Por: Hernán Alejandro Olano García
La denominada Corona de los Andes,según el libro «Compendio Histórico Cronológico del Obispado de Popayán», escrito en 1870 por el sacerdote, doctor Manuel Antonio Bueno y Quijano, el tío abuelo de don Tomás, sacerdote Manuel Ventura Hurtado del Águila y Arboleda, «enriqueció la imagen de la Concepción con perlas, diamantes y esmeraldas y una corona de oro y esmeraldas, situó la imagen sobre un mundo y rodearla de un resplandor de plata trabajado a martillo: con tales adornos la sacaban en la procesión aludida…». Esto corrobora que la Corona de los Andes fue mandada a hacer y costeada por el presbítero Hurtado del Águila, quien la concibió para que luciera en las sienes de la Inmaculada durante la fiesta en su honor. No se la entregó a la Iglesia como se dice, sino que la preciosa joya, así como los demás objetos dedicados al culto de la Inmaculada, pertenecía a la Cofradía de familia, que era una orden seglar con permiso de la autoridad eclesiástica. (OLANO DE MUÑOZ, Aura Isabel. El legado de Manuel Ventura Hurtado. En: EL LIBERAL # 17092, octubre 25 de 1995, página 3-B.)
Tomás Olano y Hurtado por designación de Obispo don Carlos Bermúdez, en 1884 fue nombrado tercer mayordomo de la Cofradía de familia de la Inmaculada Concepción de Popayán. Nacido en Popayán el 1 de noviembre de 1842 en la casa solariega de los Hurtados, actual sede del Banco Agrario de Colombia, a una cuadra de la hoy plaza de Caldas. Estudió en el Colegio de Yerbabuena, en Chía, dirigido por José Manuel Marroquín Ricaurte; partió luego a Europa con su hermano Nicolás, a los colegios de Jully, en París, y Stonighers, cerca de Londres, donde cursaron filosofía, literatura y altas matemáticas. Fue concejal de Popayán y su retrato al óleo, pintado por el maestro Coriolano Leudo Obando, se encuentra en la Secretaría de Gobierno de su ciudad.
Diputado del Cauca, más tarde militar, comerciante y adjunto a la legación acreditada por Colombia ante el Emperador Napoleón IIIº; secretario de la Embajada en Quito y Encargado de Negocios en esa capital. Ejerció el consulado honorario del Ecuador en Popayán, donde murió el 27 de mayo de 1918. Fundó una casa comercial con oficinas en Cali, Popayán y Quito.
Como Síndico y Mayordomo de la Cofradía de la Inmaculada Concepción, don Tomás pensó en 1912 edificar un asilo para ancianos que llevará el nombre de esa advocación y con ese propósito, el 3 de enero dirigió una carta a Monseñor Francisco Ragonesi, Delegado Apostólico de la Santa Sede en Colombia, en la que le solicitó el permiso para realizar la enajenación; el 24 de enero, el proto-nuncio le dijo que juzgaba conveniente que el arzobispo se dirigiera directamente a las instancias pertinentes en Roma. Tomás Olano atendió la sugerencia y en carta fechada el 20 de abril de 1914 escribió a S.S. Pío X°, solicitando el permiso correspondiente y éste fue coadyuvado por el entonces arzobispo Manuel Antonio Arboleda.
En la carta, dirigida al Santo Padre, por intermedio de la Sagrada Congregación del Concilio, se le comentaba que la preciosa corona de forma imperial, de oro fino repujado, trabajo artístico y muy antiguo, pesa en bruto 2250 gramos y está tachonada de 270 esmeraldas de puras aguas y lindo color, grandes algunas y pequeñas otras. En la parte superior tiene colgantes 17 esmeraldas en forma de pera. También decía: En esta república, azotada por las guerras de la independencia y luego las civiles, una alhaja tan valiosa como la corona de la Inmaculada, está expuesta a los saqueos. Los patronos y síndicos hemos logrado salvarla hasta hoy, ya enterrándose, ya trans poniéndola a sitios ignorados. He concebido el proyecto de venderla, pidiendo previamente el permiso canónico a Vuestra Santidad. El producto deseo invertirlo en fundar en esta ciudad un asilo para ancianos, poniéndolo bajo la dirección y cuidado de las hermanitas de los pobres.
