Por Guillermo Romero Salamanca
En Europa cuando ubique una flecha amarilla pintada con brocha de seguro llegará a Santiago de Compostela.
Hay miles de piedras, muros, puentes, árboles, mojones y en el piso donde está la señal. No hay pérdida. Es la primera indicación que le puede dar un guía cuando un peregrino quiera emprender el famoso recorrido para llegar hasta Galicia.
Es tan importante que se convirtió en un símbolo de la travesía.
El ideólogo fue el sacerdote Elías Valiña Sampedro, cura de O Cebreiro, primer lugar de Galicia donde pasa el Camino Francés.
El padre Elías comenzó a recuperar el camino para los peregrinos y un día, en los primeros años de los ochenta, conversó con los encargados de la empresa encargada de pintar las rayas de la carretera N-6 para que le entregaran los sobrantes y, entonces, con la ayuda de una simple brocha señalizó el camino.
Todos los días sacaba tiempo para esta tarea. Subía en su viejo Citroën GS los baldes y avanzaba en su propósito.
«Cuentan que una vez lo detuvo la Guardia Civil en un recóndito lugar de los Pirineos, caminos utilizados también por los etarras. Extrañados por la figura del sacerdote untado de pintura amarilla hasta las orejas, que pintaba con esmero las flechas le reclamaron una explicación de sus actos. “Estoy preparando una gran invasión”, les contestó», comenta Pitusa Fariña Reboredo, de la Xunta de Galicia.
En efecto, gracias a esa señalización, miles de peregrinos transitan tranquilos por aquellos parajes.
El sacerdote Elías Valiña nació en Sarria, Lugo, España en 1929. Fue licenciado en Derecho, doctor en Teología, fue uno de los grandes promotores del Camino de Santiago. Fue párroco de O Cebreiro, en la entrada del camino francés, hasta su muerte. Dedicó su vida a trabajar por el Camino de Santiago hasta su muerte el 11 de diciembre de 1989.
Cuando Valiña comenzó a promover el Camino de Santiago, éste estaba prácticamente olvidado e intransitable. Fue el primer estudioso serio de la ruta medieval, a la que dedicó su tesis doctoral, leída en 1965 en la Universidad Pontificia de Salamanca. “Era un tipo muy persuasivo que muchos tenían por loco”, explica Antón Pombo, presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago, una entidad fundada por Valiña.
Para llegar a O Cebreiro es necesario escalar una escarpada montaña y fue un punto clave para los romanos, después, el paso obligado francés para quienes iban a visitar la cripta de Santiago.
Es conocida porque allí ocurrió un milagro en una Misa, que cambió toda la historia. Un día, el sacerdote encargado del lugar debía celebrar, pero caía una poderosa tempestad, porque los inviernos allí son inclementes. No pensaba oficiar, pero de pronto, en medio de la lluvia llegó un campesino. Total, el sacerdote dijo para sí, bueno, qué más da. Se trata de un pan y un poco de vino.
En el momento de la consagración la hostia se convirtió en carne y el vino en sangre, hecho que conmocionó como era lógico al oficiante quien de inmediato cayó de rodillas. Sobre el visitante nunca supo qué ocurrió, pero el sacerdote dio aviso a sus superiores quienes, además, avisaron a los reyes del suceso.
De tal manera, desde ese momento, miles de personas pasan por allí, donde sólo habitan unos cuántos sacerdotes franciscanos y unos 30 habitantes que cuidan las pallozas, venden algunos recuerdos a los peregrinos o les ayudan en alguna necesidad.
El santuario de O Cebreiro es otro referente histórico de este municipio, dada su relevancia en el camino jacobeo por el milagro acontecido. La iglesia de Santa María a Real es una importante joya del arte prerrománico, del siglo IX. En ella se conserva una piedra datada en la Edad del Bronce con una escena de caza o de sacrificio. A su lado está el hospital de San Giraldo de Aurillac que, desde 1966, es una hospedería.
Este hospital podría datar del 835, pero es en el 1072 cuando adquiere relevancia al pasar a manos de los monjes franceses de Aurillac y ya en el siglo XIV alcanza gran fama con el milagro del Santo Grial.
Algunos peregrinos ingresan a la capilla y de un momento a otro comienzan a llorar. No saben explicar el motivo, pero resultan emocionantes estas escenas. De todas formas, al salir, seguirán obedientes las flechas amarillas.
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