Por Guillermo Romero Salamanca
El primer café del martes 29 de junio estuvo más amargo que de costumbre. Daba el primer sorbo cuando la periodista Vivian Díaz escribió en su WhatsApp: “Falleció Orlando Cadavid, el periodista”.
–¿Seguro?, le pregunté de inmediato.
–Si, me contestó la voz de Troya Noticias.
De inmediato llamé al gran Evelio Giraldo. “Evelio, ¿qué pasó?”, le alcancé a expresar. “Si hermanito, anoche, una mala jugada del corazón acabó con el gran Orlando Cadavid…Lo atendió Óscar Cano, “aliviadito”. Estoy deshecho”, agregó. “Hablamos ahora. Estoy escribiendo la noticia que jamás pensé redactar”.
Minutos después en Eje21.com, el portal de Orlando y Evelio decía:
“A causa de un infarto cardiaco, falleció en la noche del lunes en su residencia de Medellín, el veterano periodista Orlando Cadavid Correa.
Su vasto periplo periodístico lo comenzó muy joven en Manizales, en la antigua Transmisora Caldas, procedente de su natal Bello (Antioquia), para afincarse en Manizales, la que consideró su segunda patria Chica.
Desde entonces dejó su impronta especialmente en la radio manizaleña, en programas de noticias como el Noticiero Crónica, Noticiero Todelar (en la desaparecida Radio Manizales), en una primera etapa en la que impuso un estilo propio y creó una verdadera escuela de periodismo, que fue bien aprovechada por los imberbes periodistas de entonces.
Cadavid dio el gran salto a la capital del país y se proyectó a nivel nacional, desde la dirección de Radio sucesos RCN y luego como fundador de la agencia de noticias Colprensa.
Tiempo después regresó a su amada Manizales y ocupó la dirección de Noticias Caracol y la corresponsalía de El Tiempo, además fue co director del diario digital Eje21, que hoy se encuentra de luto por tan infausta noticia.
Se fue un gran maestro del periodismo, expresaron algunos quienes fueron sus discípulos en el ejercicio del oficio en la capital caldense”.
Las llamadas iban y venían. Ángel Romero Bertel, su compañero de faenas en RCN Radio y Colprensa estaba compungido. Lo mismo sucedía con Óscar Domínguez, Samuel Salazar, Alberto Saldarriaga, Alejandra Buitrago, Guillermo Tovar, Luis Felipe Salamanca y decenas más que fueron sus discípulos, compañeros de trabajo o competencia.
Orlando nació en Bello, Antioquia, pero fue en Manizales donde encontró el gusto por la radio al lado del inmortal Eucario Bermúdez, después pasó a la redacción, leyó a don Antonio Pardo García y entonces, como alumno ejemplar, la redacción fue su vida. Los titulares cortos y precisos y sobre todo el lead fueron su pasión.
Era el hombre de la noticia. Si no llevaba una sintaxis perfecta, si no estaba con la redacción adecuada, le daba cierto nerviosismo. Ni pensar en un error de ortografía.
José Vicente Arizmendi, director de Javeriana Estéreo, fue uno de sus alumnos, me comentó: “Veámonos y recordamos al gran Orlando”.
La cita fue programada para un centro comercial. En otros años la conversación hubiera sido para libar el néctar de los dioses. En esta oportunidad, José Vicente pidió una malteada de fresa, con chocolate y chantilly. Cualquiera se marea así, pensé. Yo sólo pedí un cafecito amargo.
–¿Qué admiraba de Orlando?, comenté para adentrarse en la conversación con el director radial universitario.
–Su perfección para escribir y su imparcialidad. Quien no redactara bien, lo miraba feo, pero quien le mintiera, no lo volvía a saludar.
Los dos fuimos sus discípulos en Colprensa. Ambos llegamos a la sala de redacción de Colprensa cuando cursábamos cuarto semestre de Comunicación Social de la Universidad de La Sabana.
–La primera nota que hice fue sobre una visita de Miguel Bosé a Colombia, arrancó José Vicente. Se la llevé, la leyó y me dijo: ¿A qué viene Miguel Bosé? “A un concierto”. Por eso, comience la noticia por ahí, dónde será la presentación, cuándo, cómo será…haga una noticia. Esta es una agencia de noticias. Me fui al escritorio a redactar otra vez.
