- Historia de la periodista del CPB que fue secretaria de Salvador Allende.
- Superó el cáncer en tres oportunidades y termina ahora el guión de su primera película.
Por Guillermo Romero Salamanca
Tomado del CPB
Cuando hizo sus primeros recorridos por Bogotá, aquel 2 de febrero de 1970, Anny Roós Krause, con escasos 26 años, encontró una ciudad lúgubre, gris, con una pertinaz llovizna y con sus habitantes vestidos de negro, café o azul oscuro.
Ese mismo día, en el ascensor del edificio Carmenza de la calle 59 A de Chapinero conoció a un Psiquiatra, quien sería su primer esposo, el padre de sus dos hijas, pero también su pesadilla que la llevaría a entablar engorrosas demandas y buscar una nueva vida.
Procedente de su natal Chile, arribó a Bogotá llena de ilusiones, sueños y esperanzas al recibir una beca de la OEA para hacer un Máster en Literatura Hispánica en el Instituto Caro y Cuervo.
Colombia se convertiría pronto en su segunda patria, pero llena de vicisitudes. No era solo el clima, sino los atracos. Fueron 9 en total. Recuerda uno especial porque fue justo al frente de la sede del Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, cuando estaba en la calle 12 con Sexta, cerca de la Biblioteca Luis Ángel Arango.
“Ese día también llovía. Había un montón de gente en la acera del frente. Entre dos hombres me sujetaron y uno de ellos me puso un cuchillo en el cuello. Me dijo que le entregue todo lo que llevo o me raja la cara”. Nadie hizo nada por mí. Me sentí impotente”, cuenta ahora desde su residencia en Málaga, España.
Después de hacer su Maestría comenzó a estudiar Periodismo en la Universidad Javeriana. Allí le hablaron del Círculo de Periodistas de Bogotá y de inmediato ingresó. “Me retiré un tiempo y luego volví porque por mi profesión debía estar vinculada a un gremio que me diera apoyo en los momentos que más lo necesitara. Me sentía sola en Colombia y, de verdad, el CPB ha sido una estrella, especialmente desde el 2015 en adelante donde el presidente William Giraldo y el secretario del CPB, Raúl Gutiérrez hicieron la presentación de mi primera novela “Tormentas y Susurros” en el Club El Nogal”. Me siento muy apoyada. Llegar a la sede es como llegar a mi casa, ya que Gloria Vallejo, como presidente, es una persona vanguardista, super dinámica y muy acogedora que lleva el nombre de la institución con dignidad y talento.
ENTREVISTAS Y CRÓNICAS
“Mi primer trabajo periodístico lo hice para la revista Mujer, una entrevista a la embajadora de Canadá en Bogotá. Luego, Consuelo Salazar Chávez, mi compañera de estudio en la Javeriana, me invitó a escribir en la sección cultural de La República. Después colaboré con El Espectador y Vanguardia Liberal’’, recuerda.
DE CHILE A COLOMBIA
Rememora cuando en El Espectador le hizo una entrevista al otorrinolaringólogo Galo Llinás Celedón, titulado La Fotografía en cirugía auditiva. “La nota gustó mucho en la costa porque allá las señoras llamaban a sus esposos: “Antonio, Antonio, la cena ya está lista” y ellos no respondían. Ellas creían que estaban de mal genio y después descubrieron que sus maridos estaban sordos. El doctor Llinás dio soluciones para ese problema”.
“Mi papá era húngaro de nacionalidad y fue a la Universidad de Milán donde se graduó de Médico Cirujano, trabajó pocos años porque comenzó la II guerra Mundial, vino la persecución contra los judíos, vivenció la nefasta Noche de los cristales rotos. Él llamó a sus hermanos, ahorraron un poco y buscaron la forma de huir de aquella situación tan grave, de las torturas, cámaras de gases, del hambre y del miedo. Consideraron a Chile porque era un país estable, exportaba salitre en aquella época (1939). Al llegar al puerto de Valparaíso se dirigieron al Ministro de Salud, que era Salvador Allende. A mi tío Luis, también médico, lo envió a la Quinta Zona, o sea, a Santiago, donde había problemas de epidemiología y a mi padre lo nombró en el sur”.
“Mi padre, Andrés Roós Rozman, se hizo querer de la comunidad. Cuando falleció, víctima de una septicemia, los medios de comunicación lo despidieron como “El médico de los humildes”.
