Por: Uriel Ariza-Urbina -Sayco

El Cholo Valderrama iba solitario en su caballo con unos tragos encima y se paró bajo una mata legendaria donde decían habitaba la ‘Sayana’, una mujer grotesca, vestida de blanco, cabellos largos y dientes grandes que perseguía a los hombres infieles. “Yo estaba medio rascao y sentí un aire frío en mi cuello y el pelo se me esponjaba. ¡Mierda, es la Sayona, me va a comer!” Su papá le decía que no volteara a verla, pero no aguantó las ganas: “La vi flotando en el aire y agarré carrera. Le dejé mi sombrero y al llegar a la casa se me pasó la borrachera”.

El maestro trabaja en lo que más le gusta: la música.

Desde aquel suceso el Cholo dice que la muerte ha estado visitándolo. Un día cogiendo un toro se cayó del caballo, se quebró varios huesos y estuvo en coma. Cuando despertó empezó a silbar. “El llanero que no canta, silba, y si no silba se enferma”, dice el Cholo. En 2018, antes de un concierto, la emoción le sacudió con fuerza su corazón y pensó que era el final en los escenarios. Los médicos le dijeron que no podía cantar, tocar el cuatro, montar a caballo, ni usar cuchillo. “Doctor, qué pena, pero yo no puedo dejar de montar, porque ahí sí me muero”, le respondió el Cholo.

Un mes después estaba cantando en el Teatro Julio Mario Santo Domingo de Bogotá y siguió montando a caballo. Otro recuerdo lo sobrecoge, pero no de miedo sino de dolor: la muerte de sus padres. “Como lloró la sabana cuando mi taita murió. Esa vez quedó más solitaria”. Sus padres huyeron de la violencia de los guerrilleros liberales en los años 50 y se radicaron en los llanos del Casanare. En las riberas del río Pauto el muchacho quedó enamorado del paisaje y las costumbres campesinas. Cada amanecer, en la vasta soledad del llano, le daban ganas de montar a caballo y cantar.

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Otra de sus pasiones: montar a caballo.

A los 14 años no resistió la tentación y le dijo a su papá que le dejara montar. “Cuando bajé me sentí el hombre más fuerte del mundo”. Años más tarde se presentó a un festival de coplas en San Martín, y se lo ganó. “Ese día supe que valía la pena cantar música llanera”. Grabó un par de canciones en un casete y se fue de puerta en puerta a las emisoras. No le paraban bolas. La que sí le escuchó su pregón fue el amor de su vida, Carmen Elisa, una estudiante de economía apasionada del llano y su canto. “Me gustó, y le dije: negra, levánteme el sombrero para tumbarle un toro”. 

Se casaron y se fueron juntos a los Estados Unidos para que continuara sus estudios. Consiguió trabajo en un rancho como vaquero, y con su inglés ‘atravesao’ tomó un curso de técnicas vocales para afinar su ‘grito’ llanero. “La acompañé a que cumpliera sus sueños de estudio, y ella a mí en mis andares musicales”. Al regresar a Colombia siguió tocando puertas. Le decían que su música no tenía futuro. “Me sentí maltratado, humillado”. En 1976 grabó su primer larga duración, y una de sus canciones se quedó en el gusto de los llaneros: ‘Quitarresuellos’.

“Un domingo nací yo, y un lunes me bautizaron / El martes supe de amores, el miércoles me casaron / El jueves dormí con ella, el viernes le di un palo / El sábado se murió y el domingo la enterramos / El lunes tuve de luto, con un guitarro en la mano / El martes a buscar otra, porque solo no me amaño”.

“Nuestra música le gusta a todo el mundo, pero no se vende”. Hoy el joropo se toca con arpas hechas en Francia, el ‘cuatro’ es eléctrico y los músicos son universitarios, “aunque la música auténtica es la que se hace en el llano adentro, allá donde no hay luz ni agua y el pobre trabajador llega cansao y se acuesta en su chinchorro y canta sus penas y alegrías”, dice el Cholo. La generación de hoy no se inspira en las viejas costumbres, “no es como nosotros que hasta duendes conocimos”.

El más llanero de los llaneros nació en Sogamoso, Boyacá, un 23 de agosto de 1951. Desde 1973 vive en su finca en el municipio de Pore, declarado Patrimonio Cultural. Cuando no está enrejando, sabaneando, marcando sus animales, practica el coleo con sus amigos. El coleo se usó desde el siglo XVI como entrenamiento para la guerra, y se volvió una actividad de esparcimiento para la cultura llanera. “Hoy nos señalan de salvajes y bárbaros porque practicamos el coleo, pero yo creo que es por el olvido estatal tan arrecho que tenemos”, dice el Cholo, quien deplora el atraso en el que se encuentra su región, asolada por el abandono y más de medio siglo de violencia

El Cholo prefiere cantar para contar la vida del llano. “El llanero le canta a la soledad, cabalga solo, durante horas; y quedarse callao ni po’el carajo. Ahí es cuando llega la música”. “Mi caballo y yo somos uno solo, como el llano, solitario”. Y fue la memoria de un caballo la inspiración para su trabajo discográfico ‘Caballo’, ganador del premio Grammy 2008 como mejor álbum de música folclórica, que lo convirtió en una celebridad que hoy disfruta el país y el mundo.

El maestro Cholo Valderrama tiene más de 20 producciones musicales con las que ha viajado por varios países difundiendo su canto. “Soñé viajar con mi música, no para conocer ni por placer, sino para que el mundo supiera de nosotros los llaneros”. Hizo realidad el consejo del escritor ruso León Tolstoi: “Describe a tu aldea y te harás universal”. Hoy siente más apego por la raíz de los cantos llaneros y no quiere que cambie. “No me gustaría que nuestra música se volviera comercial como el vallenato de ahora, porque perdería su esencia”, dijo el Cholo cuando le dieron el Grammy.

Orlando 'Cholo' Valderrama está hospitalizado en Villavicencio - CaracolTV

Años después, el maestro Cholo Valderrama estuvo en una tertulia con sus amigos de SAYCO, sociedad a la que pertenece como socio, conversando sobre el panorama actual de la música llanera, al tiempo que dio su respaldo a la única entidad que puede recaudar sus derechos de autor. En el reciente documental Jinetes del Paraíso, el Cholo narra en su voz las riquezas y el orgullo del llano, y parece que estuviera cantando, porque así es como mejor expresa sus pensamientos.

El llano, el canto y el amor a la soledad lo son todo para el Cholo Valderrama, un empedernido enamorado de la vida:

“Yo soy llanero campesino hasta la cacha / me gusta dar serenata cuando estoy emparrandao / soy un llanero amansador de potrancas, consentidor de muchachas, criollito y patirajao”.

“Mi orgullo no es ser artista, es seguir siendo campesino, porque así es como sé vivir la vida. Soy un campesino que le canta feliz a la soledad”. Wilson Orlando Valderrama Aguilar, el hijo de Don Manuel y Doña Ana quiere ser recordado como un campesino que canta. Pero ya no se puede hablar del llano sin evocar al Cholo y su canto.

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