–Yo era muy malo para el tema de las noticias –comenté—Creo que yo le produje esas canas que lo acompañaron desde cuando tenía unos 35 años. A mí me revisaba las cuartillas, las llenaba con círculos rojos, azules, negros; les ponía subrayados por todo lado; anotaciones, arriba y abajo. Le pasaba 5 notas al día y escasamente mandaba una al télex.
–Orlando tenía su genio….
–Por fortuna, conmigo, tuvo una paciencia inmensa. Un día me mandó a mi primera rueda de prensa con un ministro. El titular de la cartera estuvo muy deferente cuando le di el saludo de Orlando. Cuando llegué a la agencia, me preguntó detalles del encuentro periodístico. Redacte pues la noticia, me comentó mientras tomaba uno de sus 15 tintos del día y fumaba uno de sus 12 cigarrillos.
Escribí una nota. La revisó y me la devolvió. Luego otra. Una más y una más. Atravesaba la redacción y me decía: “mire, no tengo toda la tarde, pero vuelve a escribir”.
Cuartilla va y viene. La máquina Olivetti marcaba de nuevo las teclas. Hacia las seis de la tarde recibió la noticia, la leyó de un jalón. Me miró y dijo: “pásela a Gilberto”, el telegrafista.
Esa noche dormí bien.
En las reuniones de redacción, él escuchaba sobre el tema que se trabajaría, apuntaba en su libreta y decía: “listo”. Y esa palabra se utilizaba acá y allá. Era su marca.
–Pero, ¿qué lo ponía iracundo?
—Jajajajaja. Una vez un muchacho, recién aprendiz de periodismo le pasó una nota a Orlando y dijo, con tal confianza: “Oiga, hermano, acá está la noticia”. Cadavid lo miró de arriba abajo y le preguntó: ¿De cuándo acá usted es hermano mío? La verdad, no lo volví a ver.
Orlando era amigo de sus amigos. Ayudó a varios colegas durante la época de la pandemia porque sabía que la estaban pasando mal. En diciembre nos enviaba un detalle que iban desde un buen libro o una excelente colección de música.
–Fue una vida de Periodismo.
–Total. Fueron miles de noticias. Todos los desmanes del M-19, desde el asesinato de José Raquel Mercado y de Chester Allen Bitterman, el robo de la espada de Bolívar, el secuestro de la Embajada de República Dominicana, el asalto al Palacio de Justicia, la desgracia del volcán nevado del Ruiz…luego le tocó la guerra del narcotráfico, las peleas con Pablo Escobar, la corrupción política, el paramilitarismo, las masacres de la guerrilla, las elecciones amarradas. Muchas. Además, él vivía la noticia con pasión. No descansaba ni los domingos.
Por eso, en los momentos de relax le gustaba acicalar las gargantas de su equipo de redacción con un buen aguardiente y escuchar sus tangos, la Billos Caracas Boys… Bailaba con propiedad y tuvo un gran éxito con el sector femenino. Utilizaba las palabras precisas para agraciar a las damas. Fue todo un maestro al respecto.
–Pero cuando se iba, se iba…
–Claro, Chepe. Un periodista como Orlando Cadavid, íntegro, independiente, lejos de lisonjas, nunca fue a un cóctel ni a un almuerzo, recibía a pocas personas y entonces a los genios de RCN, por ejemplo, le ponen de subdirector a Darío Hoyos. Al otro día renunció.
Luego hizo un trabajo inolvidable en Manizales y después en Medellín con Caracol.
Cuando logró su pensión, pensó en no volver a escribir noticias, pero con el gran Evelio ingresaron al internet y convirtieron al diario digital Eje21.com en uno de los más importantes del país. De lunes a lunes hablaban muy temprano, tipo 4 de la mañana para revisar material para el día.
–Te imaginas Chepe, ¿cómo sería su llegada al cielo?
–Uichh. Yo creo que aún no ha terminado de saludar a sus grandes amigos.
–¿Otra malteada?
–Para un segundo capítulo, pero la pediré sin chantilly.
–Listo.
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