Por Guillermo Romero Salamanca

Serían las 2 de la tarde de un sábado del 2005 cuando apareció un sujeto en la puerta de la emisora 96.3 del FM en Zipaquirá, estación que yo diría. Era Kokoriko Estéreo, el ritmo del sabor. El visitante en mención se presentó como “El hombre de la salsa” y quería poner unos temas para complacer a los oyentes. Llevaba una maleta con acetatos –aunque ya no se usaban–, un montón de cedes y unos casetes.

Me pareció curioso el melómano. Lo recibí y lo escuché con atención y, desde luego, le abrí micrófono para que pusiera su música. Al principio no era cosa del otro mundo. Niche, Guayacán, Rubén Blades, Henry Fiol y César Gil, el locutor de turno, lo contemplaba y le escuchaba sus presentaciones.

Después de un corte de comerciales, me dijo: “lo voy a retar”. Lo miré asombrado y le contesté: “Dígame qué quiere”. “Le voy a poner un tema para ver cuánto sabe de salsa”, dijo de un solo corrido.

Le comenté que yo no era el más experto en salsa, pero bueno, aceptaba el gesto con gusto. Por lo menos aprendería. ¿Qué apostamos?, le pregunté sin miedo. “Una botella de whisky en mi discoteca”, sentenció. “Va para esa”, le refuté sin mente.

–Traje un tema que es una joya, un disco que muy pocas personas lo tienen, pero que es un éxito en Bogotá en las discotecas de la Avenida Las Américas. Con los primeros compases lo recordé todo, era una gran melodía que me traía miles de recuerdos.

La letra decía:

Yo te quiero por tu andar casi flotando

Por tus manos delicadas condenadas a mi piel

Mi costumbre más vital y enviciadora

Creadora de mis sueños atrapada entre mi ser

Yo te quiero deslizada en mi memoria

con un beso de improviso y un abrazo sin razón

Con detalles olvidados y pequeños

y una blanca y noche oscura que me roba el corazón

Me deleité con cada una de las frases y el sujeto me miraba, pensando, “lo corché”. Yo permanecí mustio. Con los ojos cerrados meditando, añorando, gozando cada una de las notas.

Cuando terminó la canción. El tipo me dijo: “¿Cómo la oyó?”

Humildemente le contesté: “Ese tema se llama “Nada de Nada”, interpretado por la Superorquesta Café, con la voz de Alejandro Pelusa Marulanda, una promesa de la canción con orígenes en Ginebra, Valle del Cauca, estudió en el colegio Lacordaire, al sur de Cali. Este tema fue grabado en Santiago de Cali a principios de 1992 y participaron varios profesionales como Guillermo Ramírez en la trompeta, Daniel y Fabián Zapata en la percusión, Waldo José Badel, contador público y tacañón. La carátula la hizo César Machado junior y en Colombia lo sacó BMG y en México Musart.

Conté varias anécdotas de los músicos, de pajuelín y Jairo Pérez, el hombre del saxo que también tocaba en la banda de músicos de la Fuerza Aérea de Santiago de Cali.

El tipo se quedó blanco. “Usted sabe mucho”, me contestó y pasé a cobrar mi botellita de whisky. “Ahora no me vaya a salir con una aguepanela”.

Le conté que yo había estado en la grabación de ese tema en Santiago de Cali, pero que siempre estuvo casi oculta, poco difundida por la radio, pero en el corazón de los verdaderos salseros románticos.

Salimos desde Zipaquirá rumbo a la Avenida de Las Américas en Bogotá. Llegamos a las 8 de la noche, comimos un par de empanadas y el epicentro de salseros, despechados, bailarines de viejoteca se llenó antes de las diez. Sonaban los grandes éxitos de salsa, merengue, vallenato y uno que otro tropical.

Hacia las once y media de la noche. Estaba el lugar a reventar y el sujeto, como buen programador, puso “Nada de Nada”, de la Super Orquesta Café.

Las muchachas comenzaron a corear como locas. La histeria era colectiva. Yo no lo podía creer. Aquellos muchachos que acompañé tantas veces eran ídolos en Bogotá. Llamé a “Pelusa”, como le decimos cariñosamente a Alejandro Marulanda, casi no contesta. Cuando lo hizo, le dije, “usted es un ídolo en las discotecas bogotanas”. El vocalista estaba en medio de su sueño y no entendía lo que le decía en medio del bullicio del salón de baile. Cuando comprendió se puso feliz. Le pasé el teléfono al sujeto quien lo puso en altavoz y “Pelusa” dio un saludo a los asistentes. Histeria colectiva.

En su presentación en La Topa Tolondra.

Pelusa les dijo que iría a Bogotá en compañía de Waldo Badel. Las muchachas no lo podían creer.

Alejandro llamó a Waldo quien dijo que eso era mentira, pero cuando le dijeron que le darían pasajes, hotel, comida y un dinero, se le pasó el sueño.

Unos 15 días después viajaron a Bogotá, lleno total en sus presentaciones. No lo podían creer. “Nada de nada”, grabado hacía tantos años era popular y en YouTube se acercaba al millón de visitas.

En un descanso del ensayo con la Super Orquesta Café.

Hace unas semanas organizaron la orquesta, la que tantos éxitos nos dio hace más de 30 años. Algunos de sus integrantes han partido al más allá, pero después de una oración por ellos, los sobrevivientes ensayaron, se presentaron en “La Topa Tolondra”, recibieron los aplausos de sus admiradores. Fue la resurrección de un sueño. Ahora Alejandro volvió a los estudios de grabación y se esperan los mejores resultados.

Los sueños nunca terminan.

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