“Mi padre nunca les cobró a los pobres, les daba, incluso, los remedios y a muchos los ubicaba en puestos de trabajo”. Antes de morir dijo: “Quiero que mis seis hijas sean profesionales”.
DESDE FIDEL A NERUDA
“Yo había empezado Pedagogía en Castellano y quería ir a Santiago para graduarme con el título de la Universidad Católica. Cuando ya estuve allí pensé en mi situación: me tocaba pagar un arriendo, tendría los gastos de la vida y entonces determiné visitar al doctor Allende. En su oficina me miraban extrañados. Les conté la historia de mi padre y entonces pude hablar con él”.
Cuando la vio, el líder político le sentenció: “Usted es la única de las hijas del doctor Roós que no va a mis mítines”.
Anny le dijo: Es que yo soy demócrata cristiana, pero he oído en mi casa que usted quiere luchar por los pobres y quiero ver si es verdad.
–¿Y en qué me puede ayudar?, le preguntó Allende.
–En organizar entrevistas, recibir a la gente que viene a su oficina para que le ayude y todo lo que sea redacción y correspondencia.
–En eso sí me favorece. Estaba pensando que dentro de ocho días debo presentar un Informe sobre “Natalidad y Mortalidad Infantil en América Latina” en la Conferencia de Cancilleres en Punta del Este.”
Ella aceptó y de inmediato fue a las oficinas a recolectar información y todos le colaboraron. Días después Allende la mandó a recoger en su carro y Anny le entregó el trabajo escrito ¡a mano!
“Yo no sabía escribir a máquina”, relata ahora.
De hecho, el trabajo le gustó al entonces presidente del Senado y lo presentó luego en la Conferencia de Cancilleres en Punta del Este donde, incluso, estuvo Richard Nixon.
Fueron dos años de múltiples experiencias donde conoció a personalidades como Indira Gandhi, Pablo Neruda y Fidel Castro.
“El presidente cubano le llevaba al doctor Allende baúles con armas, a través de la valija diplomática. Él le enseñó a usar un arma y en su casa le montó una pista de tiro”, cuenta.
Un día le comentó a su jefe que se iba para Montevideo a pasar sus vacaciones. Allende le pidió que le llevara una carta a Neruda quien estaba también en esa ciudad dictando un Seminario de Literatura Chilena en la Universidad de La República. Lo buscó y le contó que también era de Temuco. El poeta la invitó a cenar y le contó cómo había obtenido la visa para Estados Unidos y cómo había llegado a Francia de incógnito. Luego el gobierno lo nombró Embajador de Chile en París, entre otras cosas.
Por esos días le llegó a Anny una carta con la aprobación de una beca de la OEA para estudiar en Colombia. Se despidió de Allende, quien le comentó que lamentaba la determinación, pero que algún día se volverían a ver.
“Yo no creí en el cuento del comunismo. Eran sólo mentiras y mentiras, pero bueno ese fue mi paso por la oficina en el Senado”, dice.
UN SALUDO EN PLENA SÉTIMA
Mientras estudiaba en la Javeriana, dictaba clases y trabajaba en el Ministerio de Educación como Responsable del Convenio Andrés Bello, se anunció para el primero de agosto de 1971 la visita oficial de Allende, como presidente ya de Chile. Sería recibido por Misael Pastrana, situación que tuvo serios inconvenientes para el gobierno nacional.
El profesor Francisco Gil Tovar me comentó: “Usted no puede acercarse a ninguna recepción, por estar fichada de “comunista”.
“Me extrañó que me dijera eso y bueno, yo lo acepté. Ese primero de agosto me dirigía del Ministerio a la Universidad, cuando me encontré con mi compañera Consuelo, quien me animó a hacerle una entrevista a Allende. Le comenté lo que me había dicho el profesor Gil Tovar y le dije que con verlo pasar por la Séptima sería muy importante. Nos hicimos al lado de un montón de personas que llevaban pancartas y banderas de ambos países. Gritaban: “Viva Allende,” viva Allende” Viva Chile”,” Viva Colombia”. De pronto viene una caravana con cinco coches oficiales de color negro. El segundo se detiene frente a nosotras. Se baja el escolta, abre la puerta y el doctor Allende camina hacia nosotras. Con un abrazo fuerte me saluda. No lo podía creer. Me dijo que me nombraba en el puesto diplomático que quisiera, en el país de mi elección, porque necesitaba gente con talento y de confianza. Yo le respondí que estaba por casarme”.
