A los muchos beneficios que ya se sabían de la dieta mediterránea, ahora se puede añadir uno especialmente importante

El efecto de la alimentación en la salud mental es cada vez más reconocido. Siempre nos han dicho que una dieta mediterránea, rica en frutas, verduras, pescado, legumbres y cereales integrales, beneficia a nuestra salud física, pero ahora también sabemos que a la psicológica.

Un estudio reciente acaba de comprobar que cambiar nuestro estilo de vida y ajustarlo a la alimentación mediterránea ayuda a mejorar los síntomas de la depresión y a mejorar la sensación de la calidad de vida de las personas.

La dieta mediterránea mejora la salud mental

Las comidas deficientes son un factor de riesgo independiente para la depresión, mientras que las saludables son protectoras. La depresión es uno de los principales problemas de salud mental y se prevé que será una de las principales enfermedades globales en 2030.

La evidencia emergente sugiere que una dieta de estilo mediterráneo puede ser beneficiosa para mejorar la salud mental y la depresión. Este estudio, que se llevó a cabo por investigadores de la Universidad Tecnológica de Sidney, involucró a 71 hombres de edades 18 a 25 años que tenían una alimentación pobre y basada en comida rápida, entre otros hábitos que no contribuían a su salud. Un grupo de estos hombres siguió la dieta Mediterránea durante 12 semanas, mientras que el otro grupo se benefició solamente de una terapia psicológica.

A la semana 12, el grupo que había consumido la Mediterránea tuvo grandes mejoras en los síntomas de depresión y calidad de vida, comparado con el otro grupo. Los autores, en sus conclusiones, dictaminaron que los resultados llevaban a analizar la posibilidad de terapias psiquiátricas basadas también en la alimentación y a explorar cómo nutrientes específicos, alimentos y hábitos alimenticios pueden tener efectos positivos en nuestra salud mental.

Los beneficios de la dieta Mediterránea

Ésta incluye un alto consumo de frutas, verduras, aceite de oliva y una baja de productos de origen animal. También se consumen muchos frutos secos, semillas, y se toma una cantidad moderada de alimentos lácteos. Además, limita el consumo de alimentos procesados ricos en azúcar, carbohidratos refinados y grasas poco saludables, así como aceites refinados y grasas trans. Por su parte, el agua es la bebida más usada, así como el café y el té siempre que estos no incluyan azúcar.

Su interés en esta dieta empezó en la década de los 50, cuando se observó que las enfermedades cardíacas no eran tan comunes en los países mediterráneos como lo era en Estados Unidos. Ejemplos de estos países eran España, Francia, Grecia e Italia. Los investigadores en ese momento señalaron que las personas que vivían en estos países estaban excepcionalmente sanas y tenían un bajo riesgo de muchas enfermedades crónicas.

Muchos estudios observacionales han examinado la relación entre esta dieta y el funcionamiento cognitivo, aunque también ha sido demostrado que sus beneficios van más allá:

  • Apoya la función cerebral
  • Promueve la salud del corazón
  • Reduce el riesgo de enfermedades cardíacas
  • Regula los niveles de azúcar en sangre
  • Ayuda a prevenir el deterioro cognitivo
  • Ayuda a la pérdida y mantenimiento del peso

La dieta que se usó en este estudio era rica en vegetales de todo color, legumbres, granos integrales, aceites de pescado, aceite de oliva y frutos secos crudos. La idea inicial era mejorar la calidad de la dieta con alimentos reales y frescos y reducir el consumo de comida rápida, azúcares y carne roja procesada.

El eje intestino-cerebro

Algunas de las razones del éxito de este estudio, según sus autores, se podría deber al efecto de la serotonina, que es un neurotransmisor también conocido como la hormona de la felicidad, ya que regula nuestro estado de ánimo, la cognición y el sueño. La serotonina se crea y regula en nuestro sistema digestivo a partir de lo que ingerimos, y depende de las bacterias que tenemos dentro.

Cada vez hay más evidencia de que estas bacterias se comunican con el cerebro a través del nervio vago, lo que se conoce como el eje cerebro-intestino. Se trata de una relación que une el tracto intestinal con el cerebro y lo reconoce como una vía de comunicación que garantiza el adecuado equilibrio gastrointestinal y que tiene múltiples efectos sobre el estado emocional, la motivación y las funciones cognitivas. Así, se dice que el intestino y el cerebro están estrechamente conectados.

Para potenciar esta relación entre el intestino y el cerebro, es fundamental tener una microbiota saludable y bacterias beneficiosas en nuestro sistema digestivo. Por ello, dietas como la Mediterránea, donde la fibra es uno de los nutrientes principales, ayudan a mejorar la calidad de las bacterias de nuestros intestinos, su funcionamiento y su relación directa con el cerebro. De esta forma, el sistema nervioso detecta, interpreta e integra señales que se originan desde el interior del cuerpo y tiene un efecto en el estado de ánimo, estrés y otros trastornos que pueden jugar un papel importante en la salud mental.

Textos y fotos: www.elmundoalinstante.com

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