Posteriormente San Pío X°, por intermedio del Cardenal Merry del Val, respondió a Olano desde Roma el 17 de junio de 1914, concediéndole permiso para la venta de la corona y con el fin indicado y dejando pendiente juicio del arzobispo de Popayán Manuel Antonio Arboleda, quien fijaría las modalidades y condiciones tanto de la enajenación, como de la nueva institución (el asilo de ancianos).
En su testamento, otorgado por medio de la escritura pública 412 de 1918, que reposa en los fondos de la Notaría Primera de Popayán, cedió la mayordomía de la Cofradía de Familia a su hijo Manuel José. En la cláusula 6ª, dice: en mis libros que lleva el señor José Fernández, existe una cuenta llamada de Cofradías, con un saldo a mi favor proveniente de los gastos que he hecho en las fiestas de la Inmaculada y de San Juan Nepomuceno en la Catedral y en uno de los altares del Corpus. Esta suma la dono a la Inmaculada Concepción, sí, como lo creó la Cofradía de familia sigue en mi familia, por nombramiento de Manuel José, mi hijo, como síndico y patrono, lo que está convenido con el Ilustrísimo arzobispo Arboleda.
7ª, De la misma cuarta de libre disposición dejo mil pesos oro a mi hijo Manuel José para que con sus intereses al 1% mensual haga dichas fiestas mientras él quiera y sin que por esto se entienda que fundó capellanía y sin que nadie pueda pedirle cuentas…»
¿Qué pasó con la Corona?
Tomás Olano y Hurtado se casó en Cali en abril de 1870 con Matilde Borrero Iragorri, nacida el 19 de septiembre de 1849, hija de Juan de Dios Borrero Costa y doña Micaela Iragorri Borrero, nacida en 1806 y muerta en 1886.
Manuel José Olano Borrero, Síndico-patrono auxiliar, Síndico titular y cuarto mayordomo de la Cofradía de familia de la Inmaculada Concepción de Popayán, (aunque por el mayorazgo ha debido serlo su hermano Antonino, pero su padre así lo dispuso mediante Testamento de 1918).
La Cofradía fue Fundada por su tío bisabuelo, el sacerdote Manuel Ventura Hurtado del Águila y Arboleda, quien mandó elaborar la famosa corona de más de dos kilos de oro y 296 esmeraldas, entre la que se encuentra la famosa esmeralda “Atahualpa”, para la imagen de Nuestra Señora, que luego, con permiso de S.S. Pío X, fechado en Roma el 17 de junio de 1914, fue vendido con el propósito de construir el asilo de ancianos de Popayán, aunque después el Arzobispo Maximiliano Crespo gastó el dinero de la venta en la construcción del Palacio Arzobispal. Cabe mencionar que el fallecido «historiador» y cronista Alfredo Iriarte Núñez, sin conocer la verdadera historia, dijo de la Corona, refiriéndose a Manuel José: «el sector estatal se hallará muy pronto ante un reto de dimensiones colosales, cual es el de la recuperación de la deslumbrante «Corona de los Andes», una de las más soberbias joyas de la orfebrería colonial iberoamericana que cierto personaje, cuyo nombre ha de quedar inscrito para siempre en la historia nacional de la ignominia, vendió en el extranjero con la tranquilidad con que se enajena un mueble doméstico». En: Revista Cambio #102, mayo 22 al 29 de 1995, página 102.
