Por Guillermo Romero Salamanca

Isaac Newton nació en dos fechas. Lo cierto es que vio el mundo el 4 de enero de 1643, pero en esos años se utilizaba el calendario gregoriano y entonces le registraron también su comienzo en la vida el 25 de diciembre de 1642.

A Sir Isaac Newton, un físico, filósofo, teólogo, inventor, alquimista y matemático inglés se le conoce por implantar la Ley de la Gravedad, pero también por su amor por los gatos.

Isaac pasaba la vida pensando, meditando, especulando sobre los diferentes hechos de la vida.

Nació con muy poco peso, todos temían por su muerte, era muy enfermito.

La infancia de Newton no fue las mejores. Su padre murió tres meses antes de que él naciera y su madre se casó luego con un hombre que no quería saber nada de él y entonces lo crio su abuelita y en la escuela, sus compañeros le hacían permanente matoneo por su inteligencia.

Quizá por ello, nunca se casó. Era serio, circunspecto y nunca sonreía. Vestía de forma descuidada y pasaba semanas con la misma ropa.

Era súper despistado. A veces llegaban visitas a su casa y él les servía el té, de pronto le daba por salir y se internaba en el laboratorio y bien al rato se acordaba de las personas que estarían en la sala, porque muchas veces, ya se habían retirado.

¿En qué pensaba tanto Newton? En el mundo, el universo y fue el primero en denominar algo como “masa”, después sacó la relación entre ella y la gravedad y posteriormente en la gravitación. Existe la leyenda sobre el camueso, según la que dice que estaba descansando debajo de un manzano cuando se le cayó una fruta y entonces sacó como conclusión que todo se caía y que había dentro de la tierra una especie de imán que todo lo atraía.

Todo eso estaba bien en su cabeza, pero el asunto era cómo explicarlo a los mortales y a los mismos físicos y había entonces que sacar una fórmula física y en eso gastó varias semanas.

Se la pasaba pensando y muchas veces se le olvidaba comer. Vestía descuidado y no era un personaje dominado por el aseo.

Pero cuando de experimentos se trataba, se transformaba totalmente y tomaba los asuntos en forma seria. Para estudiar la forma del ojo humano, por ejemplo, pasaba todo el día mirando al sol con un solo ojo para ver los colores y ejercitaba la retina e iba sacando apuntes.

Quizá por su forma de ser, entre introvertido y medio asocial, pensó en los animales como amigos, de hecho, cuando tenía 5 años su abuela lo encontró jugando con ratones.

El Manzáno de Newton. Foto Wikipedia.

Aunque tenía perros, a Newton le encantaban más los gatos.

De pronto no sabía que el rango de visión de un gato no incluye la zona por debajo de su nariz, que los mininos se saludan rosando sus narices, que tienen 24 huesos más que el de una persona, ni que cuando maúllan lo hacen para comunicarse con seres humanos.

Es posible que supiera que los gatos tienen 12 bigotes a cada lado de su rostro y que al nacer la mayoría tienen los ojos azules y que el 70 por ciento de sus vidas se la pasan durmiendo.

Sus gatitos debieron ser negros, porque en Inglaterra y Australia son de buena suerte y Newton sabría que las garras de las patas delanteras de un gato son más afiladas que las traseras y que sudan, precisamente por las extremidades.

De las ofuscaciones de Newton se recuerda su historia con su gata que siempre le maullaba para  salir a la calle y como le molestaba, porque le hacía desviarse de sus pensamientos y entonces se le ocurrió hacerle una gatera para que saliera y entrara cuando quisiera sin incordiarle.

La tarea la complementó después cuando la gata apareció con sus hijitos, a los cuales también les debió hacerles sus puerticas.