Por Esteban Jaramillo Osorio.

Siempre me he planteado, ¿quién es un buen dirigente de futbol?

Con un músculo financiero que lo respalda y el conocimiento de la experiencia, Fuad Char podría ser uno de ellos. En Junior invierte, compite, gana títulos y transfiere con utilidades.

Lo propio hace Gabriel Camargo en Tolima. Los sueldos de sus futbolistas no son desmedidos, los paga a tiempo y arma nóminas con aspiraciones competitivas para frecuentar los primeros lugares.

Esteban Jaramillo.

O Eduardo Méndez en Santa Fe, hábil en la quiebra, fiel a su marca, con preferencia a los obreros, conectado con la realidad para darle continuidad a los procesos.

O Tulio Gómez en América, ajeno a las presiones, con el ojo en la cantera, “jugando sus partidos con los suyos”, con los que ya ganó tres títulos.

Pero, cuántos de sus fichajes fueron fracasos, con despilfarro de dinero. Cuántas nóminas de lujo armaron estos clubes y se quedaron en el camino, dominados por equipos de menor poder.

Podría ser mejor el conductor de un cuadro chico obligado a hacer mucho con poco. A contratar jugadores libres, de saldo, desconocidos, a promover futbolistas jóvenes, a firmar técnicos sin respaldo histórico y a competir sin plata. A no fanfarronear con refuerzos, ni alardear de riquezas, como lo hacen los grandes, apoyados por los coros aduladores de medios y redes.

Otro tipo de lameculos.

Tener influencia empresarial no es conocer los entresijos del futbol… no es saber de fútbol.

En estos casos la petulancia aflora porque el dirigente no escucha. “Lo sabe todo”. El fútbol boom es, para él, una dictadura, salpicada de egolatría e insolencia.

Al hincha no le importa si hay plata o no, porque vive de sus sueños y sus títulos. No todos los dirigentes defienden el futbol, muchos protegen su bolsillo y su negocio. EJO

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