En Colombia, la seguridad laboral sigue siendo un reto que demanda acción más allá del cumplimiento normativo. De acuerdo con cifras del Consejo Colombiano de Seguridad, durante el último año se registraron 521.226 accidentes laborales, con un promedio de 1.428 eventos diarios, y 408 muertes de trabajadores, lo que equivale a ocho fallecimientos cada semana. Aunque estas cifras muestran una leve mejora frente al año anterior, los expertos coinciden en que representan un costo humano y económico demasiado alto, y que la reducción sostenida de la accidentalidad solo será posible si se intensifica la capacitación práctica y la cultura de prevención.

Foto Bancoldex.

En respuesta a este desafío, cada vez más empresas están migrando de la formación teórica a los entrenamientos vivenciales, donde los trabajadores enfrentan escenarios reales de riesgo en ambientes controlados. Este tipo de preparación, que simula incendios, fugas, rescates o fallas estructurales, busca fortalecer no solo el conocimiento, sino la capacidad de reacción bajo presión.

“No basta con saber qué hacer; se debe hacer entrenamiento bajo presión y vivencias acercadas a la realidad”, explica Carolina López, gerente técnica para Latinoamérica de SACS Group, compañía líder en gestión integral del riesgo industrial. “Es necesario impartir formación en ambientes que repliquen situaciones críticas como trabajos en altura, espacios confinados o rescate técnico. Solo así los equipos actúan con precisión y sin improvisaciones”.

Detrás de esta metodología está el concepto de memoria muscular, una respuesta casi automática que surge de la práctica repetitiva en condiciones que imitan una emergencia real. Esta aproximación reduce el margen de error humano —la causa principal de la mayoría de los accidentes laborales— y mejora la coordinación entre equipos en situaciones de alto estrés.

Los sectores de construcción, energía, hidrocarburos y manufactura son especialmente sensibles a estos riesgos. Por eso, los simulacros periódicos se han convertido en un componente esencial de los sistemas de gestión de seguridad. “Los simulacros regulares no solo fortalecen las habilidades individuales, sino que también optimizan la coordinación del equipo, aspecto fundamental en operaciones complejas. Las empresas que implementan programas de entrenamiento práctico y simulaciones frecuentes reportan una reducción comprobable de incidentes graves”, señala López.

En SACS Group, la metodología se basa en la repetición de escenarios realistas, apoyada en tecnología avanzada y equipos de última generación que garantizan una experiencia inmersiva. El objetivo no es cumplir con una norma, sino construir una cultura de seguridad donde cada trabajador se convierta en un agente activo de prevención.

“Nuestro propósito va más allá del cumplimiento legal. Buscamos generar hábitos de seguridad que protejan la vida y garanticen la continuidad de las operaciones. Invertir en entrenamiento es, en realidad, el seguro más efectivo que una empresa puede tener”, concluye la directiva.

En un entorno industrial cada vez más exigente, los simulacros y entrenamientos especializados no deben verse como un gasto, sino como una inversión estratégica que transforma el riesgo en competencia, protege el talento humano y asegura la sostenibilidad de los negocios. La prevención, en definitiva, también se entrena.

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