Nacido Manuel José en Quito el 24 de marzo de 1882. Fue secretario de la Embajada ante el Vaticano, Senador y Gobernador del Cauca, bajo cuyo mandato llegó la luz eléctrica a ese departamento.
Por designación de su padre, Manuel José continuó con la tradición familiar, celebrando con especial pompa la fiesta de la Inmaculada Concepción y su octavario, gastos que sufragaba de su propio peculio, pues de los mil pesos oro al 1% mensual de interés, que le había dejado su padre para el efecto, no alcanzaba para casi nada.
Como sus bisabuelos, abuelos y padres, protegió celosamente la corona de la Vírgen, siempre la guardaba en un arcón y en una de las salas de su solariega casona de Hurtados (hoy sede del Banco Agrario de Colombia), estaba expuesta la imagen de la Inmaculada con los demás elementos del culto, aunque sólo en Semana Santa los Olano de Angulo exhiben la preciosa corona, que era admirada por los distintos personajes que llegaban a Popayán de diversas partes del país.
Sin embargo, ante el peligro de guardar tan valiosa alhaja, Manuel José, que guardaba el permiso que San Pío X° había otorgado a su padre para la enajenación de la corona, decidió hacerlo efectivo y concretar la idea de don Tomás, de edificar el ancianato.
Ya desde 1928, don Manuel José, siguiendo las instrucciones de su padre, sostuvo durante varios años negociaciones con gran cantidad de posibles compradores para la venta de la corona. Para el efecto, a finales de 1928 viajó de Chicago a Popayán el negociante de gemas Warren J. Pipper, pero el colapso de Wall Street en 1929 puso fin a las negociaciones por un tiempo. Este joyero había oído hablar de la corona en la exposición de Panamá-Pacífico en San Francisco, California y tomó la determinación de adquirirla.
El abogado Luis Carlos Iragorri Peña, se encargó de hacer los contactos para la venta definitiva en los Estados Unidos, llevando la joya a bordo del buque de la Green Lane «Santa Lucía», escondida en una caja de cubiletes y luego guardada en la caja fuerte del barco cuando el capitán se enteró del valor de la corona. En Nueva York fue depositada en las bóvedas de la Hannover Trust Company.
En 1935, cuando apenas se había puesto a la venta la joya por conducto del Consulado colombiano en Nueva York, para lo cual la Junta de Control de Cambios y Exportación había autorizado la salida de la alhaja, el arzobispo de la época, Monseñor Maximiliano Crespo, decidió demandar en juicio ordinario a Manuel José Olano, porque al parecer, el síndico no le consultó acerca de la decisión tomada, así contase con el mismísimo permiso del Papa.
Monseñor Crespo confirió poder a los abogados Jorge Ulloa López, como principal y Gustavo Maya Rebolledo, como suplente. Se pedía la restitución de los objetos del culto de propiedad de la Cofradía, inclusive la corona, y que se condenara al demandado al pago de perjuicios y de las costas del juicio.
Para proceder al secuestro de la joya, el Juez Tercero Civil del Circuito libró exhorto al Ministerio de Relaciones Exteriores, ordenándose al Cónsul en Nueva York suspender inmediatamente la oferta de venta, y que se remitiera la alhaja en calidad de depósito al Banco de la República en Popayán, y en caso de haberse vendido, para que remitiera el precio de la venta.
El juez del conocimiento en auto del 3 de abril de 1935 nombró como secuestre de la corona a Fernando Olano Angulo, y como secuestre del resto de los bienes de la Cofradía a Tomás Olano Angulo. La corona había sido vendida en 1936. El fallo se produjo en 1937, y en él sólo se ordenó la entrega de los demás bienes de la Cofradía a la Arquidiócesis, los que se le traspasaron debidamente inventariados, así como su archivo y otros documentos.
Monseñor Crespo, por Decreto 927 del 4 de mayo de 1936, removió a Manuel José Olano el cargo de Síndico-Patrono de la Cofradía de la Inmaculada, por «negarse a rendir cuentas al Ordinario y entregar a éste los bienes que ha guardado en calidad de depósito, y por estar gestionando la venta de la corona».
