Un nuevo estudio publicado en ‘Neurology’ advierte que aumentar su ingesta eleva el riesgo de deterioro cognitivo e ictus

Estos alimentos arruinan nuestra memoria y favorecen la aparición de los temidos ictus. Sin embargo, los consumimos de forma habitual en España. De hecho, suponen el 20,3% de los alimentos que comemos, según un estudio. Eso nos convierte en el segundo país mediterráneo que más los ingiere, sólo por detrás de Malta.

«Es importante reconocer que son cómodos de comer, tienden a tener una vida útil más larga en la despensa y están diseñados para atraer nuestro sentido del gusto», admite el doctor W. Taylor Kimberly, de la Facultad de Medicina de Harvard (Boston), en el editorial que acompaña a su último estudio científico, publicado ayer en la revista Neurology.

La nueva investigación es clara: estos alimentos aumentan el riesgo de deterioro cognitivo y accidente cerebrovascular. Hablamos de las comidas ultraprocesadas, que incluyen las que todos conocemos (como los refrescos, las pizzas precocinadas, los nuggets o las patatas fritas), pero también otras que encontramos en muchas casas españolas, como los yogures de sabores.

Otro punto interesante del presente estudio es que también se examinó el impacto de otro grupo parecido, el de los alimentos considerados «mínimamente procesados». En este caso hablamos de comidas o ingredientes que no solemos considerar como procesados, como el yogur sin azúcar o las verduras y pescados cortados y congelados.

Más adelante se citan qué alimentos se clasificaron como procesados y ultraprocesados, pero lo más interesante son sus conclusiones. Así, por ejemplo, un aumento del 10% en la ingesta relativa de alimentos ultraprocesados elevó el riesgo de deterioro cognitivo en un 16% y de ictus en un 8%, según escribieron Kimberly y sus coautores.

No obstante, el riesgo de deterioro cognitivo o ictus disminuía en las personas que ingerían más alimentos no procesados o mínimamente procesados. En cifras, si ese aumento del 10% se producía en alimentos no procesados o en alimentos mínimamente procesados, el riesgo de deterioro cognitivo se reducía en un 12% y el riesgo de ictus en un 9%.

«Las dos afecciones neurológicas más comunes que deterioran la salud cerebral son el ictus y el deterioro cognitivo», señaló Kimberly. «Sabíamos por nuestros estudios anteriores, y por estudios publicados por otros grupos, que la dieta tenía un impacto en estos dos resultados», destaca. Pero esos estudios se centraban en patrones alimentarios como las dietas mediterránea, DASH y MIND, incide el experto, por eso «razonamos que no es sólo el tipo de comida lo que importa, sino también cómo se procesa».

Los investigadores estudiaron a casi 35.000 personas de 45 años o más, procedentes del estudio REGARDS, que analizó el riesgo de ictus en estadounidenses blancos y negros. Las dividieron en dos grupos. De ellas, 14.175 participantes no tenían evidencia de deterioro cognitivo al inicio del estudio y 20.243 participantes no tenían antecedentes de ictus.

Se les estudió desde que se inscribieron, en 2003 y 2007, hasta que estudiaron los registros médicos en 2020 y 2021. Durante este periodo, 1.108 personas sufrieron ictus y 768 fueron diagnosticadas de deterioro cognitivo. ¿Lo más relevante? La relación entre la ingesta de alimentos ultraprocesados y el deterioro cognitivo o el ictus fue independiente de la adherencia a las dietas mediterránea, DASH y MIND. Así pues, es importante cuánto de procesados están los alimentos que comemos para proteger la salud del cerebro.

Qué alimentos se consideran procesados y mínimamente procesados

El estudio pone de relieve el «papel significativo de los niveles de procesamiento de los alimentos y su relación con los resultados neurológicos adversos, independientemente de los patrones dietéticos convencionales», subrayan Peipei Gao, de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, y Zhendong Mei de la Escuela de Medicina de Harvard, en el editorial que acompaña al estudio.

Los alimentos no procesados o mínimamente procesados incluían verduras y frutas cortadas, refrigeradas o congeladas; cortes de aves, pescado o carne; pasta seca o fresca; cereales; legumbres; huevos; frutos secos; frutos de cáscara y semillas sin sal; hierbas y especias frescas o secas; leche o yogur sin azúcar añadido; y café, té o agua.

Los alimentos ultraprocesados eran fórmulas industriales elaboradas a partir de sustancias extraídas de alimentos, constituyentes alimentarios, o sintetizadas en laboratorios a partir de sustratos alimentarios u otras fuentes orgánicas. Incluían carne, pescado, verduras, pizza, platos de pasta, hamburguesas, perritos calientes, bebidas energéticas, leche con chocolate, yogures de sabores y pan, cereales, pasteles, galletas y otros aperitivos envasados.

¿Por qué los alimentos procesados dañan la salud del cerebro?

«Los mecanismos subyacentes al impacto de los alimentos ultraprocesados en los resultados neurológicos adversos pueden atribuirse no sólo a sus perfiles nutricionales», escriben los investigadores. Es decir, no se debe solo a la mala composición de nutrientes y la alta carga glucémica, que pueden causar desregulación metabólica (por ejemplo, obesidad, hipertensión, dislipidemia y diabetes de tipo 2), favoreciendo así la disfunción vascular.

El posible daño que los alimentos procesados causan en el cerebro también se debe a «la presencia de aditivos como emulgentes, colorantes, edulcorantes y nitratos o nitritos, que se han asociado con alteraciones del ecosistema microbiano intestinal e inflamación», señalan los autores.

Además, los investigadores hallaron que el efecto de los alimentos ultraprocesados sobre el riesgo de ictus era mayor entre los participantes negros que entre los blancos. La cohorte REGARDS está enriquecida con participantes de una región con alta prevalencia de ictus. «Curiosamente, el estudio reveló la heterogeneidad de la relación entre los alimentos ultraprocesados y el riesgo de ictus, con una asociación más fuerte entre los participantes de raza negra, lo que constituye una vía para nuevos estudios», observaron Gao y Mei.

¿Qué podemos aprender de este trabajo? En primer lugar, que un consumo cada vez menor de alimentos ultraprocesados se asoció con un mejor perfil de salud cerebral, señala Kimberly: «Dado que los patrones de dieta y la salud cerebral son una relación a largo plazo, puede tener sentido aspirar a pequeños cambios que sean sostenibles en el tiempo, en lugar de cambios drásticos que pueden ser difíciles de mantener».

Textos y fotos: www.elmundoalinstante.com

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