Por Guillermo Romero Salamanca

Ella dice que fue en su adolescencia cuando descubrió su amor por el arte y, sobre todo, por la pintura.

Considera que el agua es la fuente principal de la existencia. Por eso visita quebradas, ríos, mares, océanos, lagunas, lagos, manantiales y, además, nacederos para recoger el preciado líquido y llevarlo a sus obras.

Hoy puede tener agua de la laguna de Tota, mañana, de la quebrada negra en Choachí y más tarde, del mar Caribe.

“Cada una de ellas es distinta, tiene sus esencias y su vida especial”, explica.

Por eso han dicho que, con su trabajo, “pretende comunicar sentimientos y sensaciones a través del color, el movimiento, o la rigidez de la obra, es provocadora, parte de sus vivencias y experiencias cotidianas y transforma ese flujo de momentos en algo visual, para ella la vida en su esencia es un misterio, es color, luz, sombra, fluidez más allá de los límites del tiempo y del espacio”.

Esa labor de unir el universo y la conciencia divina e integrar dentro de estos dos aspectos, constituye el fundamento de su temática bautizada como “Cromoexpansión”.

Sus obras realizadas sobre velo, satín, seda y papel, mediante la práctica de técnicas ancestrales se suman a su búsqueda incesante, declarada y pasional de colores y sonidos con un fin particular lograr una conexión humana, un encuentro vibratorio en una misma frecuencia.

Ana Lucía, con su mente creadora, trabaja con el agua, con la sencillez y el delicado manejo suave, pensante de sus pinceles o espátulas y gota a gota va llenando de pintura el agua para plasmar luego sus ideas que podrían llevar flores, olas, movimientos, nubes o simplemente sus alientos constantes y precisos.

Después de gotear el agua con los diversos colores, pone el velo, el satén, la seda o el papel para plasmar allí sus figuras.

Sus cuadros han sido expuestos en colegios, universidades, centros comerciales, pero, además, en ricas prendas de vestir femeninas.

Son obras de arte que acompañan a la belleza de la mujer y que les dan realce a los ojos, los rostros o los hombros.

La periodista Olga de Villegas, experta en arte y estudiosa de los temas pictóricos, asegura que el trabajo de Ana Lucía Forero transforma mentes y deja espacios para la imaginación de quienes lo observan.

De hecho, una de sus obras será expuesta en la sede del Círculo de Periodistas de Bogotá y otra será hecha en noviembre por un selecto grupo de comunicadores.

Ella tiene muchas ideas para realizar en un futuro. Le gustaría, por ejemplo, pintar sobre uno de los ríos de Bogotá, pero, en forma consciente, llevar un mensaje para preservar el agua.

“Todos dependemos de este precioso líquido, pero poco valor le damos. Hay pueblos donde no hay posibilidades de tenerlo. En otros se derrochan lavando carros o andenes. Unos más luchan por un vaso de pureza, pero hay otros que la riegan. Debemos tomar conciencia de su valor y por eso, cada una de mis pinturas, lleva inscrito ese pensamiento”, sostiene.

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