Es decir, que mientras la Arquidiócesis alegaba que la familia había sido mera tenedora de los objetos de culto de la Inmaculada, Manuel José Olano, por medio de su apoderado Jesús María Casas, se oponía a las pretensiones demandadas, sosteniendo que esos elementos, incluida la corona, pertenecían a la Cofradía y que eran patrimonio de la familia, la cual, cada generación, desde su fundador el Presbítero Manuel Ventura Hurtado del Águila y Arboleda, habían enriquecido.
La Sentencia del 20 de marzo de 1937, firmada por el doctor José Rafael Cabanillas Torres, Juez Tercero Civil del Circuito de Popayán, la que se conserva en el Archivo Histórico Central del Cauca, dice que la segunda solicitud de las pretensiones iniciales no se declara, por no aparecer comprobación de los deterioros que, por el hecho o culpa del demandado, pudieron haber sufrido los bienes.
En el tercer punto, se manifiesta que no procede la condena de restitución de frutos, intereses y accesorios de los bienes ya citados, por falta de prueba para ello y, finalmente no se condena al pago de perjuicios ni costas del proceso.
El apoderado de Olano, Jesús María Casas, interpuso recurso de apelación de la sentencia ante el Tribunal Superior de Popayán, pero, corriendo el fuerte rumor de que por este paso procesal la familia Olano podría ser excomulgada, siendo tan creyentes y habiendo ayudado en distintas obras pías a la Iglesia, desistieron del recurso, en carta firmada por los apoderados de las partes, Jorge Ulloa López y Tomás Olano de Angulo, como mandatario general de su padre. Esto sucedió en diciembre de 1938.
Llama la atención que habiendo ganado la Arquidiócesis el litigio, se le hubiera pagado a Manuel José Olano la suma de US$45000.oo ($36000.oo de la época) por la venta de la corona, lo cual fue tanto como reconocer que la alhaja sí formaba parte del patrimonio familiar.
El primer comprador de la corona fue Guillermo Rodríguez Fonnegra, quien pagó por ella US$85000.oo, representado en tres letras giradas contra el Anglo South American Trust Co. de Nueva York, y amparadas por una póliza de seguro otorgada por la Saint Paul Minnesota Insurance Co. Más tarde Rodríguez serviría también de intermediario para venderla a Pipper en 1936.
El 6 de julio de 1936 se firmó en la ciudad de Nueva York, un convenio de compraventa de la corona entre los intermediarios de la firma Oscar Herman & Brothers Inc., sociedad domiciliada en aquella ciudad y el comprador Warren J. Pipper de Chicago, Illinois, por el precio total de US$125000.oo
Jorge Ulloa López, apoderado de la Arquidiócesis, narraba haber recibido como producto de su venta US$72500.oo, que, descontados algunos gastos, entre ellos unos giros que hizo al propio arzobispo Crespo para construir el Palacio Episcopal, quedó un saldo líquido de US$46774.75. La suma se invirtió por cuenta del abogado en la adquisición de bonos de la deuda externa de la nación, Banco Agrícola Hipotecario y Departamento del Valle, cuando esos títulos eran los de más baja cotización en la bolsa de Nueva York. Finalmente, en el año de 1942, el abogado le devolvió a la Arquidiócesis US$123141.25, equivalentes a $214881.48 pesos de la época, ello sin contar con otros giros que le hizo con anticipación para atender gastos como los del nuevo palacio arzobispal.
En consecuencia, Manuel José Olano no recibió el producto de la venta de la joya, ni se pudo construir el ancianato; el dinero quedó en manos de la Arquidiócesis, que luego sería demandada por su abogado, al abstenerse el arzobispo Crespo de pagarle sus honorarios.