“Cuando se decida me llama. Ya sabe dónde encontrarme”, le respondió el mandatario.
Esas fueron sus últimas palabras.
El 11 de septiembre de 1973, en un taxi, escuchó la noticia del “suicidio” de Salvador Allende. “Quedé paralizada. Es como si se hubiera muerto mi papá. Fueron sentimientos de angustia, tristeza, de parálisis. No lo podía creer. Y como lo conocía, sabía que él no se había suicidado. Era inaudito lo que pasaba. Era la primera vez que un político de izquierda llegaba a la presidencia democráticamente, por medio del voto. Después se supo que fue un plan urdido por la CIA”.
SURGE OTRA TORMENTA
Meses después comenzó la tragedia matrimonial de Anny y su proceso de nulidad de su matrimonio por violencia de género. Se fue a un apartamento que le consiguió una amiga y después montó una oficina inmobiliaria.
Trabajó con la ACPO, Acción Cultural Popular para Radio Sutanteza, luego con la Fundación Ford en investigaciones socio-educativas. Recorrió buena parte del país y se le viene a la mente aquellos años en Fómeque donde tenía que visitar escuelas en las veredas más lejanas, con viajes interminables entre la lluvia, con caballos que se quedaban atascados entre el barro. Las familias campesinas la recibían con aguardiente, felices de aprender que tenían que hervir el agua durante unos minutos en la cocina para evitar enfermedades.
Durante 15 años dictó clases en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. En el 2008, por las redes sociales conoció a un ejecutivo de la Junta de Andalucía del cual se enamoró. Y rehicieron su vida juntos en España. Ella se fue de Colombia muy ilusionada, pero los médicos en Sevilla le dieron una noticia poco agradable: tenía cáncer de piel. Un melanoma en estado muy avanzado.
Era el segundo, porque en Colombia también había padecido y soportado con estoicismo un cáncer de mama. Vendió todas sus joyas para comprar las medicinas de la quimioterapia, ya que al hospital nunca llegaban el día que se necesitaba aplicarlas.
En España, con metástasis, soportó las sesiones de quimioterapia, pero su pareja al verla que no comía, que había perdido 18 kilos y que los médicos le dijeron que le quedan tres meses de vida, no pudo tolerarlo. No soportaba que hubiera cabellos en el suelo, ni estar pendiente de las medicinas, de los controles médicos, de hacer la compra del mercado, del aseo, de la ropa y le dijo que ella estaría mejor con una de sus hijas.
ENTRE TORMENTAS Y SUSURROS
Al día siguiente escuchó a su pareja que le decía a su hermana, que Anny se estaba muriendo. Oírlo la animó de nuevo y pocos días después lo abandonó. Emprendió una nueva vida al mudarse a un apartamento donde encontró en la escritura una etapa inolvidable. Durante cuatro años escribió su novela “Tormentas y Susurros”, luego de investigaciones y borradores.
Allí cuenta aspectos de su vida y del viaje de su padre y sus tíos en aquellos días aciagos de 1939 de la II Guerra Mundial. La novela fue editada en España en el 2015, y se agotó. En Colombia, Editorial Solar realizó una primera edición en el año 2016 y en España está próxima a salir la 2ª Edición española.
“La vida de mi padre era ejemplar. Mi madre era mi confidente y amiga. Ambos se adoraban. Teníamos una finca a donde íbamos los fines de semana y esos recuerdos llenaron mi vida. Nos tocó vivir el terremoto de 1960 cuando la tierra se levantaba, había derrumbes por doquier y se caían los techos de las casas. Fue horrible. Luego como médico ayudó a las personas, fue otro capítulo. Relato mis viajes nacionales e internacionales, como profesora de la Javeriana y del Externado donde tuve alumnos mafiosos y muchas historias más”, resume su obra.
Hace poco terminó de escribir su guion “Tormentas y Susurros” para un largometraje, traducido al inglés y al francés. Y casi terminado al alemán.
De seguro, cuando salga la película, el cariño que siente por su gente, a pesar de los oscuros pasajes bogotanos, estarán mostrando imágenes de la época de los años 70, llenos de gente vestida de negro, con paraguas y con mucha, mucha lluvia.
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