Por Guillermo Romero Salamanca

A las diez de la mañana de este 10 de julio, cuando Andrés Londoño limpiaba una de las mesas de su negocio “La Potería Local”,– en un centro comercial de Montgomery Village en las afueras de Gaithersburg– comenzó a recibir llamadas de su familia, compatriotas y visitantes felicitándolo por la nota que le hizo el periodista Tim Carman, especializado en gastronomía de The Washington Post, uno de los más prestigiosos diarios del mundo, medio impreso conocido por sus investigaciones periodísticas, entre ellas la que dio origen a la renuncia del presidente Richard Nixon.

El local está ubicado a unos 35 minutos de la famosa Casa Blanca. Más exactamente en 19116 Montgomery Village Ave., Montgomery Village, Maryland.

Con una prosa limpia, extensa, prodigiosa en descripciones, Tim Carman habló del restaurante y de sus apuestas culinarias, saboreando empanadas y degustando –a mano limpia- las arepas con sabor al Eje Cafetero, Antioquia y Santander.

–Hacía años no salía una buena nota sobre Colombia, le dijo uno de sus interlocutores al dinámico Andrés.

–Lo felicitamos y siga para adelante, le comentó un comensal.

Mónica y Andrés, los creativos de «La Potería Local».

Estaba en esas comunicaciones, cuando su hija le reportó desde Barranquilla que Julio Sánchez Cristo habló durante un buen rato del reportaje y, además, el corresponsal de la W Radio alabó las bondades de los productos de “La Potería Local”.

Minutos después llegó un periodista de Caracol Televisión para hacer una nota sobre las exquisiteces que desde el 2015 vende, primero en la calle, con un carro hecho en China y luego en el local comercial.

En realidad, para Andrés, este 10 de julio es un momento culmen de su esposa Mónica Pulecio, quien hace doce años tuvo un sueño: montar un negocio de comidas callejeras.

–¿Estás segura?, le preguntó varias veces Andrés, quien en ese momento era un funcionario de la Organización Panamericana de la Salud.

–Si señor, es un anhelo y lo quiero sacar adelante.

Andrés, como buen esposo –obediente y humilde– presentó su renuncia al cargo y entre los dos comenzaron con el primer menú para la venta: empanadas.

–Pero pongámosle café, dijo él. Se verá muy lindo el carro con una greca, mostrando nuestro sabor colombiano, sueño ya con ese aroma.

–Buena idea, le contestó ella.

Luego de llamadas acá y allá encontraron en la empresa “Pergamino Antioquia”, el socio ideal para obtener un grano recién tostado. “Cada semana llega el pedido para satisfacer a nuestros clientes”.

No sobra decir que Andrés es reconocido como “el pote” y entonces, su propia progenitora le sugirió que bautizara el local como “La putería”, pero él, le dijo: “No madre, no se ve bien. Lo siento, se llamará “La Pote-ría”.

Desde hace unos años están en la puerta de un centro comercial que vende ropa y accesorios, pero ya muchos van allí por los pandebonos, el café, las empanadas, los wafles –preparados con masa de pandebono y frutas—, palitos de queso y arepas.

Cada cierto tiempo viajan a Barranquilla donde encuentran inspiración para sus nuevos bocadillos. “Acá no vendemos ajiacos, ni sancochos, ni bandejas paisas, sólo nuestros mecatos colombianos”, comenta Andrés, mientras observa una vez más la extensa nota del diario norteamericano.

Es común en Estados Unidos que las personas escriban y den sus calificaciones sobre los platillos que encuentran en sus recorridos y fue, precisamente, por ellos, por los que The Washington Post, los contactó para hacer una nota.

Estuvieron “atortolados” –en léxico colombiano, asustados– cuando vieron al redactor Tim Carman y el fotógrafo Scott Suchman arribar al local. Les mostraron la carta, les ofrecieron los platillos y les dieron sus especificaciones, luego les aconsejaron dejar a un lado los cubiertos y consumir las arepas a mano limpia.

