Por Óscar Javier Ferreira Vanegas

La peor invasión foránea convoca a miles de seguidores de los cantos extranjeros para llenar los auditorios y estadios, en desarrollo de cuatro semanas en las que los protagonistas deberían ser los artistas colombianos. Todo en el decretado «Mes del artista nacional».

Recuerdo que cuando tuve el honor de conformar el Consejo Directivo de Sayco, junto a Jorge Villamil, Rafael Escalona, Adolfo Pacheco, Santander Díaz, Julián Vargas y Héctor Paúl, el mes del artista era sagrado. Las emisoras transmitían sólo música nacional y únicamente actuaban artistas nacionales. Incluso, hubo un veto a Radio Metropolitana, de música popular por emitir rancheras con cantantes mejicanos. Hoy, todo es diferente. Los medios promueven lo foráneo. Las emisoras que, se supone, deberían promover lo nuestro, como Radio Nacional, emisora del Ejército y la Policía, dedican la mayor parte de su programación a promocionar lo extranjero.

Igual labor realizamos en la A.C.P.C. –Asociación colombiana de Profesionales del Canto– que fundamos con los grandes vocalistas de Colombia. Arnulfo Briceño, Christopher, Óscar Golden, Billy Pontoni, Fausto, Gretta, Isadora, Emilce, Vicky, Kenny Pacheco, Óscar Javier, Sandra Milena, Támara, Marlén Tovar, Henry XV, Diana María, Manuel Fernando, Luz Ayda y muchos más, sindicato que reguló las tarifas en televisión y la alternancia con los artistas extranjeros. La A.C.P.C. dio origen a S.I N.C.O., Sociedad de intérpretes de Colombia, los que se trasladaron en bloque a ACINPRO.

La radio era nuestro gran bastión. Era la época de oro de las emisoras juveniles como Radio Tequendama, La voz de Bogotá, Mil 20, y otras, donde teníamos grandes locutores y programadores amigos que promocionaban nuestras canciones sin cobrar un solo peso. Los artistas teníamos grandes amigos en la televisión como Carlitos Pinzón, quien todos los días nos abría espacio en su popular «Club de la televisión»; y programas como «Vespertina Dominical» de Álvaro Ruíz», «El show de las estrellas» y «Embajadores de la Música Colombiana» y «La nueva estrella de las canciones» de Jorge Barón; «Espectaculares Jes» de Julio Sánchez; «El show de Jimmy», de Jimmy Salcedo; aparte del «Club del Clan» de Guillermo Hinestroza, » Galaxia musical» de Arturo de la Rosa,  y «Juventud Moderna» y «Estudio 15 » de Alfonso Lizarazo.

Y en la radio, la espectacular «Hora Philips», de Jorge Antonio Vega, por Emisoras Nuevo Mundo, «Meridiano en la costa» y » Nocturnal Colombiano» con Oriol Rangel por Radio Santa fe», y en RCN había grandes musicales, todos en vivo y con público en los auditorios.

Añoramos con mucha nostalgia el Estatuto Nacional de los Medios de Comunicación, que expidiera durante su mandato el General Gustavo Rojas Pinilla, donde se protegía a los artistas colombianos, frente a los extranjeros. Entonces, Colombia no era un potrero, como ahora, y se salvaguardaba al talento nacional, con porcentajes superiores en la difusión de la música colombiana en las emisoras; y se respetaba la alternación; y en todos los teatros era obligatorio presentar un artista en el intermedio; y se protegía al nacional y había un compromiso de educar a los niños enseñándoles la trascendencia del folclor y la identidad.

El último bastión era un decreto que obligaba a los artistas extranjeros a alternar con un artista colombiano de su misma jerarquía, obligándolos a realizar una presentación gratis en un escenario popular como la Media Torta de Bogotá. Este decreto fue derogado por Virgilio Barco.

Cada día los artistas mantenemos una lucha desigual en los medios para difundir nuestras canciones. La payola está instalada a la entrada de muchas emisoras, con su tragamonedas obligatorio si queremos que nuestras canciones se ejecuten.