La primera fotografía internacional de la corona apareció al exhibirse como «La Corona de los Andes» en la Feria Internacional llevada a cabo en Nueva York en 1939, por cuenta de la Casa Christie´s, creándose en el catálogo historias fantasiosas sobre su origen, como por ejemplo, decir que estaba tallada en un solo bloque de oro puro y que pesaba 100 libras; que fue hurtada por piratas en 1650 y recuperada en alta mar antes de caer a sus profundidades luego de sangrienta batalla; que una de sus esmeraldas perteneció al Inca Atahualpa y le fue arrebatada por Pizarro al conquistar Perú, lo cual es falso; o también, que el Zar ruso Nicolás II° la había pretendido comprar pocos meses antes de que los bolcheviques lo ejecutarán en octubre de 1917; incluso se dijo que un famoso joyero americano de nombre Waren J. Pipper quiso comprarla, pero se declaró el famoso Crac de 1929 y la bolsa de Wall Street se hundió y con eso, la compra de la Corona.
Luego también fue fotografiada para el «Almanach de Bruxelles» y luego se reprodujo en un artículo escrito por Luis Marden en National Geographic Magazine, de octubre de 1960, cuando se entrevistó a su esposa, la cual dijo: «…mi esposo percibiendo que el dinero de la venta de la Corona de la Virgen de la Inmaculada podría ser utilizado en obras de caridad en Popayán, obtuvo el permiso del Papa para vender la Corona. Después de algunas negociaciones, la Corona fue vendida y enviada a los Estados Unidos«. La señora de OLANO también en forma errada le informó a Marden que «la imagen de la Virgen fue ordenada por uno de los antepasados de mi esposo, y tallada en madera por el artista ecuatoriano Caspicara y la Corona fue terminada después de hecha la imagen, probablemente entre 1795 y 1800. Cada año, el 8 de diciembre la Corona se le colocaba en la cabeza de la Virgen y ella vestía ricas mantas y era llevada en procesión en los hombros de miembros seleccionados de la Cofradía«.
En 1963 la corona apareció en la revista LIFE, al registrarse que, en Londres, la Casa Ascher de Amsterdam ganó la puja del remate con una oferta de US$150000.oo. En noviembre 22 de 1995, la Casa de Subastas Christie’s de Nueva York, informó que no pudo subastar la corona, ya que nadie pujó por encima de los 2,2 millones de dólares, una cifra bastante inferior a los entre tres y cinco millones de dólares previstos por la galería. (Diario A.B.C., de Madrid, España, noviembre 22 de 1995, nota de Juan Vicente Boo).
En 1997 se publicó en «El Clarín» de Buenos Aires una nota sobre la exhibición de los objetos personales de los Duques de Windsor en esa ciudad, la cual «…sólo tiene un antecedente, la exhibición de la Corona de los Andes, una joya colonial de oro y diamantes que trajo la firma Christie’s hace un par de años cuando se inauguró el Centro Cultural Borges.«. También se exhibió en el museo Topkapi de El Cairo, Egipto.
El 21 de abril de 2005, se exhibió en Liverpool, hotel Four Seasons, dentro de la exposición «Las coronas más bellas del mundo», organizada por Robbe & Berking, la más famosa casa de cubertería de las familias nobles reinantes.
La joya reapareció en público el 19 de noviembre del 2015 como la pieza central de la galería 357 del Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (MET), confinada en una urna de cristal blindado, antibala y antisísmica, como una representación viva de la fe, el arte y la artesanía de la época colonial, siendo una pieza central en la identidad cultural de Colombia.
El MET la adquirió por 2,2 millones de dólares, por ser una de las piezas más significativas de la orfebrería hispanoamericana. En la Casa Museo Luis Eduardo Ayerbe de Popayán, se exhibe una réplica de la corona.
Hasta aquí la fabulosa historia de la Corona de los Andes, obra de arte excepcional y símbolo del patrimonio cultural e histórico de Colombia.
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