Así lo hicieron.

Luego de una variedad de preguntas y respuestas, se marcharon. Fueron varios días con pensamientos sobre cuál sería la respuesta del comunicador. En la mañana del lunes 10 de julio las llamadas y la lectura de la crónica varias veces, no los sacaban del asombro. Estaban alegres.

–¿Cuál es el secreto?, les preguntamos.

–La verdad: hacer todo con amor, con dedicación, con esmero. Brindar lo mejor que tenemos. Si le apostamos a perfeccionar cada detalle, creemos que encontraremos un buen resultado y la nota de este periodista puede definir nuestra labor. A él no lo conocíamos y sólo le pedí una foto al fotógrafo, pero él me dijo que, por cuestiones legales, el diario no permitía ese tipo de atenciones.

Pantallazo de la nota en The Washington Post

APARTES DE LA NOTA

“Pulecio y Londoño se conocieron y casaron en el área de Washington, a pesar de que crecieron a solo cinco minutos el uno del otro en la capital de Colombia. Pulecio vino a Estados Unidos porque, según me dijo, en su país “no tenía suficiente dinero para comer”. Al principio, limpiaba casas y trabajaba como niñera. Londoño se mudó al norte para trabajar en la Organización Panamericana de la Salud. Sus caminos se cruzaron en una fiesta en 2009 y desde entonces han sido casi inseparables”, escribió el periodista.

DESCRIPCIÓN DEL PANDEBONO

“Por mucho que me guste el pan de wafle, especialmente las rebanadas de wafle que sirven como pan para el sanguchito de jamón y queso, un sándwich que se mastica como un mochi, me encantan aún más los bollos de pandebono estándar. Rechonchos, pálidos y translúcidos en los bordes, donde se puede ver el relleno de jalea de guayaba casi dolorido por reventar de su confinamiento, los pandebonos juegan ambos lados uno contra el otro, nunca comprometiéndose por completo con los elementos dulces o salados. Es una tensión y una delicia”, continuó Tim, quien es reportero de alimentos en The Washington Post, donde ha trabajado desde 2010.

SOBRE EL PERRO CALIENTE

“El perro caliente, o perrito caliente al estilo colombiano, aumenta aún más esta tensión. Como era de esperar, hay múltiples formas de vestir a un perro colombiano, pero la versión de La Potería Local destaca la salsa de piña, un condimento que complementa la dulzura natural de la fruta con azúcar agregada. Líneas entrelazadas de salsa de piña, mayonesa de ajo y mayonesa con ketchup se deslizan por la superficie del perro de carne de res, agregando su propio comentario al plato, pero el conflicto esencial es entre el vínculo salado y la salsa dulce de piña, las líneas frontales cambian con cada bocado. La batalla también es interna, al menos para mí: o abrazas a este perro confitado, o no lo haces. Lo acepté en el momento, ya sabes, amo a la persona con la que estás, pero no estoy seguro de adoptarlo a tiempo completo”, describió el comunicador sobre el famoso tentempié.

Un café recién preparado.

LA EXPERIENCIA CON LA AREPA

“La segunda vez que pedí una tostada de arepa, un empleado me sugirió que me la comiera con las manos. No quiero exagerar este cambio, pero vi el plato bajo una nueva luz. La tostada de arepa no solo fue fácil de devorar, sino que comer con las manos agrega otro placer sensual a la comida: cuando te llevas la arepa cargada a la boca, tus dedos entran en contacto con la superficie áspera y pedregosa del pan plano. La experiencia táctil genera algo parecido a los hormigueos ASMR. Mientras alternaba entre tostadas de arepa y batido de guanábana, el pasado y el presente se mezclaban de formas que apenas podía catalogar, sentí que me invadía una alegría, un alivio momentáneo de la preocupación y el estrés”, comentó el columnista gastronómico de “The Washington Post”.

¡Qué bueno leer cosas bonitas de Colombia!

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