Y detrás de los famosos, hay inversionistas de dudosa reputación.

Grande es el espíritu colombiano de los artistas, que se levanta como el «ave fénix», y defiende lo nuestro en los festivales de música popular, donde palpita el sentimiento nacional; y algunos docentes que promueven el amor a lo nuestro; claro que no faltan los Iscariotes que son los primeros en salir a bailar reggaetón en las sesiones solemnes.

El denominado «gobierno del cambio», debe promover cambios profundos en la defensa y promoción del arte nacional, instaurando la cátedra de folclor, implementando una política cultural donde participen transversalmente los ministerios de Educación y Cultura, despertando el amor y respeto por lo nuestro, fomentando el arte en todas sus manifestaciones, y abriendo oportunidades de capacitación y trabajo para todos los artistas.

El rostro de nuestra identidad se desvanece. Ahora somos títeres de una cultura global donde la gleba obedece los mandatos de la red informática, y se imita a los ídolos de barro y sus malos ejemplos.

Esta es la «Aldea global», de la que nos hablara Marshall McLuhan, con su lavado cerebral manipulador, donde la identidad no existe y todos son esclavos de unos mercaderes de la cultura.

Es increíble hasta dónde hemos llegado: hermosas jovencitas taladran sus labios para ponerse colgandejos; y van a los almacenes a comprar ropa rota; y viajan en auto a un gimnasio para hacer ejercicio en una bicicleta estática. Y rinden culto a un loco que canta exaltando el libertinaje y la utilización de la mujer como artículo desechable; y la vida de un nuevo ser es vista como un obstáculo para la felicidad. Una sociedad hedonista, donde la cultura de lo inútil y lo inmediato se ha convertido en un modo de vida.

El arte es la máxima expresión del pensamiento y el sentimiento de los pueblos. Colombia es un emporio cultural, y el Estado está en deuda con todos aquellos guerreros que tratamos de subsistir en un medio socio económico donde el arte es considerado solo diversión y esparcimiento; y el arte es mucho más que eso, el arte es el arma más poderosa para la convivencia y la paz. Pero hay que cambiar el mensaje, comenzando por hablar en nuestro propio idioma, y no extranjerizar ni desplazar nuestras tradiciones ni nuestra identidad cultural. La autenticidad es el principal valor de una sociedad, (sin desconocer los aportes positivos de la cultura del mundo).

En el caso de los compositores, gracias a Dios existe Sayco, que desde hace 74 años vela por los intereses de los creadores musicales y el respeto y cumplimiento de los derechos de autor. En la pandemia, y ante la ausencia del Estado, Sayco mostró su grandeza velando por los intereses de sus socios, brindándonos el apoyo económico y societario para superar la crisis.

Y Acinpro, entidad representante del derecho conexo que, igualmente amparó a los cantantes e intérpretes musicales.

Colombia, es uno de los países más prolíficos en arte y cultura. Desde todos los puntos cardinales se levantan los tiples, las guitarras, las arpas, los acordeones y las chirimías, cantándole a nuestro glorioso país hermosos bambucos, pasillo, vallenatos, cumbias, joropos y currulaos.  Los grupos de danza ejecutan los aires nacionales; nuestras voces se unen para clamar a la paz; los actores interpretan los personajes del país de la utopía; los pintores plasman los colores y la bella luz de los paisajes de nuestra zona tórrida; los poetas y los escritores narran nuestra lucha e historia; los locutores anuncian la buena nueva, cansados de informar falsas noticias; todos somos artistas para construir esta bella utopía llamada Colombia. Porque el arte, es el arma más poderosa para construir la paz.

En el día del compositor colombiano, un gran aplauso y un abrazo, extensivo a todos los artistas colombianos.

En esta foto histórica, dentro de la cual tengo el honor de estar, se encuentran: Adolfo Pacheco, Julián Vargas, Wilson Choperena, José Barros, Rafael Escalona, Lucho Bermúdez, Jorge Villamil, Oscar Javier Ferreira, David Parales, Raúl Rosero, José Macías, Marco Rayo y Héctor Ochoa.

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