Ricardo Rondón Ch. http://laplumalaherida.blogspot.com/
Renato Capriles, el más universal de los músicos y compositores de la melodía tropical, pionero junto a Billo Frometa de las ‘Big Band’ que causaron furor a principios de los años 60 en los selectos salones de baile de la sociedad venezolana y colombiana, pero también de las tradicionales fiestas populares como la Feria de Cali, la Feria de Manizales, el Carnaval de Blancos y Negros y el Carnaval de Barranquilla, donde durante muchos años fue figura indiscutible y merecedor de varios Congos de oro, falleció el 8 de julio de 2014, en Caracas, a la edad de 82 años.
Rafael Renato Capriles Ayala, como era su nombre de pila, nació el 28 de diciembre de 1931, en la provincia de San Esteban, Puerto Cabello, Estado de Carabobo (Venezuela), fundador de la orquesta internacional Los Melódicos, dejó el gran legado de este género, representado en más de cien álbumes, sin descontar sus antologías en acetatos, más de 50 CDs y sus éxitos remasterizados, un estimulante récord en lo que a música bailable se refiere.
Por el frente de Los Melódicos pasaron voces femeninas y masculinas legendarias y de estimable trayectoria como: Norma López, Emilita Dago, Teresa Martí, Doris Salas, Carolina Rey, Linda Navarro, la desaparecida Floriana; Chucho Araque, Víctor Piñero, Manolo Monterrey, Willy Quintero, Perucho Navarro, Cheo García, Chiqui Tamayo, Germán Vergara y Tino Rodríguez, entre una larga lista de talentos que dieron lustre y prestigio a la agrupación por más de 40 años.
Clásicos de repertorio como ‘Cayetano bailá’, ‘Yo quiero verla esta noche’, ‘Maquino Landera’, ‘El Merecumbé’, ‘Panameña’, ‘La Cachimba de San Juan’, ‘Apágame la vela’, ‘Lucerito’, ‘Chipi Chipi’, ‘Cuando florezcan las amapolas, ‘La Murga’, ‘Cumbia del Caribe’, ‘Puente Pumarejo’, ‘Amparito’, ‘Brinca la Cuerda’, ‘Cangrejito playero’, ‘La Danza de la Chiva’, ‘Las Pilanderas’, ‘La Mecedora’, ‘Josefa Matías’, entre tantos, han desatado la sabrosura en baldosa a lo largo de cuatro generaciones.
“Yo tuve la fortuna, con mi orquesta, de tocar muchos bailes de quinceañeras, que después me contrataron para amenizar sus matrimonios, y luego hasta sus bodas de plata. Hoy les toco a sus hijas, y seguramente a sus nietas”, le dijo a este cronista el maestro Capriles, el jueves 20 de octubre de 1999, en su visita a Bogotá, a propósito de la presentación de su doble compilado ‘Los Melódicos 30 Grandes Éxitos’ y a la celebración de sus 40 años de carrera musical.
Dos años antes, en 1997, había sido objeto de un atentado en Venezuela, donde él se salvó de milagro, pero en el que falleció una de sus vocalistas más preciadas. Una considerable herida en la cabeza lo dejó convaleciente por espacio de un año, distante de su orquesta, de su esposa, de sus cinco adoradas hijas.
El amor a la vida, a la música, a su orquesta y a sus seres queridos, lo hizo retornar a la cotidianidad, como si nada hubiera pasado, sin una mínima secuela que haya alterado su capacidad física y mental. Por el contrario, y él mismo lo ratificaba, “volví más despejado y con unas ganas impresionantes de seguir haciendo música”.
Ahora nos enteramos de su deceso, a los 82 años, en una clínica de Caracas, donde estuvo interno desde el pasado jueves por una neumonía. Él, Renato Capriles, que no obstante el señalado atentado y algunos accidentes de carretera en sus correrías artísticas, sobrellevaba una diabetes “muy atendida y vigilada”.
De lo contrario, el optimismo y la alegría se reflejaba en sus ojos gráciles, en su don de gentes, en su caballerosidad, y en ese estilo incomparable de su virtud, el de derrochar esa música con la que aprendimos a bailar, primero con las tías y luego con las novias, cuando se bailaba de verdad, en lo legítimo y armónico, y se ‘cogía el paso’ con elegancia y respeto.
Esta entrevista, publicada en el desaparecido diario El Espacio el 22 de octubre de 1999, a escasos dos meses del despertar del nuevo milenio, rinde homenaje al dilecto e ingenioso director de orquesta, todo un personaje, que se fue de este mundo terrenal con la satisfacción del deber cumplido, ejemplo para futuras generaciones.
