Por Gabriel Ortiz   

De la noche a la mañana todo empezó a cambiar. Se inició cuando el presidente Petro se enteró que su gobierno se debilitaba y sus huestes tomaban inconsultas decisiones, sin importar las consecuencias de esas herejías y sacrilegios.

Fue el instante en que Petro se irrita, grita, se crispa y amenaza con estampar sus firmas, usar la tele y los consejos de ministros para degradar, destituir, expulsar, licenciar y cambiar a quien pose contrariarlo, o saque la maleta al menor de sus caprichos.

Laura, el Pastor, 50 ministros, centenares de funcionarios y excompañeros del M19, empezaron a conocer el asfalto y palpar el significado soledad, desprecio, descrédito y sol a las espaldas, mientras el ídolo disfruta y goza las mieles del poder.

El presidente completó el pasado 7 de agosto tres años disfrutando a sus anchas de lo divino y lo humano. 36 meses sin que nadie le roncara, ni en las alturas del Fac-1, ni en el lecho de San Carlos. Solo lo rondaban aceptaciones. “Sí señor, claro presidente, tiene toda la razón, que nadie se oponga, hay presupuesto, existen los fondos, se queda dormido, se pierde y desaparece, alucina, delira, desvaría ilusiona” y nada ocurre.

Pero en septiembre, antes de noviembre, como lo narra Gabo en su libro, “llega el Arzobispo”. La fortuna no podía desamparar a un país, un pueblo, una sociedad. El gran poder tiembla y empieza a desmoronarse. 

Quiso imponer a una jurista como magistrada de la Corte Constitucional, aplicando toda suerte de maniobras que incluyeron presiones al Congreso, como elector. Soñó con sus decretazos, modificación de las legislaciones y reformas constitucionales. 

Tras esto y aquello, continúa el derrumbe con la asesoría del ministro Benedetti, a quien su melodía también desafina y falla.

 Carlos Camargo, notable Defensor del Pueblo fue elegido magistrado, mayoritariamente por un Congreso firme, decidido e independiente. Petro quedó viendo un chispero, a tal punto, que se vengó destituyendo a tres de sus nerviosos ministros, que hasta donde se sabe, nada tenían que ver con el asunto.

El jefe de estado no frenó sus ímpetus, ni su irritación. Alguien debía pagar o atenuar esa ira. Procedió entonces a injuriar al nuevo magistrado, a la Corte Constitucional y en general, a la Justicia. Al Congreso lo tildó de amañado, porque no le entregó la votación que él quería alcanzar. Nuestros legisladores tampoco fueron, los títeres que esperaba Petro. 

Total: estamos ingresado a un país que respeta los tres poderes y se prepara para que el pueblo y la sociedad en general, saquen adelante las normas, las instituciones y todas las reformas que viene esperando durante tantos años.

La nación, sus gentes, su dirigencia y hasta la tal izquierda, creyeron en el “gobierno de unidad nacional” que Ocampo y Petro acordaron, junto con la dirigencia colombiana de entonces. El engaño fue general para millones de votantes que quieren, buscan y reclaman un gobierno, un Estado y una comunidad de transición, con justicia y paz. El presidente Petro, tiene la obligación de pisar tierra y permitir el resurgir de una patria equitativa, que conduzca a estos 51 millones de habitantes hacia la meta del desarrollo, de la igualdad, la legalidad y una paz real y efectiva, alejada de los retazos que hoy quiere plantearle el actual mandatario, con una creciente guerrilla apoyada en el narcotráfico. 

Petro se debe despojar de esa chaqueta “verde perico”, que lo alucina, lo llena de ira y lo aleja de todo lo que busca nuestra patria. A nada nos conducen los ríos de leche y miel con miles de millones de toneladas de platos de lechona tolimense que inundarán el planeta para enriquecernos.  

Vamos tras el anhelo de nuestro pueblo, nuestra gente, nuestras instituciones y en general de esa conciencia nacional que nos anima.

BLANCO: Felicitaciones al médico y científico colombiano Álvaro Arenas, Electro fisiólogo de la Fundación Cardioinfantil, quien fue nominado como miembro de honor asociado de Sigma Xi, la más importante agremiación científica del mundo.

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