luego de hervir la leche y se sirve salada para untarla en las arepitas.

En Antioquia, otra modalidad es la natillera, que es una forma de ahorro que hacen para los gastos de diciembre. Existen verdaderas empresas dedicadas a fomentar este sistema económico.

De todas formas, los niveles de azúcar pueden crecer en esta época que se avecina por el consumo de natilla, pero las alegrías de ver a hijos y nietos consumiendo este manjar, no tienen precio.

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