Por Iván Hernández Umaña

La revista Semana habla de una “economía bipolar”: por un lado, los indicadores macro muestran un comportamiento favorable (PIB creciendo, inflación bajando, empleo mejorando). Pero, por otro, la mayoría de colombianos percibe que todo va peor.

A primera vista parecería un doble estado de ánimo económico. Sin embargo, lo que realmente vivimos es un dilema cultural y político más profundo: credulidad vs. credibilidad.

La credulidad surge cuando, golpeados por la precariedad, nos aferramos a mensajes simplistas —ya sean de miedo o de promesas fáciles— sin detenernos a contrastarlos.

La credibilidad, en cambio, se construye cuando las instituciones logran coherencia entre discurso, datos y la experiencia cotidiana de la gente.

Lo que está en juego no es si la economía es “bipolar”, sino el paradigma de confianza en el que decidimos movernos como sociedad.

Aquí el Paradigma Apreciativo nos da una pista: todo paradigma se define por cómo entendemos la realidad (ontología), cómo la investigamos (epistemología), cómo la transformamos (praxis), qué valoramos (axiología) y cómo hablamos de ella (lenguaje). Si el lenguaje público se limita a la queja o la sospecha, alimenta la credulidad: “todo está mal, nos engañan”. Pero si el lenguaje reconoce tanto fortalezas como riesgos, abre camino a la credibilidad crítica: “esto funciona, esto no, y aquí podemos actuar”.

Por eso el verdadero reto no es que los indicadores sonrían mientras la ciudadanía frunce el ceño. El reto es formar una ciudadanía crítica, capaz de distinguir entre relato y evidencia, entre manipulación y dato, entre ilusión inmediata y construcción colectiva de futuro.

En suma, lo que aparece como “bipolaridad” en los datos es, en realidad, un espejo de nuestras instituciones y de nuestra cultura ciudadana.

Entonces, ¿qué necesitamos más en Colombia: credulidad fácil o credibilidad ganada?

La invitación es a cultivar un lenguaje apreciativo y crítico, que nos permita exigir coherencia a las instituciones, reconocer nuestras fortalezas y, sobre todo, construir juntos un futuro con confianza ganada, no con credulidad ciega.

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