¡Gracias, muchas gracias, maestro!
–Renato Capriles, ¿el músico de las ‘siete vidas’?
–“Las dos cosas, diría yo. Estoy regresando de otro mundo a raíz del atentado que me hicieron en 1997, y en el que infortunadamente murió Floriana, una de mis cantantes más admiradas”.
–¿Fue al cielo y regresó?
–“Yo no sé si fui al cielo o al infierno. Lo cierto es que estuve un mes sin sentido. Creo que el cielo, al cabo de ese tiempo, fue ver de nuevo a mi familia sorprendida por mi ‘resurrección’”.
–Un año largo de convalecencia, ¿cómo lo vivió?
–“Tratando de recuperar lo que era antes, mental y físicamente, cómo fue pasar por una etapa de silla de ruedas, rigurosa e inaplazable terapia para volver a caminar, muletas y finalmente un bastón. Fue un proceso largo y dispendioso”.
–Entonces, ¿cree en los milagros?
–“Mi regreso es un milagro, sí señor. Cuando estaba inconsciente los médicos hablaron con mis hijas sobre una operación en la cabeza, muy delicada, por cierto, y en la que corría el riesgo de quedar mongólico o inválido de por vida. Mis hijas aprobaron la propuesta, y en el nombre de Dios, la intervención quirúrgica fue todo un éxito, un milagro del cielo, y aquí estoy”.
–Tres deseos que definitivamente se le hayan cumplido en la vida.
–“El haber podido ver a mi familia unida conmigo, a pesar de mi trabajo, de mis prolongadas ausencias. Haber hecho realidad el éxito y la consolidación que logré con Los Melódicos. Y, tercero, seguir viviendo, que ya es un deseo que Dios me concedió, para continuar con mi música, con mi orquesta”.
–¿Y que no se le haya cumplido?
–“Yo no recuerdo que, buscándolo, no haya logrado algo”.
–Cuarenta años con Los Melódicos. ¿Qué ha sido lo más significativo a nivel artístico en todo este tiempo?
–“Que habiendo podido ser presidente de la cadena Capriles, a la hora de elegir entre la empresa y mi orquesta, me quedé con la última, que no me habrá dado el dinero que me hubieran participado los negocios, pero que me ha ofrecido muchas satisfacciones y plena felicidad”.
–¿Qué le hace pensar que las orquestas de época, las ‘Big Band’, al estilo de la suya o de la de Billo’s, duraban para toda la vida y cien años más?
–“Si duraban tanto era porque los cantantes se mantenían firmes y fieles a la agrupación. Había respeto y honestidad, cosa que hoy se ha perdido mucho. Ejemplo: Cheo García con Billo’s: 21 años; Perucho Navarro y Víctor Piñero: 18 años conmigo, y Manolo Monterrey, también 21 años con Los Melódicos, por solo nombrar algunos de los más famosos y duraderos”.
–Haciendo eco de nostalgia, maestro, ¿se acuerda de su primera fiesta?
–“Sí, estaba debutando en televisión, en un programa que yo producía y que se llamaba, ‘Su revista musical’, con Radio Caracas Televisión, y al terminar me llamaron para que subiera al máster a atender una llamada. Era mi primera contratación para amenizar un baile de quince años”.
–A cuántas quinceañeras habrá visto usted envejecer…
–“Pues ya son cuatro generaciones -y las que faltan- que han bailado y celebrado conmigo. Yo les tocaba sus quince años, luego sus matrimonios, y hasta sus bodas de plata. Imagínate cuántas de esas mujeres bailaron con la música de Los Melódicos. Hoy les tocó a sus hijas y probablemente a sus nietas”.
–¿Por qué se fueron acabando las ‘Big Band’ tropicales?
–“En los Estados Unidos las acabó el sindicato de músicos, que quería imponer a las grandes bandas, después del año 45. Y, en los países latinoamericanos, el aumento de los costos, de los músicos, de la parte técnica, de la producción en general. Por eso las orquestas tuvieron que reducir su personal a su más mínima expresión, y, por ende, ya no suenan igual”.
–¿Cuál de todos los instrumentos musicales es el que más le zumba al oído?
–“Los que más me agradan son las flautas y el clarinete, por la dulzura del sonido. Tengo la suerte en este momento de tener cuatro músicos que tocan saxo, flauta y clarinete”.
–¿Quién es Renato Capriles después de cuarenta años de vida artística?
–“Sigo siendo el mismo muchacho alegre y soñador, que cree en el género humano con todos sus defectos”.
–¿No cree, maestro, que a la gente se le olvidó bailar?
