Por Eduardo Frontado Sánchez

En muchas ocasiones, los seres humanos nos perdemos en la vorágine de la vida moderna. Nos sumergimos en el trabajo, la producción y una rutina agitada, olvidándonos de nuestra verdadera esencia como personas. El año 2020 marcó un punto de inflexión con la llegada del COVID-19, una experiencia que nos recordó nuestra vulnerabilidad y la falta de control sobre nuestras vidas. Sin embargo, parece que esta lección no fue suficiente, ya que continuamos con la misma dinámica que nos hace priorizar lo importante en lugar de lo esencial.

Hoy, siento la necesidad de hacer un llamado a la reflexión. Hablamos de reconstruir la sociedad y crear un mundo mejor, pero ¿cómo podemos lograrlo si no nos convertimos en agentes de cambio y no entendemos que debemos transformarnos a nosotros mismos primero? La vida es una montaña rusa de emociones y cambios, y está en nosotros enfrentar esos cambios de manera positiva y aprender de ellos.

La motivación es esencial en este proceso. Cada ser humano tiene sueños, objetivos y metas, pero debemos comprender que no se alcanzan de la noche a la mañana. A menudo, enfrentamos desafíos y obstáculos que, aunque no los comprendamos en el momento, nos brindan valiosas lecciones a largo plazo. Todos tenemos el poder de transformar nuestra realidad y contribuir a un mundo mejor practicando la solidaridad y la empatía.

La construcción de un mundo mejor radica en dos valores fundamentales: la educación y la motivación. La educación es crucial para prepararnos adecuadamente para abrazar la diversidad con empatía y comprensión. Antes de hablar de inclusión y transformación social, debemos estar dispuestos a aprender y a entender las diferencias.

La motivación, por otro lado, es un valor humano que nos impulsa a ejercer un liderazgo auténtico en nuestras vidas. Nos brinda las herramientas necesarias para ayudar y transformar las vidas de los demás a través de nuestras acciones y recomendaciones.

No puedo concluir este artículo sin recordar que debemos volver a nuestra esencia. Lo que nos une es la diversidad, y lo que nos identifica es nuestra humanidad. En lugar de centrarnos en lo que nos separa, abracemos lo que nos une y trabajemos juntos para construir un mundo mejor. La transformación comienza desde adentro, y si cada uno de nosotros se convierte en un agente de cambio motivado por valores como la empatía y la educación, podemos lograr un futuro más brillante y solidario para todos.

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