
Por Eduardo Frontado Sánchez
Como seres humanos, es innegable que en una era tan demandante y tecnológicamente avanzada necesitamos con urgencia momentos de desconexión que nos reconecten con nuestra parte humana y con el verdadero significado de nuestros afectos.
Aunque pareciera que las telenovelas son solo parte de la programación de un canal dentro del género de entretenimiento, lo cierto es que, durante décadas, han sido para los latinoamericanos un elemento aglutinador en lo familiar. Gracias a la telenovela, hemos tenido pequeños pero valiosos momentos para compartir con nuestros seres queridos.
Particularmente para mí, la telenovela tiene un significado muy especial. Uno de los elementos que fomentó la gran complicidad que tuve con mi abuela Rosita fue precisamente nuestra pasión por ver juntos —a la hora del almuerzo y antes de dormir— la novela de turno.
Debo confesar que, no existía para mí mejor plan que llegar del colegio o de la universidad y sentarme con mi abuela a ver la telenovela de moda. No era solo verla: era prestarle atención, porque después venía nuestro momento favorito, ese pequeño ritual de intercambiar impresiones sobre el capítulo.
Soy consciente de que los tiempos actuales nos exigen cambios constantes y en muy poco tiempo. Pero también debo decir que añoro profundamente aquellas novelas ahora consideradas “viejas”, como “Por estas calles”, que en su momento fue un ícono de lo que sucedía en Venezuela.
Hoy en día me siento feliz de poder desarrollarme profesionalmente como escritor, articulista, conferencista y motivador. Y aún así, considero necesario entender la importancia de “farandulear”, de estar al día con el mundo del espectáculo y el entretenimiento, no solo como cultura general, sino como vía de escape, como desahogo, como desconexión de la intelectualidad.
Creo que una de las claves del éxito en la vida es saber combinar nuestras pasiones —en mi caso, mi vocación profesional— con la capacidad de conectarnos con nosotros mismos, de distraernos de manera auténtica. Siempre he pensado que poder reírse de uno mismo y tener métodos propios de desconexión es clave para producir cosas grandes en la vida.
El reto de la sociedad actual, desde mi punto de vista, no es solo estar al día con la tecnología, sino también practicar el equilibrio entre la sanidad mental y esos pequeños momentos que nos devuelven a lo humano y nos recuerdan nuestros afectos.
Con esto no quiero decir que debamos vivir del pasado. Pero sí creo firmemente que nunca debemos olvidar nuestra esencia, quiénes somos y qué afectos fueron realmente trascendentes en nuestras vidas. Porque, a su manera, ellos nos recuerdan que lo humano nos identifica… y lo distinto nos une.
También puede leer: