Declaración de la Comisión de Ética del Círculo de Periodistas de Bogotá (CPB)

El ejercicio del periodismo en Colombia y en muchos países del mundo ha sido afectado en los últimos años por prácticas dañinas que privilegian el escándalo, el protagonismo mediático, resultados efectistas, el servicio a causas políticas, raciales o religiosas, olvidando que la profesión se rige por unos paradigmas que exigen objetividad, verdad y servicio a la comunidad.

En los Estados Unidos, en donde desde el siglo XX se hizo el deslinde definitivo del periodismo informativo y el periodismo de opinión, hoy grandes medios de televisión y prensa, se han convertido en trincheras políticas que defienden abiertamente a los dirigentes que encarnan su ideología y visión del país y del mundo. En Colombia también es frecuente ver a periodistas transformados en activistas políticos que hacen el papel de defensores u opositores del gobierno, divulgando información sesgada y a veces falsa para servir a sus intereses y desorientar o manipular a la opinión pública, lo que constituye un abuso de la libertad de prensa.  

 Enfrascados en la batalla por captar audiencias, lectores y clics, algunos periodistas olvidan las reglas elementales de los manuales del periodismo: el respeto por los entrevistados, las fuentes, las tragedias sociales. Acuden al sensacionalismo, a los titulares engañosos, utilizan palabras soeces olvidándose de las normas de la decencia, lanzan rumores que no son noticia para crear falsas expectativas.

 De vez en cuando el periodista enfrenta el reto de entrevistar personajes difíciles, arrogantes, poderosos ante los cuales no se puede doblegar siendo complaciente ni enfrentarlos con insultos o provocaciones. La célebre entrevista de Jorge Ramos de Univisión al presidente de Venezuela Nicolás Maduro de junio de 2019 es un ejemplo de cómo el periodista debe confrontar a este tipo de personajes. Ramos acudió a la entrevista con documentos en los cuales estaban los nombres de centenares de presos políticos y personas asesinadas durante protestas contra su gobierno, estadísticas de los millones de venezolanos que salieron del país acosados por el hambre, con videos de personas alimentándose de las basuras en Caracas. Ante estas evidencias Maduro atacó a Ramos calificándolo de agente de la derecha, de no ser periodista sino militante de la oposición venezolana, aunque es mexicano de nacimiento y estadounidense por adopción. Cada vez que Maduro lo cuestionaba, Ramos respondía: yo soy un periodista que hago preguntas. Nunca perdió la compostura. Enfurecido, el gobernante venezolano lo acusó de provocador profesional y cortó el interrogatorio. Su entrevista de 17 minutos fue confiscada por agentes del gobierno y estuvo retenido varias horas en Caracas con su equipo de producción. Esta es una lección de buen periodismo que deberían aprender quienes están en la difícil tarea de informar con la verdad a la opinión pública.

Quienes, desde una cabina de radio, un estudio de televisión o por redes sociales hacen la tarea de entrevistadores deben estar preparados para recibir ataques, insultos y descalificaciones. Su respuesta no puede ser la misma de un interlocutor acorralado por las evidencias, que se defiende atacando al periodista.   

Igualmente, el periodista no debe mezclar su papel de entrevistador con el de comentarista pues se borran las fronteras entre el periodismo de información y el de opinión y se pierde la objetividad que es un requisito ético en todos los campos del ejercicio profesional como lo expresó desde el siglo pasado Gabriel García Márquez: ´´La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón´´. (GRS-Prensa).

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