Por Eduardo Frontado Sánchez
La vida nos brinda un sinfín de retos, algunos evidentes y otros más íntimos, que nos invitan a desplegar coraje y determinación. Para muchos, como yo, el simple acto de tomar un taxi puede ser solo una cuestión de logística, pero para otros representa un desafío que va más allá de lo aparente: es un ejercicio de confianza en uno mismo.
A lo largo de mi trayectoria, he sido afortunado de contar con un sólido apoyo y el amor incondicional de mi madre, cuyos consejos y cariño han sido mi faro en esta travesía hacia la autenticidad. Sin embargo, como todo ser humano, también he tenido que enfrentar miedos internos que en ocasiones han amenazado con paralizarme.
Aunque mi labor como conferencista motivador en diversidad e inclusión en Colombia me ha dotado de herramientas para desenvolverme con seguridad, estar en Venezuela, un país que clama por reconstrucción, me ha confrontado con nuevos desafíos y me ha llevado a reflexionar sobre mis propias limitaciones.
Recientemente, decidí retomar actividades que en el pasado me resultaban difíciles, como salir en taxi, como un ejercicio de superación personal y cuidado de mi salud mental. Reconozco que, en ocasiones, pedir ayuda puede generar experiencias diversas, desde encuentros empáticos hasta momentos de inquietud. Sin embargo, cada experiencia, sin importar su naturaleza, es una oportunidad para crecer y aprender.
Mi mayor aprendizaje en esta travesía ha sido comprender que el futuro pertenece a aquellos que se anticipan a él. La visión de futuro de mi madre y su dedicación para prepararme para los desafíos por venir han sido invaluables. Aunque en su momento no siempre comprendía sus acciones, con el tiempo he aprendido a valorar su sabiduría y amor incondicional.
Cada día que pasa, me acerco más al futuro, consciente de que debo aprovechar al máximo el presente. Construir una red de apoyo sólida ha sido esencial en mi camino, pero también reconozco que soy el único responsable de mi propia vida y felicidad. Si bien mi mayor temor siempre ha sido ser una carga para los demás, hoy comprendo que vivir plenamente es la mejor manera de honrar la vida que se me ha dado.
En última instancia, abrazar nuestras diferencias y enfrentar nuestros miedos nos conduce hacia una vida auténtica y plena. Recordemos siempre que lo humano nos une y que cada desafío es una oportunidad para crecer y fortalecernos.
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