–“Hay algunos que todavía conservan esa gracia y esa elegancia del baile de salón, de club, pero ya con las nuevas tendencias musicales y electrónicas, la gente en las discotecas no baila, sino que brinca. No hay ningún interés en oír las letras, aunque hay artistas como Shakira que han rescatado el gusto por las buenas canciones”.
–¿Se ha llegado a imaginar uno de sus clásicos de repertorio, ‘Cayetano bailá’, por ejemplo, en tiempo de rap o de trance?
–“Pues sería un insulto, pero no se te haga extraño que a mi música la pirateen de esa manera”.
–¿Cuál es el tema tropical colombiano que más le encanta?
–“Definitivamente ‘Carmen de Bolívar’, de Lucho Bermúdez”.
–¿Qué sensación experimenta el hecho de aproximarse al nuevo milenio?
–“Observo que la gente tiene la sensación de que el próximo milenio les va a cambiar sus vidas. Este es un proceso de años, y no es que el tiempo pase para uno, es uno el que pasa por el tiempo. Yo después del 31 de diciembre sé que voy a estar igual, viajando, tocando, con nuevos sueños y otros ideales”.
–¿Cuántos 31 de diciembre ha pasado fuera de casa?
–“Todos, cuarenta y un años fuera del hogar, a esta fecha. Solo que he procurado que mi familia, mis hijas, me acompañen en las fiestas en las que estoy trabajando”.
–¿Conoce la palabra cansancio?
–“No la conozco, y te digo una cosa. Yo me he programado para 102 años”.
–Fuera de la música, ¿cuál ha sido ese otro secreto de su vitalidad?
–“La admiración de las mujeres en general, comenzando por mis novias, mis esposas (que han sido dos), y mis hijas, que son cinco, y a las que adoro en lo más profundo de mi alma”.
–¿Y qué dicen sus hijas de su padre, el maestro?
–“Por la información de mis dos esposas, siempre les inculcaron a mis hijas que yo era el mejor padre y el mejor hombre, aunque sospecho que no ha sido así”.
–Sufre de algo, ¿maestro?
–“A pesar de mi diabetes controlada, no sufro de ninguna enfermedad”.
–¿Cómo son sus amaneceres hoy en día?
–“Yo me levanto todos los días a las cuatro de la mañana, a trabajar, a escribirle a la gente que he conocido, a oír música, a leer, porque soy un gran lector de biografías, de historias de países, y vivo muy orgulloso de mi biblioteca”.
–¿Y qué música, fuera de la suya, es de sus preferencias?
–“Fuera del trabajo no escucho mi música. Sería un masoquista. Pero para el relax me encantan las bandas americanas, el jazz o los clásicos como Mozart, Chaivkovski o Wagner”.
–¿Qué lectura hace del trabajo de los 30 mejores éxitos de Los Melódicos?
“Además de ser un acierto de la casa disquera, la remasterización me pareció fabulosa, ya que es poner al alcance del público que siempre ha seguido a Los Melódicos, lo mejor de su producción musical”.
–¿Y cuál de todos es el tema que más le gusta?
–“Todos, como a mis hijos, les tengo un cariño especial”.
–¿Quién le consiente sus hebras de plata?
–“Aparte de mi familia no hay nadie más que las consienta. Voy a lanzar un SOS para tales menesteres, o un aviso en tu periódico que diga algo como: ‘Hombre otoñal se ofrece para que lo mimen’”.
–¿Qué acostumbra dejar en los hoteles del mundo?
–“Mi agenda, pero siempre me la hacen llegar, lo que significa que Renato Capriles goza de cierta popularidad”.
–¿Teme a las alturas?
–“No, en absoluto”.
–¿A las ratas?
–“Sí, pero a las de dos patas, muchas veces las de cuello tieso y corbata”.
–¿Cuál es el gran enigma de ‘La cachimba de San Juan’?
–“Ese tema que ha sido tan exitoso, que la gente baila pero que desconoce, se remite a un número cubano. La cachimba, en Cuba, es para nosotros la pipa. Supongo que lo del San Juan debe ser por un señor muy santo que fumaba en cachimba”.
–Y hablando de santos, ¿a cuál de todos se encomienda cuando sale a tocar?
–“Yo no sé por qué razón, pero desde niño mi santo preferido ha sido San José, el esposo de la Virgen María. Debe ser por esas fijaciones de la infancia que quedan después de armar el pesebre”.
–¿Y San Renato?
–“No es tan santo como el nombre del indio que vivía en mi casa paterna, y que le salvó la vida a mi padre de la mordedura de una víbora. Por eso me llamo Renato, y desde ese entonces, de ese bautizo de gracia, creo que estoy rezado”.
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