Por Guillermo Romero Salamanca

Aunque se planeó desde septiembre, el robo de 7 mil armas, ocurrió durante la noche del Año Viejo de 1978 y el día del Año Nuevo de 1979.

Las fiestas familiares para despedir el 1978 fueron amenizadas con temas como “Carmen se me perdió la cadenita” de la Sonora Dinamita y “Muriendo Lentamente” del maestro Calixto Ochoa del Disco del Año. Julio César Turbay Ayala era el presidente de la República y el general Luis Carlos Camacho Leyva era el Ministro de Defensa.

Ocho años atrás, el 19 de abril de 1970, se había lanzado en armas el movimiento M-19, grupo subversivo que tenía unas campañas publicitarias que impresionaba a los colombianos: robaban leche el Zipaquirá y la repartían entre los vecinos, invadieron terrenos, hurtaron la espada de Bolívar de su mítica Quinta en Bogotá y secuestraron a empresarios para sostener económicamente a sus militantes.

En 1976 secuestraron al líder obrero José Raquel Mercado y lo asesinaron en la glorieta que está al lado del parque El Salitre de Bogotá,  hecho que causó terror en la ciudadanía colombiana.

Se conocía que su líder era Jaime Bateman Cayón y miles de versiones iban y venían sobre el grupo urbano guerrillero. El gobierno nacional presentó su Estatuto de Seguridad con el cual buscaba dar por terminado no sólo a ese movimiento subversivo, sino también a los ya existentes. Se pretendía darle tranquilidad a los colombianos que habían visto a las bandas fuera del orden en los campos, pero no en las ciudades.

En Bogotá, entre los barrios Miranda, Santa Ana y Chicó el denominado Cantón Norte, con escuelas de caballería e infantería. A principios del siglo XIX funcionó un aeropuerto, donde en un accidente de unas avionetas, resultó lesionado Misael Pastrana Borrero. El cantón cuenta hasta con el Teatro Patria –donde por esos años se presentaron grandes cintas como “Los 12 del Patíbulo” y “Donde las águilas se atreven”.

En 1978, después de observar el lugar, los guerrilleros del M-19 organizaron la operación “Ballena azul” por el parecido de un galpón gigantesco que tenía cierto parecido con los cetáceos. El plan era robar el mayor número de armas al Ejército Nacional. La operación comenzó en octubre y culminó la noche del 31 de diciembre.

“La reserva de ametralladores allí almacenada –relata Hollman Morris en su libro “Ballena azul”–constituía un contingente de armas y parque que ascendía a más de cinco mil piezas de artillería. Para conseguirlo, el M-19 arrendó una casa frente a las instalaciones del campo militar, reclutando a los que parecían ser una apacible familia de clase media alta pero que en realidad eran viejos cuadros de la organización guerrillera. Los otros militantes designados para esa operación cavaron durante más de dos meses un túnel de setenta y seis metros que los llevó a las bodegas donde se almacenaba el enorme arsenal. La mayoría de los que participaron en la operación no se conocían ni se habrían de conocer por sus verdaderos nombres, ocupaciones o vidas reales durante esas semanas”.

Unos dicen que fueron 5 mil, otros que 5.700 y unos más que cerca de 7 mil armas las que sacaron en dos días y que distribuyeron en caletas en Bogotá y Zipaquirá.

En la casa por donde sacaban las armas, organizaron ese 31 de diciembre de 1978 una fiesta y los soldados que vigilaban lo vieron como algo normal aquella noche.

Fue tal la osadía de los subversivos que pintaron varios grafitis dentro del Cantón y cuenta un guerrillero que para plagiar al famoso Chapulín Colorado debían rayar “No contaban con la astucia” y al final no sabía si astucia era con “c” o con “s” y sólo optó por hacerle una especie de ganchito para que después los medios de comunicación no los tildaran de ignorantes.

El mismo M-19 dio la noticia el 2 de enero de 1979 al lanzar un panfleto impreso en mimeógrafo. Lo enviaron a los medios de comunicación, que en principio no creían lo sucedido.

Cuando el Ejército Nacional se dio cuenta del hecho, su estrategia consistió en capturar al mayor número de sospechosos y llevarlos a centros de “indagación”.

Bateman ordenó a sus militantes que se escondieran como pudieran, pero los militares dieron una batalla de inteligencia, sin importar los métodos y en menos de un mes tenían de nuevo, casi la totalidad de las armas.

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